por Agustín Busefi
De no ser por la persistente memoria, no lo estaría recordando. Fue un sábado con ilusión de bailarines maquillándose y augurio de un gol en el minuto noventa. Todo quedó trunco como si el cielo se hubiese derrumbado también sobre nuestro partido de fútbol en el Parque Chacabuco. Y por esta vieja costumbre de recordar que tenemos los argentinos lo hago frente a una copa de tinto y a la nostalgia del impiadoso cigarrillo. Yo tenía apenas catorce años…¡cómo pasa el tiempo!, reflexiono con mis ochenta, ¡cómo pasa y lastima! Fue un sábado gris y, a la noche, empezó a caer una garúa penetrando el alma. En los días siguientes sí que llovió, como nunca y con lágrimas profundas… y vendrían flores podridas…. y en la vereda de enfrente copas de champagne. El domingo amaneció más silencioso que nunca. Sin euforias, sin partidos; sin risas ni algarabías. Los pobres sentíamos que se vendría con los días de guardapolvos enlutados y mamelucos de obreros enmudecidos como el raro murmullo de los tranvías. Y transcurrieron las semanas sumando horas de lluvias interminables y pésame clavado en la garganta. Fui con mi amigo Floreal hasta el Congreso. Vimos el cuerpo que tiempo después sería mutilado y salpicado por los festejos y que viviría en oscuro exilio. Conocimos el olor de las flores marchitas y supimos que se agotaron en todas las florerías. Floreal y yo seguíamos en la fila. Después bordeamos el féretro hasta sorprendernos frente a ese rostro tan bello. Miramos el brazalete negro en el brazo izquierdo de su marido, un brazalete oscuro como cabecitas negras enmudecidas sin Campeonatos Infantiles. Ahora, aquí, solo, sin el humo de mi cigarrillo observo que todo ha cambiado y escucho el silencio del asfalto. Aquel sábado me llena de nostalgias y me embriaga con esta copa vacía. Es el sábado de aquel julio que no quiero olvidar y todavía sangra sin importarle de aquellos que pudieron sonreír, ni del pobre Floreal que, al tiempo, fue un desaparecido.
Buenos Aires y el mundo siguen irónicamente por distintos caminos, del brazo con el odio y el amor. Todavía.
(*): Dramaturgo y director de teatro.