por Mónica Faro
BRUSELAS, Bélgica.- Vestidos hechos de cacao, cientos de variedades de bombones, maridaje con cerveza, chocolate saludable e innovación de sabores son algunas de las tendencias que abrieron el IV Salón del Chocolate de Bruselas, una imprescindible cita para golosos entre productores, artesanos y consumidores.
Durante tres días, la capital belga, uno de los centros mundiales del cacao, reúne a 120 expositores que ofrecen al público exhibiciones, conferencias y talleres para presentar las nuevas tendencias de chocolate, cuyas ventas representan más de 4.000 millones de euros en el país.
Entre ellos, pasteleros de restaurantes Michelín, como los del dos estrellas “D’Eugénie à Émilie”, Éric Fernez, o “Bon Bon”, Christophe Hardiquest, que ofrecerán una “masterclass” con sus técnicas chocolateras.
El Salón del Chocolate es una feria itinerante que antes de venir a Bruselas pasó por Japón, donde generó al sector unas ventas de dos millones de euros en cinco días, explica a EFE su responsable, Sylvie Douce.
Entre las tendencias de esta edición, Douce destaca la orientación hacia lo “bio y las cosas sanas”, con fórmulas más ligeras y nuevos ingredientes.
“El consumidor es cada vez más exigente, busca novedades y las empresas rivalizan en imaginación y creatividad”, subraya.
Un ejemplo es la apuesta de la pequeña empresa The Good Chocolate Company, que ha creado un chocolate “terapéutico”, comercializado en farmacias, que potencia las sustancias del flavanol, un polifenol antioxidante presente también en el té verde y en el vino, que, según sus impulsores, favorece la salud cardiovascular.
Esta sustancia, avalada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en 2014, se potencia “con una selección de semillas fuertes en flavanoides, fermentadas, procesadas para aumentar su porcentaje en las tabletas”, explica a EFE la representante de la empresa, Maria Maricosu.
Los tiempos de los tres chocolates (negro, blanco y con leche) quedaron atrás: los paladares más atrevidos pueden sorprenderse ahora con variedades de tomillo, quinoa, jengibre o lavanda, o bombones líquidos de gintonic y mojito.
La cerveza, la otra gran estrella de la industria agroalimentaria belga, también tiene un espacio en el mundo del cacao, con una variedad concebida especialmente para consumir con chocolate negro.
“En una galleta de chocolate hay cacao y hay cereales; un bocado de chocolate conjuga perfectamente con los ‘cereales líquidos’ de la cerveza”, argumenta el cervecero y chocolatero Sven Deman, impulsor de esta propuesta en la empresa Valentino.
Sin embargo, también hay espacio para lo clásico: el chocolatero David Deyaert, de la casa Neuhaus, prepara para el público cientos de “Caprice” (Capricho), un icónico praliné creado para la Exposición Universal de Bruselas de 1958 como homenaje a la musa erótica Brigite Bardot.
Esa famosa casa de chocolates, fundada por un inmigrante suizo en 1857, inventó en 1912 el praliné, una pasta tradicionalmente compuesta de almendra o avellana y azúcar, característica en los bombones belgas.
Otro de sus maestros, Éric Lauwers, explica a EFE que “el secreto de un buen praliné es respetar las temperaturas”, así como trabajar con productos naturales.
“Sin esas claves no lograremos que estén brillantes ni crujientes”, asegura.
El Salón del Chocolate es también un punto de encuentro entre artesanos y productores, con representación de países como Perú o Belice. En el puerto de Amberes, el más grande del país, desembarcan al año 187.000 toneladas de cacao bruto.
Para cerrar cada día el salón, un desfile de vestidos hechos con chocolate, 18 modelos fruto de la colaboración de costureros, diseñadores y chocolateros, que lucirán durante tres días si sus efímeros materiales aguantan más de una puesta y no se tropiezan con ningún goloso por el camino.
EFE.