La segunda vuelta abre un sinfín de incógnitas en la relación que mantendrá el intendente con el próximo presidente y en cómo puede repercutir en su fuerza política. El antecedente de Alberto Fernández y el factor Kicillof.
Por Ramiro Melucci
Como una flor en el páramo, la relación del intendente Guillermo Montenegro con el presidente Alberto Fernández se marchitó pronto. En los inicios de la pandemia, cuando el primer mandatario tenía la imagen por las nubes y se entendía a la perfección con Horacio Rodríguez Larreta, el jefe comunal era uno de sus predilectos.
Eran tiempos en que los dos se enviaban guiños en clave nostálgica: memoraban la época de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde Fernández era profesor y Montenegro alumno. Una vez, el Presidente hasta le dijo “amigo”.
El final de los mandatos de ambos los encuentra distantes. Ya en la previa de las elecciones de medio término el intendente habilitó a uno de sus hombres a que tildara de mentiroso al Gobierno nacional por las medidas restrictivas por el Covid que alcanzaban a Mar del Plata. “No me quiso escuchar”, respondería Fernández, también en alusión a una restricción por la pandemia.
Después vinieron las acusaciones de discriminación, con las que Montenegro siempre apuntó a Axel Kicillof pero nunca dejó de incluir en el combo a la Nación. Y algunas respuestas. Pero no mucho más. “Sería muy malo para la ciudad si no podemos trabajar en conjunto”, había dicho Montenegro antes de asumir. No pudieron.
Ahora, en el marco de las elecciones más inciertas desde el regreso de la democracia, al intendente se le abren dos escenarios opuestos, con ventajas y riesgos, según se mire. La relación que podría entablar con Javier Milei es impredecible. Si el libertario gana, la única certeza de ese vínculo es, a priori, la que pueden brindar las presencias de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Cristian Ritondo, entre otros miembros del PRO que respaldan su candidatura, en el lado vencedor de la contienda electoral.
Sería de gran ayuda que no conversen nunca sobre el cambio climático. “Es un tema del que nos tenemos que ocupar y para esto es importante que trabajemos en equipo”, posteó Montenegro dos días después de ganar las elecciones. Contra toda evidencia científica, el libertario cree que la actividad humana no influye en el asunto.
Si gana Massa, la relación con Montenegro puede aventurarse. Sería la de dos políticos que entienden el juego y conocen los códigos. Un triunfo del candidato de Unión por la Patria fortalecería, de todos modos, a la oposición local, que ya celebró con el triunfo de Kicillof en la provincia de Buenos Aires.
En la primera entrevista que dio tras su triunfo electoral, cuando se terminaba el 22 de octubre y comenzaba el 23, Montenegro habló con LA CAPITAL de los dos candidatos presidenciales que quedaban en carrera. A uno lo llamó por el nombre y al otro por el apellido, pero procuró pararse en el medio: “A Sergio lo conozco desde que estaba en la Anses y a Milei desde hace cuatro o cinco años. A Sergio por ahí lo he visto más veces por trabajo, y con Milei estuve tres o cuatro veces también. No tengo una relación. Tengo, sí, trabajo y conocimiento”, declaró.
La única certeza del vínculo de Montenegro con Milei es, a priori, la que pueden brindar las presencias de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Cristian Ritondo, entre otros miembros del PRO que respaldan la candidatura del libertario.
Una línea argumental que se escuchó en los últimos días dice que a los gobernantes de Juntos por el Cambio les conviene que gane Milei porque, al carecer La Libertad Avanza de grandes estructuras locales, probablemente esos dirigentes terminen absorbiendo los votos. Y porque, además, no crecerían sus rivales peronistas.
El gobernador de Jujuy y presidente de la UCR, Gerardo Morales, miró otro costado de la ecuación. “Si gana Milei no vamos a poder pagar los sueldos de los empleados públicos”, lanzó, en alusión a la propuesta de eliminar la coparticipación federal. Desde Unión por la Patria, Kicillof reforzó el concepto: “No vamos a poder hacer ni un metro de asfalto. Va a ser muy difícil continuar, terminar y profundizar” las obras en marcha.
La presencia de Kicillof en la provincia de Buenos Aires no puede soslayarse si se analiza la posible relación de Milei con Montenegro. Es factible sospechar que el gobierno bonaerense no recibiría de la Nación la cantidad de fondos que le proveyó el gobierno de Fernández, lo que podría dificultar proyectos de la Provincia en la ciudad, como el de la circunvalación o la construcción del nuevo hospital de alta complejidad.
De los dos candidatos, el único que compuso una melodía exclusiva para los marplatenses y para atraer a Montenegro fue Massa. Dijo que trabajará en conjunto porque ama a Mar del Plata, prometió colaboración en materia de seguridad, destacó los alcances del Previaje y se comprometió a compensar los desequilibrios en los subsidios al transporte.
Montenegro también tiene un mejor vínculo con los dirigentes del candidato de Unión por la Patria en Mar del Plata. El último verano compartió un acto en la playa con Juan Manuel Cheppi. En cambio, con el armador de La Libertad Avanza en la ciudad y la quinta sección, Alejandro Carrancio, cortó el diálogo cuando el concejal y diputado provincial electo votó contra el pliego del transporte. Es un dato que podría enredar futuros armados electorales, no un problema de gestión: está claro que los puentes de Montenegro con Milei no estarían construidos sobre cimientos facilitados por Carrancio.
Aunque con una fisonomía distinta, un triunfo de Massa mantendría robustecida la estructura local de Unión por la Patria, que incluye al kirchnerismo, rival ideológico y conceptual de Montenegro. En la chiquita (esa que le importa más a la dirigencia política que a la gente), el peronismo mantendría todos los cargos en las oficinas públicas nacionales. Un triunfo de Milei fortalecería al macrismo, con todos sus adherentes locales. Es probable que el reparto de cargos en las sedes nacionales tome en cuenta ese acuerdo.
Tanto con Milei como con Massa, Juntos por el Cambio mantendría el riesgo de dividirse. Con Milei, porque ya Macri entendió que es tiempo de que el PRO cambie de aliados: integraría el oficialismo, mientras que la UCR oficiaría de oposición. Con Massa, porque el gobierno de unidad nacional sumaría a representantes de JxC que no apoyaron al candidato de La Libertad Avanza. El anticipo de que el ministro de Economía no será de su fuerza política ya disparó un sinfín de conjeturas.
En el ala dura del PRO suponen que, más allá del resultado del balotaje (donde habrá fiscalización conjunta con La Libertad Avanza), en el plano nacional emerge una nueva alianza bajo el lema que instaló Bullrich: “Libertad para el Cambio”. El gobierno de Montenegro, edificado sobre la base del acuerdo con el radicalismo y la Coalición Cívica, deberá parapetarse. Rige para Juntos por el Cambio una alerta meteorológica: los vientos que soplan pueden convertirse en huracanes.