Opinión

Bullying en las escuelas: ¿cómo crear condiciones favorables para una convivencia libre de violencias?

Por Lucía Prada

Más de cincuenta mil estudiantes han sido víctimas de acoso escolar en Argentina debido al bullying. Además del daño psicológico y físico, las consecuencias directas de estos comportamientos están asociadas a miles de muertes, por homicidio o por inducción al suicidio cada año.

Mucho menos se sabe que esos niños, niñas y adolescentes experimentan sentimientos de soledad, miedo y tristeza

en silencio. ¿Qué sabemos del lugar que ocupa nuestro país en el ranking mundial? Un reciente estudio realizado por Bullying sin Fronteras señala que el acoso escolar es toda intimidación o agresión física, psicológica o sexual contra una persona en edad escolar en forma reiterada de manera tal que causa daño, temor y/o tristeza en la víctima o en un grupo de víctimas.

Los resultados ponen en evidencia que la conceptualización y las campañas de prevención son clave para comprender que esta problemática excede el mero “juego de chicos”.

Los autores de este estudio en Internacional Bullying sin Fronteras estiman que 7 de cada 10 niños sufren todos los días algún tipo de acoso o ciberacoso en Argentina, volviendo a aparecer en cada inicio de ciclo lectivo el temor por el retorno a clases.

Además, el 95% de los chicos que conocen el bullying sienten que son los maestros los encargados de frenar la “epidemia” de este siglo.

Estos números llevados al contexto mundial son igualmente impactantes. En el ranking que se presenta a continuación se ve la cantidad de casos por país y el lugar que ocupa Argentina en este marco a nivel global:



En comparación con otros países, Argentina ocupa el puesto Nº 5 en cantidad de casos de bullying, alcanzando los 50.250. En América del Sur quedó en el puesto Nº 2, detrás de Brasil. A esto se le suma que el país tuvo 99 muertes de niños, niñas y adolescentes por bullying en 2022. La mayor concentración de casos se da en CABA y en las provincias de Buenos Aires y Misiones.

Este impacto en la salud mental en la etapa escolar tendrá lamentables consecuencias en la vida adulta en sus futuros educativos y laborales. Por lo tanto, el rol de la familia y de la escuela, y de los intercambios que ocurren en estos contextos, son muy importantes en esta etapa, ya que brindan el apoyo que precisan los adolescentes para enfrentar nuevos desafíos y avanzar con la incorporación y desarrollo de habilidades cognitivas, académicas y socioemocionales.


¿Qué se puede hacer?

Históricamente, la educación pedagógica ha centrado su método de enseñanza en una observación en forma detallada alrededor de la vida del alumno: rendimiento escolar, integración familiar, observancia en las reglas de conducta y concentración en un espacio físico determinado: el aula.

Un aspecto favorable a tener en cuenta es que un buen contexto escolar ayuda a reducir la exposición a entornos de riesgo, por lo que será clave optimizar el tiempo que los niños, niñas y adolescentes pasan en las instituciones educativas.

Las estrategias puestas en marcha en la escuela que estimulen a los estudiantes con incentivos para un máximo desempeño, teniendo en cuenta los intereses personales y las nuevas demandas en el mundo laboral, reducirá las malas decisiones y los comportamientos equivocados entre ellos.

Por lo tanto, trabajar en las competencias socioemocionales y cognitivas puede ser útil a los NNyA a

identificar y controlar sus propias emociones y las de los demás para mejorar el clima en el lugar de

aprendizaje, a la vez que se activa la atención selectiva en lo verdaderamente importante: la

construcción de un presente sano y un futuro prometedor.

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