Cultura

Así restauran las estatuas que se salvaron del incendio de Notre Dame

por María D. Valderrama

PERIGUEUX, Francia.- Un puñado de artesanos ultiman la restauración de las dieciséis estatuas de la aguja de Notre Dame, a punto de cumplirse los dos años del grave incendio que asoló la catedral y del que se salvaron por muy pocos días.

Hasta el 11 de abril de 2019, las figuras de los doce apóstoles y los cuatro evangelistas rodeaban con su característico color verde de cobre oxidado la base de la aguja de la catedral, añadida durante la restauración del arquitecto Eugène Viollet-le-Duc a mediados del siglo XIX.

El templo se preparaba para una profunda restauración de la aguja de plomo y sus demás componentes. Elegida para realizar la renovación de las estatuas de cobre forjado, la compañía Socra había trabajado un mes en los preparativos de la retirada.

“Después de un mes de preparación, el día 11 llegamos a las ocho de la mañana y a las cuatro de la tarde ya estaban todas las estatuas en el camión. Nos dio tiempo hasta a parar a comer”, recuerda orgulloso Richard Boyer, director de la empresa, en declaraciones a EFE.

La intervención fue un éxito y al día siguiente las imágenes, de 3,40 metros de altura y 150 kilos cada una en el caso de los doce apóstoles, habían atravesado los 500 kilómetros que separan la capital del Perigord, región conocida por sus vestigios históricos y sus especialidades de trufa y pato, y se encontraban ya a salvo en esta nave industrial.

Un elemento de unión

Tres días después llegó el incendio que destruyó buena parte de la catedral y conmocionó París y toda Francia, y del que las estatuas se salvaron por muy poco.

“Estas estatuas se convirtieron en un elemento de unión. Durante cuatro meses no las tocamos, el arquitecto jefe tenía otras preocupaciones más urgentes, y de pronto todo el mundo pensó en ellas, en que habían sido salvadas”, cuenta Boyer.

En aquellos traumáticos días tras el incendio, del que este jueves se cumplen dos años, arquitectos de todo el mundo pidieron que la reconstrucción de la catedral incluyera un gesto contemporáneo.

Las imágenes de Notre Dame con el techo acristalado e incluso con piscina se volvieron virales en redes sociales, pero una vez asimilado el golpe inicial, la salvación de las estatuas fue el argumento de mayor peso para una reconstrucción fiel al proyecto de Viollet-le-Duc: la aguja no se había perdido pues una parte de su composición original estaba a salvo en Périgueux.

La estatua de Viollet-Le-Duc

Dentro de esta nave industrial, que pasa desapercibida en este polígono de provincias, resuenan golpes de martillo y las llamas abrasadoras de los sopletes, que obligan a subir la voz.

Destaca al fondo la imponente estatua de San Andrés, que ha recuperado su color cobrizo y espera a que le pasen una última patina en el original tono marrón con el que las pintaron.

Están pendientes de restauración las cuatro figuras de los evangelistas y de tres apóstoles, entre ellos la más famosa de las estatuas de la aguja: Santo Tomás, patrón de los arquitectos, a quien Viollet-Le Duc dio su rostro y pidió esculpir con la cabeza girada y la mano sobre la frente, mirando hacia su propia obra.

Recostada en una estructura metálica, la estatua está aún medio abierta y luce en su interior en una armadura metálica nueva y lustrosa.

Las estatuas están compuestas por una quincena de placas de un milímetro de espesor y esculpidas con un martillo que va dando la forma. Después son soldadas y mantenidas por un esqueleto interior de elementos metálicos en hierro puro.

Pero el hierro y el cobre son incompatibles y esto provocó una oxidación acelerada de los elementos férreos y la separación de algunas placas por las que entró el agua. Para evitarlo, ahora se coloca un aislante entre el hierro y el cobre que evitará el contacto entre ambos.

Artesanía y herencia

En sus casi 180 años de vida, las estatuas sólo han recibido pequeños repasos. Esta es la primera vez que son restauradas a fondo, e incluso algunas placas han tenido que ser renovadas completamente por los artesanos.

Entre ellos, Olivier Baumgartner, especialista en metal, que trabaja en la estatua de San Marcos, representado con un león alado.

Baumgartner martillea la base de la estatua en una placa cuadrada que somete a una temperatura de 600 grados para poder moldearla. Cuando acaba con el soldador arroja un cubo de agua y el color negro se convierte en un llamativo naranja quemado.

“Es una auténtica maravilla trabajar en obras como esta”, reconoce.

Cada restauración lleva varios días e incluso semanas. Calculan que la construcción de una pieza nueva hoy llevaría un año de trabajo entre dos personas, frente a los seis meses que se requerían en el siglo XIX.

Después de soldar las piezas, serán sometidas a un proceso de microabrasión para eliminar la oxidación verdosa y posteriormente pintadas en marrón oscuro, color que en su día tenía también la Estatua de la Libertad para cuya construcción, por cierto, había sido contratado Viollet-le-Duc.

Este verano, las siete estatuas restantes viajarán a París donde serán expuestas con el resto de sus compañeras en la Cité de l’Architecture et du Patrimoine, cerrado desde octubre por las restricciones sanitarias.

Y, si se cumplen los plazos de la restauración, en 2024 los apóstoles volverán a velar por París desde lo alto de Notre Dame. Todos salvo Violette-le-Duc que con la mirada girada hacia la aguja seguirá protegiendo su obra.

EFE.

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