Por Juan Lamarche
Existe una tendencia a adjudicar todos los males de nuestro país a los políticos. No acuerdo con esa posición, es cierto que conllevan la responsabilidad de operar con lo público pero los políticos son productos de nuestra sociedad y tienen sus mismas virtudes y defectos. Nuestra historia nos muestra casos singulares que no siempre se señalan, uno es el del presidente Arturo Illia, de una honestidad probada y una gestión eficaz. Nació en Pergamino en 1900 y murió en Córdoba en 1983. Realiza estudios primarios en Pergamino y secundarios en Buenos Aires, en 1918 ingresa a la facultad de medicina de la UBA, ese mismo años estalla en Córdoba el movimiento de la reforma universitaria que propugnaba una universidad gratuita, libre y cogobernada, movimiento de vanguardia en América latina y el mundo. Se graduó en 1927 y un año después tuvo una entrevista con el entonces presidente Hipólito Yrigoyen a quien ofreció sus servicios de médico, el líder le recomendó que fuera médico ferroviario en distintos lugares del país, entonces se radicó en Cruz del Eje, Córdoba donde ejerció su profesión hasta el año 1963, en que es nombrado presidente de la nación.
Illia asume en elecciones fuertemente condicionadas por la proscripción del peronismo y el comunismo a los que el nuevo presidente habilita. Fue un gobierno ignorado en su momento y rescatado posteriormente. Amplias libertades y economía favorable. Se implementó el salario mínimo, vital y móvil, una ley de medicamentos, la de Oñativia que promulgaba un control de precios y congelaba los precios, se dice que fue una de las causas del derrocamiento del presidente en 1966. La política educativa fue una de las más generosas de la historia, se llevo el presupuesto educativo del 12% al 23%. La política económica ordenó la administración pública, aumentaron los salarios y bajó la desocupación. El derrocamiento tuvo que ver más con los aciertos que con los errores, el triunfo del peronismo en las elecciones legislativas, una feroz campaña de la prensa que calificaba al presidente como una tortuga y el sector militar siempre apto para los golpes. Muchos de ellos se arrepintieron expresamente. El día del golpe salió en un taxi hasta Martínez donde residía un hermano. Terminó ejerciendo la medicina en su ciudad hasta su muerte en 1983. Recuerdo bien esa época de mi adolescencia, mi padre era radical. Escribió Arturo Umberto Illia: “Solo será justo nuestro orden social cuando se logre que los recursos humanos, unidos al avance técnico del país, permitan asegurar al hombre argentino la satisfacción de sus necesidades físicas y espirituales”.