La Ciudad

Cambio de época: los nuevos liderazgos se ponen a prueba

Con su llegada a la intendencia, dentro de dos días, Montenegro empezará a ser el principal referente de Juntos por el Cambio en la ciudad. Por dejar al peronismo a las puertas del triunfo el 27 de octubre, Raverta hará lo propio en el Frente de Todos. 

Por Ramiro Melucci

Algunos, sin temor a caer en un exceso, le otorgan al período que se abrió después de las elecciones del 27 de octubre y se empezará a ver reflejado dentro de dos días cierta impronta fundacional. Es porque a partir de esos comicios se produjo en Mar del Plata un cambio de liderazgos en el oficialismo y la oposición impensado hasta hace medio año. 

Guillermo Montenegro, el ganador de las elecciones con el 40,2% de los votos, no solo asumirá el martes como intendente de Mar del Plata: también comenzará a ser la referencia ineludible de Juntos por el Cambio en el distrito. Cerca suyo no lo dudan: ha nacido el montenegrismo.

Fernanda Raverta, la competidora del Frente de Todos que con el 37,9% dejó al peronismo más cerca que nunca de un triunfo en Mar del Plata, no solo se transformará en la ministra de Desarrolllo Social del gobierno de Axel Kicillof: también ejercerá el mando de la principal fuerza opositora en la ciudad. Lo mismo: hay quienes hablan del ravertismo. 

Raverta practicaba el liderazgo antes de las elecciones. Las urnas, pese a la derrota, lo consolidaron. Si se mira en retrospectiva, antes que ella el último peronista en hacer una elección a la altura de las circunstancias había sido en 2017 Marcos Gutiérrez, elegido por el dedo de Raverta, que en el nuevo esquema será el jefe del numeroso bloque del Frente de Todos en el Concejo Deliberante.

El único reflejo de su poder no será únicamente el cuerpo legislativo. Para tomar dimensión habrá que echar un vistazo a los delegados que se designen en las oficinas públicas nacionales y provinciales con sede en Mar del Plata. Hay quienes cuentan más de 100 cargos a repartir. Hasta se habla del alumbramiento de un “gabinete paralelo” conformado por los más representativos.

El de Montenegro es un liderazgo aún más nuevo. Hace seis meses ni siquiera se sabía a ciencia cierta si sería candidato. Menos, que pudiera derrotar en internas a la radical Vilma Baragiola, la gran ganadora de las legislativas 2017.

Tras las elecciones, el intendente electo se abocó a armar un gabinete con lógica propia, en algunos casos sin recurrir a rajatabla al tradicional sistema de reparto de premios para los que ayudaron a ganar la elección. 

Ni Montenegro ni Raverta están exentos de los ruidos internos que puedan generar sus decisiones. La designación del opositor Santiago Bonifatti como secretario de Gobierno crispó los ánimos en Juntos por el Cambio. La decisión de reemplazar a Daniel Rodríguez en la jefatura del bloque tampoco fue sencilla en el Frente de Todos.

Los líderes de la nueva etapa cultivan una buena relación. Lo dijeron en la campaña y lo ratificaron después del enfrentamiento electoral. Ahora tienen una misión difícil: conjugar ese vínculo en beneficio de Mar del Plata, a pesar de las diferencias políticas que seguirán teniendo. 

Antes de ocupar los cargos que ocuparán, los dos llegaron a la Cámara de Diputados de la Nación impulsados por sus fuerzas nacionales. No es el único rasgo común. Antes de ser candidatos en 2019, ninguno de los dos había competido para un cargo municipal (léase intendente o concejal). No tuvieron, por lo tanto, la trayectoria tradicional de la mayoría de los ex intendentes. Elio Aprile, Daniel Katz, Gustavo Pulti y Carlos Arroyo se habían sentado en una banca antes de comandar la comuna.

Las últimas elecciones fueron inmisericordes con los nombres de la política doméstica con mayor nivel de conocimiento. Arroyo, tras una gestión paupérrima, obtuvo el 4% de los votos. Vilma Baragiola no solo no pudo cumplir su objetivo de ser la primera mujer intendente: ni siquiera pudo competir en octubre porque fue derrotada en las PASO. Excluido del armado del Frente de Todos, Gustavo Pulti debió conformarse con mantener la representación parlamentaria de Acción Marplatense. 

En cambio, Montenegro y Raverta tenían un bajo nivel de conocimiento en el inicio del proceso electoral. Cada uno con sus virtudes llegó adonde llegó. También gracias a la cada vez más decisiva influencia que tienen las grandes fuerzas políticas del país en la selección de los referentes de cada municipio. ¿Qué hubiera sido de ellos sin Juntos por el Cambio y el Frente de Todos? El interrogante contrafáctico invita a la reflexión.

Hace cuatro años, una de esas grandes fuerzas –entonces se llamaba Cambiemos– eligió a Carlos Arroyo y lo “vendió” en las elecciones con más atributos de los que tenía. La mitad de Mar del Plata “compró” y lo convirtió en intendente. Después Cambiemos se arrepintió, pero ya era demasiado tarde. La ciudad, que también se arrepintió, tuvo que esperar cuatro años para reemplazarlo. 

“No puedo ser tan animal de haber perdido 160 mil votos de una elección a otra”, dijo Arroyo al comparar los 183.686 sufragios que obtuvo en 2015 con los 15.944 de la escasa cosecha de 2019. En esa frase se encierra una de sus grandes equivocaciones: creyó que todos los votos eran de él y pecó de soberbio. Es de esperar que los líderes de la nueva época aprendan la última lección que impartió sin saberlo el ex director de escuela antes de dejar con más pena que gloria el despacho principal de la comuna.

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