Cultura

Bob Dylan: “Ni una sola vez tuve tiempo de preguntarme: ‘¿Son mis canciones literatura?'”

Enigmático, a los 75 años se consagró definitivamente como un gran poeta que usa el canto como impronta estética. Recibió el Nobel y agradeció que la prestigiosa Academia respondiera aquella pregunta del título.

“Ni una sola vez tuve tiempo de preguntarme: ‘¿Son mis canciones literatura?'”, dijo Bob Dylan en una carta de agradecimiento a la Academia Sueca, que le otorgó en octubre pasado el Premio Nobel de Literatura 2016, sellando, de alguna manera, la polémica sobre si el legendario músico, poeta y cantante estadounidense merecía el máximo reconocimiento literario.

Dylan, una de las figuras más importantes de la música popular del siglo XX, obtuvo el prestigioso premio por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. Y, como sostuvo Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca, por “ser un gran poeta en la tradición de habla inglesa, un sampler increíble y original que encarna la tradición”.

Fiel a su estilo enigmático, el artista de 75 años no asistió a la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, realizada el pasado 10 de diciembre en Estocolmo -presidida por el rey Carlos Gustavo de Suecia-, pero envió una carta donde, entre otras cosas, sostuvo: “Si alguien me hubiera dicho que tenía la menor posibilidad de ganar el Premio Nobel, pensaría que tendría las mismas probabilidades que de estar en la luna”.

Fue la cantante estadounidense Patti Smith, vieja compañera de ruta de Dylan, la que a sus 69 años cantó en la ceremonia “A Hard Rain’s a-Gonna Fall” (“Una fuerte lluvia va a caer”). El tema, publicado en 1963, es una compleja obra laberíntica, metafórica y profética que impacta con imágenes apocalípticas.

En uno de los versos fuertes de la canción -interpretada por una gran orquesta-, “I saw a room full of men with their hammers a-bleedin'” (“Vi una habitación repleta de hombres con martillos ensangrentados”) Smith se confundió la letra, perdió el hilo y, visiblemente emocionada, pidió disculpas con la serenidad que la caracteriza, lo que provocó un fuerte aplauso por parte de un público conmovido ante la potencia de la letra.

“Estaba en carretera cuando recibí esta sorprendente noticia, y me tomó más de unos minutos procesarla correctamente”, dice Dylan en la carta de agradecimiento, graficando la impronta que lo define: una vida en el camino que está en sintonía con la literatura de Jack Kerouac, uno de los autores de la Generación Beat, movimiento que dejó su marca en la obra del músico y poeta, como se refleja en “Like a Rolling Stone”.

Hacia el final de la carta, Dylan explica que ni una sola vez tuvo tiempo de preguntarse si sus canciones formaban parte de la literatura: “Por lo tanto -continúa-, doy las gracias a la Academia sueca, por tomarse el tiempo para considerar esa misma pregunta y, en última instancia, proporcionar una respuesta tan maravillosa”.

Esa reflexión recuerda, de alguna manera, al prólogo de Jorge Luis Borges para “El informe de Brodie” (1970), donde el escritor argentino apunta: “Recuerdo a este propósito que a Roberto Arlt le echaron en cara su desconocimiento del lunfardo y que replicó: ‘Me he criado en Villa Luro, entre gente pobre y malevos, y realmente no he tenido tiempo de estudiar esas cosas'”.

En el año 2000, el poeta chileno Nicanor Parra dijo en una entrevista al diario El Mercurio que Dylan se merecía el Premio Nobel por solo tres versos extraídos de la canción “Tombstone blues”, publicada en 1965. Los versos que recordó el chileno son: “Mi padre está en la fábrica y no tiene zapatos/ mi madre está en el callejón buscando comida/ yo estoy en la cocina, con el blues de los cementerios”.

Parra, de 102 años, nominado varias veces para el Nobel, modificó en ese entonces un poco la letra de Dylan, que en su versión original sería: “Mama’s in the factory, she ain’t got no shoes/ Daddy’s in the alley, he’s lookin’ for food/ I’m in the kitchen with the tombstone blues”. El tema corresponde a uno de los periodos más surrealistas de Dylan.

Poco antes de abandonar este mundo -el 7 de noviembre pasado-, el poeta, novelista y cantante canadiense Leonard Cohen dijo en la presentación de su último disco, “You Want it Darker”, que el premio Nobel a Dylan “es como ponerle una medalla al Everest, a la montaña más alta”.

En esa misma línea, el músico, poeta y cantante Tom Waits publicó un mensaje en Twitter donde afirmó que “ninguna voz es mayor que la de Dylan”.

Nacido como Robert Allen Zimmerman en Duluth, Minnesota, Estados Unidos, un 24 de mayo de 1941, el artista se inspiró en el poeta británico Dylan Thomas para forjar un nombre artístico que se convertiría, con los años, en un sello indiscutible no solo de la música folk estadounidense sino de toda la cultura del siglo XX: pocas obras pueden explicar tan precisamente el devenir de la sociedad moderna de los últimos 50 años.

Activista, pacifista, católico, trovador, eléctrico, ídolo de masas y figura de culto, Dylan logró como nadie, en 50 años de carrera, sintetizar la compleja sociedad estadounidense, ser una una voz clave en el cambio de paradigma cultural de los años 60, configurar una voz propia que supo convertirlo en una estrella de rock y, a su vez, en un poeta atemporal que marcó a varias generaciones.

Además de ser autor de más de 30 discos con los que melló la historia de la música popular del siglo XX, Dylan escribió dos libros: “Tarántula”, una suerte de poemario escrito a modo de monólogo interior en 1965; y “Crónicas. Volumen 1”, publicado en 2004, donde traza un recorrido por su propia vida a partir de una historia de la música americana mezclada con recuerdos, anécdotas, reflexiones y pensamientos.

“No debería causar tanta furia que un cantautor merezca el Nobel de literatura. En un pasado lejano, toda la poesía fue cantada o recitada como canto y los poetas eran rapsodas, bardos, trovadores. Lyrics viene de lira. Pero lo que Bob Dylan ha hecho no ha sido volver a los griegos o los provenzales. Se entregó en cuerpo y alma a la música popular americana del siglo XX”, sostuvo el historiador sueco Horace Engdahl en nombre de la Academia.)

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