por Verónica Dalto
Alrededor del 60 % de los niños argentinos comenzaron la segunda ola de Covid-19 hundidos en la pobreza, según datos oficiales. Una situación difícil de revertir en la que resulta clave la alta inflación y las restricciones que condicionen el rebote económico del país, tras el agravamiento en 2020, por la pandemia, de una recesión que ya dura tres años.
Al segundo semestre del año pasado, un 57,7 % de los niños menores de 14 años ya estaba sumido en la pobreza, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), lo que supone más de 5 puntos porcentuales por encima del segundo semestre de 2019, antes de la pandemia.
Avanzado el primer semestre de 2021, se espera una persistencia de la pobreza porque el Gobierno de Alberto Fernández ha vuelto a apostar por nuevas restricciones a la circulación, que incluyen pasar las clases escolares a la virtualidad.
Y a este nuevo confinamiento se ingresa con más niños y niñas pobres que a fines de 2020.
“Es un hecho que la pobreza aumentó en el primer semestre de este año, en la medida que no se puede contener la inflación y se quitan ingresos”, dijo a EFE el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet) y consultor de Unicef, Jorge Paz.
La inflación trepó al 46,3 % interanual en abril último, según el Indec, en tanto las transferencias de ingresos que había hecho el Estado para amortiguar el paro de la actividad en 2020 se fueron desactivando, si bien el mes pasado se volvieron a ampliar algunas ayudas sociales.
De hecho, el último promedio semestral de 2020 está compuesto por una pobreza infantil que ya había ascendido a 62,9 % entre octubre y diciembre pasados.
Más hacinamiento
Aunque en la segunda mitad del año pasado la pobreza afectaba al 42 % de la población, la pobreza infantil es superior, ya que los hogares pobres tienen más niños en proporción a los no pobres, son monoparentales (principalmente, de mujeres), o con más de una familia en el hogar y se mezclan con el problema de las madres adolescentes.
En la pobreza infantil en Argentina tiene “un peso muy importante la característica de la vivienda, el hacinamiento, la calidad de los materiales, la tenencia de baño, de agua corriente, de cloacas, de saneamiento ambiental”, afirmó Paz.
El experto señaló que los niños pobres argentinos gozan de una mayor asistencia escolar y acceso a la salud pública que sus pares latinoamericanos. Sin embargo, el año pasado el Gobierno cerró las escuelas para evitar los contagios, algo “dramático”, porque según destacó, en los colegios “los chicos tenían comida, agua potable, un bidón con agua buena, y recrudeció la mortalidad por diarreas”.
Ayuda estatal
El aumento de la pobreza en Argentina se dio a pesar de la ayuda estatal que distribuyó el Gobierno en 2020.
Para Paz, “sería peor” la situación si el Estado no fuera “el pagador que es” y recordó que “tiene un sistema de protección social que es enorme”, aunque “cae sobre las espaldas de los sectores medios y altos del país”.
El resultado, según sus datos, es que por la crisis de principios de siglo el producto interior bruto cayó 10,9 % en 2002 y el año pasado 9,9 %, pero la pobreza infantil aumentó a 76,8 % y 57,7 %, respectivamente.
En esos 20 puntos menos de pobreza “está el Estado argentino, lo que hace para sostener el ingreso de la gente”, especificó Paz.
Muchas de las personas en los bordes de la línea de la pobreza igualmente se empobrecieron debido al aumento de los precios y la caída de los ingresos laborales.
“La pandemia golpeó más en los sectores medios-bajos”, subrayó.
La red de contención se completó con la mayor afluencia de personas a los comedores populares.
Falta de crecimiento
La pobreza ya era creciente en Argentina antes de la pandemia (en 2017 era del 25,7% a nivel general y del 39,7% en los niños).
“No logramos bajar la pobreza porque no tenemos crecimiento económico y tenemos una alta inflación”, indicó el consultor de Unicef.
Relacionado con la falta de crecimiento, la insuficiencia de inversiones y la pobreza, se encuentra la informalidad laboral, compuesta de changas (trabajos informales u ocasionales) y empleos inestables.
“Los trabajadores salen porque no les queda otra. Si no, no comen. Asumen el riesgo de contagio”, aseveró Paz. El drama de la pobreza infantil es la “reproducción intergeneracional de la pobreza”, recordó Paz, porque comienzan a trabajar o son madres prematuramente, truncan su trayectoria escolar y no pueden salir de la informalidad.
EFE.