Por Adrián Freijo
El intendente Carlos Arroyo firmó un comodato para cederle a la Asociación de Veteranos Defensores de Malvinas (Avedema) la histórica sede de la Fundación Papelnonos. El jefe comunal, a días de abandonar el poder, decidió echar al reconocido grupo de adultos mayores de su casa, la cual mantienen con esfuerzo y sin ayuda del Municipio desde hace treinta años.
No se trata de discutir el derecho que pueden tener los beneficiados en contar con una lugar propio para desarrollar sus tareas y mucho menos menoscabar su carácter de representantes de una generación de argentinos que lucharon con heroísmo en la defensa de nuestro Atlántico Sur. Simplemente cuesta comprender porque se priva de su derecho a una institución amada y respetada por los marplatenses como es Papelnonos, que brinda un ejemplo de vida cuyo influjo llega no solo al resto de los adultos mayores sino que se derrama como un rayo de luz sobre todas las generaciones mostrando lo que puede lograrse cuando se desecha la edad como límite de la creación.
Y aunque desde el municipio de insista en que se trata de un espacio en desuso y que las dos instituciones podrán «compartir» el espacio, lo cierto es que la diferencia de incumbencias entre ambas hace incompatible dicha convivencia. Sin contar con el destrato sufrido por los actuales moradores que no fueron consultados sobre la medida en curso.
Mar del Plata es la sede fundadora de Papelnonos. A raíz de la experiencia construida en la ciudad, la impronta se expandió por Argentina y otras 70 veces también en México, Ecuador, Chile, Costa Rica y hasta en Australia, contagiando el entusiasmo y la receta social para resignificar la vejez mediante el arte y la cultura.
Sabe Arroyo que su actitud genera un conflicto y encerrado en ese desequilibrio intelectual y emocional que acompañó una gestión solo orientada a beneficiar a familiares y allegados, pretende abandonar la escena con un nuevo gesto de rencor, de división y de autoritarismo.
Está en el Concejo Deliberante rechazar sin más el decreto de marras y debería ser intención de los propios veteranos de guerra dar un ejemplo de grandeza rechazando un beneficio que saben conseguido sobre el daño a quienes, a una altura de sus vidas en la que muchos ya han tirado la toalla, insisten en un ejemplo de vitalidad creativa y de apego a un arte que también es expresión de la soberanía de los pueblos. Hacerlo significará avanzar mucho más en el reconocimiento de los marplatenses que con cualquier actividad que puedan desarrollar en una sede conseguida de esta manera.
Si ha sido la intención del ajado personaje, que deja por fin un poder que nunca supo honrar, volver a enfrentarnos, debe ser la de cada uno de nosotros demostrar la capacidad de ceder en beneficio de quien más lo necesita y además puede esgrimir derechos adquiridos sobre ese espacio físico. Casualmente lo que todos reclamamos sobre nuestras islas y los veteranos lucharon por reivindicar.
Una buena ocasión para demostrar que los pueblos no siempre tienen la cara miserable de sus gobernantes…