La autora de “Las malas” fue parte del ciclo Verano Planeta 2021. En esta charla, habla sobre cómo apareció esta historia de sufrimiento histórico y celebración. Menciona las creencias que nutren su escritura, los traumas que se ponen en juego y se refiere a la confianza que deposita en el colectivo travesti: “Vamos a sobrevivir y vamos a estar bien porque estamos organizadas”, dice.
Por Paola Galano
“Nosotras seguimos poniéndonos pintalabios, seguimos escribiendo y haciendo canciones cuando lo que han hecho con nosotras justificaría que salgamos armadas, ¿entiendes? Sin embargo nosotras estamos aquí charlando dulcemente con las personas que nos hacen preguntas, abriendo cabezas. Creo en nosotras, no en la sociedad”.
Habla Camila Sosa Villada, la escritora que integra el colectivo travesti y que es autora de uno de los libros más celebrados de los últimos tiempos, “Las malas”. Por esta novela, que Juan Forn calificó como “un cuento de hadas y de terror”, la autora nacida en La Falda se quedó con un Premio Sor Juana 2020.
Voz nueva, atrevida, sincera, Camila sabe que sacude con este libro. Porque en él cuenta las vejaciones de las que fueron y son objeto las travestis. En plan conciliador, la autora prefiere alimentar el arte antes que el rencor. Prefiere que todo lo vivido en la calle, en la zona roja de Córdoba capital, transmute en historia, en literatura y en poesía.
“No creo en la sociedad, no creo en que las sociedades sean mejores. Creo, además, que las travestis son una excusa”
Así, con su propia experiencia como guía, enlaza en este libro un relato crudo y descarnado sobre las injusticias y humillaciones de las que son víctima su personaje y sus compañeras. Pero la novela no se agota allí. Su alma vibra en las altas cuotas de fantasía, en los guiños al realismo mágico y en las creencias supersticiosas heredadas de la familia de la autora. Un tesoro que se ve en la construcción de personajes mágicos.
Es la historia de una hermandad travesti que forja un grupo que se prostituye en torno al Parque Sarmiento, en Córdoba. En la pensión de la entrañable Tía Encarna, el grupo –a veces una manada, a veces una cofradía- contiene y sostiene a las chicas, ejerce como epicentro de lazos profundos, habilita la supervivencia y la celebración.
Pero también es testigo de la violencia que ejercen contra ellas mismas y de la crueldad que reciben del resto de la sociedad. Dolor y amor, en dosis casi iguales. “Las dos facetas del mundo trans que más repelen y aterran a la buena sociedad, la furia travesti y la fiesta de ser travesti”, sigue Forn, editor de “Las malas”.
Para la escritora, que fue parte del ciclo Verano Planeta 2021, se trata de “alianzas” que se establecen entre personas que fueron expulsadas, históricamente, de todos lados: familia, escuela, universidades, religión, amor, justicia, trabajo, salud. La lectura del libro despierta la necesidad de pedir perdón.
“Así como tú has comenzado pidiéndome perdón, yo creo que todo el mundo sabe qué clase de daño han cometido sobre los cuerpos travestis, sobre todo las travestis de mi generación y las travestis anteriores. No me alcanza la cara para ponerme a hablar por ellas, que la han pasado verdaderamente muy mal”, explica a LA CAPITAL, desde el otro lado del teléfono.
“Las travestis me parecían seres fantásticos y me lo siguen pareciendo, somos las criaturas más hermosas que hay sobre el planeta”
Y sigue: “Yo comencé a travestirme en los ‘90, en los pueblos, a los 15, y la pasé tremendamente pero las que vivían en los ’70, en la dictadura, las que vivían en los ‘50, y las que estuvieron antes cuando vino la Colonización… Aquí fueron acusadas de pecado nefando, quemadas en una hoguera o tiradas a los perros. Los españoles no entendían qué clase de misterio éramos. Ustedes saben perfectamente qué clase de daño han hecho, ése es su trauma, ése es el trauma que se pone a jugar” al leer la novela.
La hermandad que comanda la Tía Encarna y en la que vive el bebé bautizado El Brillo de los Ojos ¿funciona como una familia? Nada más lejos que una familia, puntualiza Camila, y vuelve a mencionar las alianzas. “Las alianzas tienen esa virtud, porque son más honestas que una familia, más honestas que una amistad si se quiere también, porque suceden como un relámpago y nadie se queda llorando si eso se van, son relámpagos que ocurren en determinadas circunstancias. (La hermandad) funciona en la novela como ejército o como jauría, aunque muchas veces (las travestis) están solas y mueren de soledad también”.
Ahora, mientras escribe “un libro de muchísima libertad sobre una familia de buscavidas” y otro con relatos y personajes trans, Camila –también es actriz, dramaturga y poeta- entiende que “la literatura si no está sustentada por una vida, si no está sustentada por un deseo que esté por fuera de la escritura, no puede existir”.
En ese sentido, con una manera de hablar más similar a la de una mexicana que a la de una cordobesa, dispara: “Marguerite Duras decía algo muy bonito, se escribe como se desea. Cómo no voy a escribir sobre travestis si somos más interesantes que los pakis, que los heterosexuales”.
“Yo creo que todo el mundo sabe qué clase de daño han cometido sobre los cuerpos travestis”
“Las malas” recoge esa mirada de fascinación sobre las travestis, un gesto que tuvo la autora cuando conoció a las chicas del parque, recién llegada a Córdoba para estudiar en la universidad. “Las travestis me parecían seres fantásticos y me lo siguen pareciendo, yo creo que somos las criaturas más hermosas que hay sobre el planeta. Tienen que aprender a mirarnos tal vez como yo aprendí a mirarlas a ellas cuando era más chica”.
“Las veía desnudas con una camperita de cuero que apenas les tapaba los pezones en medio del invierno y no se engripaban nunca, no se resfriaban nunca. Si eso no es algo casi mágico pues yo no sé qué es la magia”, apunta.
-¿En algún momento pensaste en “Las malas” como un puente con el mundo no travesti, a fin de que se conozcan los padecimientos que sufrieron? ¿La idea es generar un acercamiento, una empatía entre trans y no trans?
-No, yo escribí el libro a ciegas, muy torpemente además. La tía Encarna era un personaje que yo hacía en una obra de teatro aquí que se llamaba “El cabaret de la Difunda Correa”. Mis padres cuando yo tenía 27 años fueron a la Difunta Correa e hicieron una promesa para que yo pudiera conseguir otro trabajo y que no tuviera que estar prostituyéndome. A los tres meses yo estrené “Carnes tolendas” aquí en Córdoba y bueno, dejé de prostituirme. Mi vida cambió, empecé a trabajar como actriz y a hacerme cada vez más conocida, a viajar a festivales de cine y a tener dinero de cuando en cuando, ya no tuve que volver a tener sexo por dinero. Al final de esa obra aparecía la tía Encarna que contaba cómo las travestis del parque se habían encontrado al hijo de la Difunta Correa. Ella decía algo así como que recuerden que “al hijo de la difunta correa lo criamos las travestis del parque”.
Tapa de Las malas.
-Ese personaje podía crecer…
-Yo me di cuenta cuando estaba haciendo la obra que ése era un personaje literario, que ese personaje podía crecer, porque era muy breve en la obra, no duraba ni cinco minutos. Entonces empecé a escribir un par de cosas. Luego me crucé con Juan Forn y me pidió que le enviara algo y yo le mandé un manuscrito que no debía de tener más de 30 o 40 páginas. Lo escribí ciegamente, sin saber a dónde iba y yo creo que hasta el día de hoy no supe a dónde iba con el libro. Luego la recepción tiene diferentes lecturas, políticas, culturales, connotaciones que le dan los propios lectores pero yo de ninguna manera he pensado que eso podía llegar a tener una función terapéutica o una función pedagógica, ni nada de eso. Es pura literatura eso que sucede, lo que pasa es que están acostumbrados a que nosotras las travestis tengamos que hablar, tengamos que dar cuenta de nuestro pasado para que eso no vuelva a suceder. Es algo que estamos haciendo todas, por primera vez en muchísimos años hemos empezado a hablar a coro, desde la música, desde la pedagogía, desde la psicología, desde el teatro, desde las letras estamos contando una historia, porque es necesaria contarla, pero sigue siendo literatura.
Una mentira, una traición
-Es muy difícil leer “Las malas” sin tener en cuenta la clave biográfica. ¿Es tu vida?
-“Las malas” está basada en cosas que yo vi, en cosas que yo escuche, cuando fui más joven y llegue a Córdoba, pero luego, hacer una autobiografía sería hacer una mentira, ¿sabes? En todo caso “Las malas” es una mentira, una traición a la memoria, yo creo que la mejor manera de honrarla es traicionándola, yo por supuesto que sí, tengo ese conocimiento, es mío. Yo decidí hacer con eso otra cosa que no fuera solo alimentar el rencor, pero yo no puedo estar constatando cada cosa dicha o escrita como un dato histórico, es apenas una ficción.
-Aparece tu experiencia, que juega todo el tiempo en la novela.
-Por supuesto pero además porque la historia requería que yo profundizara hasta un punto muy hondo, porque si no hubiera quedado como una historia tocadita por encima, que es lo que hacen por lo general cuando se ponen a hablar de las travestis las personas que no son trans. Por supuesto hice un viaje que ha sido muy hondo, muy profundo. Una de mis escritoras favoritas es Marguerite Duras y ella tiene varios libros que rondan el mismo tema, que es su relación con su amante chino. Tuvo un amante chino millonario cuando era adolescente, en Indochina. Y muchos de sus libros giran en torno a esa historia, a la locura de su madre que mandó a construir un dique contra el Pacífico, Un dique contra el pacífico fue una de sus novelas. Era para poder frenar el agua del mar que se metía en sus plantaciones de arroz y le quemaba todas sus cosechas. Ella ronda alrededor de eso pero son imágenes, imágenes que quedan dando vueltas y que necesitan ser descargadas como un rayo a la tierra o como unos golpes a una bolsa de arena. Podría decirse en términos analíticos que es el trauma, y luego una se va parando desde diferentes perspectivas para poder mirar ese trauma y poder hablar de otra manera.
-Esa cofradía de mujeres trans que describís en el libro es un lugar de hermandad, de contención, de refugio pero también un lugar de dolor y de violencia, un lugar en la que tu personaje puede entrar y salir al mismo tiempo. ¿Coincidís?
-También (es un lugar) de desprotección porque hay momentos en el libro en que las travestis se desconocen, tienen que salir corriendo al hospital o salir corriendo a socorrerse porque hay otra que le clavó una puñalada u otra la empujó u otra se enojó porque le robó el cliente… las alianzas tienen esa virtud, porque son más honestas que una familia, más honestas que una amistad si se quiere también porque suceden como un relámpago y nadie se queda llorando si eso se va, porque son relámpagos que ocurren en determinadas circunstancias, y funciona en la novela como ejército o como jauría, y muchas veces (las travestis) están solas y muchas mueren de soledad también.
-¿Por eso hablás de manada?
-Claro, es una alianza, funcionan pequeñas alianzas en “Las malas”, nada más lejos que una familia.
-Con el agregado de que acá está jugando la supervivencia, esa manada les permite sobrevivir.
-Sí por supuesto, ese es un dato histórico. Las travestis que estamos vivas estamos vivas porque ha habido otras que nos han enseñado a sobrevivir, ¿entiendes? El ejercicio del travestismo… el ser travesti no puede ser pensando sin que otra te dé a tí esa confirmación, justo vino la Lola Bhajan (artista trans) el otro día y estuvimos charlando, y ella decía: “Me enteré qué era porque me insultaban, porque me decían insultos y yo era como una mariquita que fluía entre lo andrógino y lo femenino”. Y yo le decía que confirmé lo que era cuando la vi por primera vez a Cris Miró en televisión, cuando se habló de eso. A mi ella me dio mi ser travesti y por lo general así sucede, porque es algo que es clandestino, es algo que no te lo ensenan en las familias, ni en la escuela ni en ningún lado, al contrario te castigan cuando tu empiezas a manifestarte como tal, entonces sí o sí tiene que haber otra travesti que te da a probar ese fruto a que es prohibido y cuando lo pruebas dices “ah mira, ahorita sé lo que soy yo también, soy travesti”.
-En la vida de las mujeres trans suelen haber marcas iguales: una familia que expulsa, una escuela que no entiende ni ayuda, la sociedad que discrimina y que no da trabajo hasta que todo acorrala para que la trans se prostituya. Ese recorrido vos lo contás en el libro, todo fue llevando a la protagonista a que un día se prostituyera…
-Sí, claro, desde luego que hay excepciones, ha habido padres que han sido más amorosos que otros, ha habido situaciones que fueron más favorables que otras pero las de mi generación y las anteriores estábamos realmente condenadas, y sobre todo creo que hay una diferencia generacional y una diferencia que es también territorial, hacia el norte, hacia el sur, hacia Cuyo, hacia la Cordillera, descentralizando desde las capitales que son Rosario, Córdoba y Buenos Aires es toda la sociedad, toda la cultura expulsando a las travestis, poniéndolas en peligro.
-¿El enorme contenido fantástico del libro, con personajes como la mujer pájara, los hombres sin cabeza, la tía Encarna y la lobizona, entre otros personajes, suavizan, alivianan la dureza de la historia?
-No, al contrario porque fíjate que son bien dolorosas las cosas que les suceden a las protagonistas que tienen esta enfermedad animal. Yo lo escribí sin pensar en nada, escribía, si alguna orientación seguí fue la de Juan (Forn) pero nunca él me dijo escribe sobre ésto, al contrario él me tenía que estar frenando porque cada vez me ponía más inventiva. Hubieron muchas cosas que quedaron fuera de la novela porque a él le parecían que eran demasiado. Yo escribí así, iba a tientas, como un ciego en el abismo, iba tanteando para ver donde estaba porque cualquier paso que yo pudiera dar me tiraba al abismo. Luego, lo cierto es que aprendí a responder a esta pregunta luego da “Las malas”, cuando ya empecé a hacer prensa. (El contenido fantástico) eso es algo que me es muy familiar, es algo que tiene que ver con mi familia, que es supersticiosa, que es muy religiosa además, entonces estaban las cruces hechas con cuchillos en el patio, las cenizas para que parara de llover, los santos puestos de cabeza cuando hacía frío, las promesas hechas a las vírgenes, a las santas, las anécdotas familiares sobre aquellos descarrilados que habían hecho pactos con el diablo, los que hablaban con los pájaros, los sueños en los que se presentaban los muertos. Es algo que generalmente yo reconozco como una herencia de lenguajes y luego es la contemplación que yo tuve acerca de las travestis cuando estuve en esa zona roja de Córdoba o en los boliches gays. A mí me parecían seres fantásticos y me lo siguen pareciendo, yo creo que somos las criaturas más hermosas que hay sobre el planeta y que aún tienen que aprender a mirarnos tal vez como yo aprendí a mirarlas a ellas cuando era más chica, es decir yo las veía desnudas con una camperita de cuero que apenas les tapaba los pezones en medio del invierno y no se engripaban nunca, no se resfriaban nunca. Si eso no es algo casi mágico pues yo no sé qué es la magia.
-Hay una frase del libro que dice: “Nuestro cuerpo es nuestra patria”. ¿Por qué?
–Porque es e l único territorio en el que somos soberanas, es el único territorio en el que nos sentimos es dentro de nosotras mismas, la Carmen Marcial decía algo muy bonito, estamos obligadas al exilio, nos exilian de nuestras familias y terminamos viviendo dentro de nosotras mismas. Esa frase la pusieron en la faja de la edición francesa. A mi me parece muy bonita la frase, es el único territorio en el que estamos a salvo y ni siquiera.
-Hay dos leyes recientes que vienen a marcar una reparación al mundo travesti, la Ley de Identidad de Género y la Ley de Cupo laboral trans. ¿Sos optimista, las cosas están cambiando para este colectivo tan castigado?
-Soy optimista respecto de nosotras, yo soy optimista respecto de que nosotras vamos a ir mejorando como hemos demostrado a lo largo de todos estos años, que seremos cada vez mejores, que seremos cada día más, y yo estoy convencida de que vamos a sobrevivir y de que vamos a estar bien porque estamos organizadas, porque hablamos entre nosotras, porque nos contamos nuestras vidas, porque nos aconsejamos mejor que antes. Antes las más viejas desde su propia ignorancia para hacernos más bonitas nos decían que nos pusiéramos siliconas líquidas, así ahorita a las más jóvenes les decimos que no se pongan siliconas líquidas porque son venenosas, nosotras estamos mejorando cada vez. No creo en la sociedad, no creo en que las sociedades sean mejores. Creo, además, que las travestis son una excusa, las sociedades son malignas, las personas son malignas, de por sí, si no somos nosotras van a ser los inmigrantes, y si no son los inmigrantes van a ser los pobres y si no son los pobres van a ser los gitanos y así siempre van a tener una excusa para hacer esa descarga de odio que ellos hacen. Nosotras seguimos poniéndonos pintalabios, seguimos escribiendo y haciendo canciones cuando lo que han hecho con nosotras justificaría que salgamos armadas, ¿entiendes? Y sin embargo nosotras estamos aquí charlando dulcemente con las personas que nos hacen preguntas, abriendo cabezas, abriendo a otras que van naciendo, creo en nosotras no en la sociedad. Además no creo que quede mucho mundo, queda muy poquito mundo, estamos asistiendo al fin de esta civilización.
-¿Te referís al fin de un paradigma?
-No, yo creo que este mundo se está por terminar, le hemos hecho ya suficiente daño , no somos conscientes del grave daño que le hemos hecho al planeta y que el planeta ya no nos está aguantando. Esta pandemia, las inundaciones, el cambio climático, la enorme superpoblación en todo el mundo, las diferencias económicas, los fenómenos inmigratorios, los femicidios, las violencias en el cuerpo de las mujeres, el avance sobre las selvas, los desmontes, todo eso lo único a que está diciendo es que a este mundo le queda poquito en relación a los millones de años s que lleva existiendo. ¿Cuánto más puede vivir el ser humano si ya casi no queda agua, casi no queda comida? Estamos sufriendo consecuencias que son muy terribles.
Podés revivir la charla de Verano Planeta acá: