El éxito de la serie canadiense “Anne with an E” trajo de vuelta la novela de Lucy Maud Montgomery publicada en 1908 que narra la historia de una niña huérfana, quien gracias a su creatividad logra cautivar a la población de la Isla del Príncipe Eduardo a fines del siglo XIX. Un repaso por esta obra que es deleite para todas las edades.
Anne, la de Tejados Verdes
Lucy M. Montgomery / Pablo De Bella
Buenos Aires
Catapulta
2021
389 páginas
Por Angie Diz (*)
“Anne, la de Tejados Verdes”, publicado por primera vez en 1908, fue el primero de una larga saga sobre la vida de Anne, y lo que se llama un “clásico” de la literatura juvenil que sirvió como inspiración para películas y series. En esta historia, la pequeña Anne, de tan solo once años, es adoptada por dos hermanos, Marilla y Matthew Cuthbert, quienes en verdad esperaban un niño que les ayude con la labor cotidiana. Desde el comienzo y a lo largo de la historia, pareciera que Anne, de alguna forma siempre ha podido burlar su destino. Lo interesante del personaje es el contraste que genera con todos los demás del pueblo; principalmente con Marilla, una mujer acostumbrada a seguir todas las reglas sin cuestionar; y con Matthew, un hombre muy callado que intenta pasar desapercibido.
La personalidad soñadora de la protagonista y cómo ella se adapta al mundo real es lo que nos acerca, nos intriga y nos conmueve de esta historia. La niña tiene una capacidad imaginativa interminable y una sensibilidad especial, que derivan en exquisitos e interesantes relatos. Un ejemplo es su capacidad para nombrar de nuevo, cual poeta: “Oh, tampoco me gusta ese nombre. Lo llamaré… veamos… el Lago de las Aguas Refulgentes. Sí, ese es el nombre correcto. Lo sé porque sentí un estremecimiento”; o la búsqueda de palabras justas que expresen sus sensaciones: “Oh, bonito no me parece la palabra más adecuada. Ni tampoco hermoso. No es suficiente. ¡Oh, era maravilloso, maravilloso! Es la primera vez que veo algo que mi imaginación no puede mejorar. Me dejó satisfecha aquí -y puso la mano sobre su pecho-, me hizo sentir dolor y, sin embargo, era placentero”; o su apreciación de la música de las palabras: “Leí una vez en un libro que, si la rosa tuviera otro nombre, su fragancia sería la misma, pero no puedo convencerme de que sea cierto. No puedo creer que una rosa sería igual de linda si se llamara cardo o calabaza”.
Otro pilar fundamental de la novela lo conforma el lugar donde se desarrolla la historia, que cobra un papel definitivamente importante para la protagonista y la narración. Se trata de Tejados Verdes, una bellísima casa ubicada en Avonlea, un pequeño pueblo ficticio en la Isla del Príncipe Eduardo. La cantidad de árboles que se mencionan: manzanos, ciruelos, cerezos, abedules, abetos, arces, entre muchísimos otros, enriquecen las descripciones paisajísticas de esta bella historia, junto con los estanques, lagos, senderos, y el mar. Así, las fragancias, colores y paisajes se pueden recrear con facilidad gracias a estas descripciones.
El humor es otro ingrediente relevante en la historia. En ocasiones, es logrado por el contraste entre las largas divagaciones de Anne, las cuales son respondidas más de una vez por peticiones de silencio. También lo gracioso se genera al imaginar una niña de once años utilizando un vocabulario tan rico y complejo, como cuando Anne le dice a Marilla: “me encuentro sepultada en los abismos de la desesperación”. A medida que la historia transcurre y ya conocés a este personaje tan peculiar, sorprendente e imaginativo, causa gracia esperar su reacción o respuesta a las diferentes situaciones y personajes, en un equilibrio justo entre lo particular de una heroína con demasiado vocabulario y capacidad pensativa y las actitudes triviales de una niña de once años, con su ingenuidad e inexperiencia.
La esperanza en la vida y la alegría por el hecho de estar en este mundo son sensaciones que Anne nos recuerda con algunos de sus comentarios, tales como: “todos los tipos de mañanas son interesantes, ¿no creen? Uno no sabe qué ocurrirá durante el día y hay un gran espacio para la imaginación”; o “¿No es magnífico pensar en todas las cosas que hay que averiguar? Simplemente me hace sentir contenta de vivir. ¡Es un mundo tan interesante!”.
La novela es de una lectura rápida y entretenida, en la que pasamos de la llegada de Anne y adaptación al lugar, a sus primeros días en la escuela, sus amistades y el vínculo con los mandatos propios de la época y el lugar. Su actitud reflexiva y sus refutaciones hacen que Marilla entre en jaque en la difícil tarea de educarla y de suavizar el temperamento de una niña tan sensible y emocional, que ama con la misma intensidad con la que odia, y su terquedad está también al mismo nivel que el de sus buenas convicciones. Sin embargo, las decisiones que Anne va tomando, nos permiten concluir que los desafíos y obstáculos por los que pasa dejarán valiosos aprendizajes para ella sin quitarle su espíritu soñador y alegre.
Creo que la magia de este libro es recordarnos a nuestro propio niño interior y preguntarnos dónde se encuentra, cómo está y si está orgulloso del adulto que hoy somos… En resumen, es una lectura que deleitará a personas de cualquier edad con ganas de acompañar ese particular proceso, tan difícil siempre, de dejar de ser niños.
(*): Integrante de la ONG Jitanjáfora.