Cuando se conocieron cada uno venía con sus sueños. Los juntaron a todos y soñaron sueños nuevos, a dúo. Acaso, esa simpleza sea el amor. En estos momentos están soñando uno de esos sueños: conocer toda América.
Por Dante Galdona
Andando América es el proyecto de Bruno y Romina, quienes desde octubre de 2017 recorren todo el continente con la idea de llegar hasta Alaska en una Estanciera, con muy poca plata, con los bolsillos llenos de aventura y creatividad.
A Bruno “desde la más temprana juventud le estaba rondando la idea de viajar, de perderse en el continente” y eso estuvo siempre, aunque “cuando las cosas están bien porque están bien, cuando las cosas están mal porque están mal” fue poniendo excusas hasta los treinta y tres. Pero una noche “se habló, se compartió y se soñó juntos” y Romina, para quien “hasta hace unos años atrás la situación era impensada”, tomó parte del sueño. “Venía sintiéndome muy ‘incómoda en la comodidad’ de la vida que llevaba. Fui atravesando muchos procesos internos, de crecimiento de mirar hacia adentro, de cuestionarme acerca de mis sueños y encontrarme capaz de realizarlos, todo esto hizo que al momento de encontrarnos estuviera lista para emprender un proyecto como éste”, dice.
Dado ese paso, empezaron los preparativos. Romina dice que “lo primero fue contarlo, luego fue conseguir el vehículo para el viaje y crear en ella un hogar fue un proceso que llevó tiempo y dedicación”.
“Por otro lado, la organización temporal y económica que ideamos resultó ser muy distinta en los hechos” pero se las arreglaron.
Sin dinero, pero con creatividad
El dinero se terminó pronto, pero cuando un sueño empieza debe completarse. Con tal de no despertar, hacen y venden artesanías pintadas a mano con frases o diseños que “motiven a cuestionarse en cuanto a los sueños que tienen quienes nos ayudan (cuadros en pequeño formato, imanes, prendedores, etc.) que vamos vendiendo en ferias o donde se presente la oportunidad”.
“Fue todo un aprendizaje encontrar el modo de vender y darle un valor adecuado a lo que producimos. La realidad es que necesitamos mucho menos de lo que se piensa. Por otro lado está surgiendo el poder hacerlo con la música también”, dice Romina, aprovechando el talento de su compañero de ruta y sueños, a lo cual Bruno agrega que
“una idea es armar un estudio móvil en la estanciera. Ir grabando mis propias composiciones con ayuda de músicos lugareños y música compuesta por ellos y directamente subirla a la nube para que se pueda escuchar en cualquier lluvia por cualquier lugar. También está rondando en la cabeza la idea de realizar libros ilustrados con cuentos y poesías. Eso es más bien algo que viene soñando Romi pero a mí me encanta y también existe la posibilidad de que nos genere algún ingreso económico, así que vamos para allá”.
Se han encontrado en el camino con gente que más o menos está en la misma que ellos “cada cual construyendo su forma. En auto, en camioneta, motor home, moto, bici, a pie, solos, en pareja, con amigos, con hijos”.
También están los vínculos con los lugareños, quienes reaccionan a su historia de las formas más disímiles e “incatalogables”. De todas formas, casi todos te ayudan, y son los que se acercan espontáneamente, ya sea con aliento, ofreciendo su hospitalidad, una casa donde pasar unos días, un patio, una comida en familia o no, una ducha, comprando un cuadro y en algunos casos, con su amistad. De hecho, de muchos lados nos llevamos amigos con los cuales seguimos en contacto y siguen presentes en lo cotidiano”.
La meta es el viaje
“Hace poco si nos preguntaban con cuánto tiempo íbamos, respondíamos que viajábamos sin tiempo, ahora nos dimos cuenta de que viajamos con tiempo… con todo el tiempo del mundo”, dicen.
“Tenemos la seguridad concreta de poder llegar hasta México después tendremos que sortear las barreras burocráticas para alcanzar el extremo norte del continente. De ida por la costa del pacífico previo paso por el Amazonas”, comentan, pero ese no es en sí el objetivo mismo, “tenemos claro y aclaramos que la meta del viaje es el viaje, por lo cual ya llegamos en cada lugar que estamos”.
De todos modos, llevan una hoja de ruta que “se modifica continuamente. Hay lugares a los que sabemos que queremos llegar y otros que aparecen en el andar. Ahora la idea es seguir subiendo y atravesar Bolivia (NdR: al momento de esta nota estaban en Cafayate, Salta)
Los mejores lugares, la gente
Cuando es el momento de preguntarles cuáles son los lugares que más les gustaron, Romina es directa: “Siempre decimos que los lugares están hechos de su gente y es lo que más nos gusta conocer en cada parada. Hay paisajes impactantes, que movilizan profundamente, pero sin dudas los vínculos que construimos en los lugares donde estuvimos nos dejaron huella. Personalmente, a estas alturas, he llegado a sentirme como en casa cuando estamos en ruta”. Y Bruno completa: “Más que los dóndes importan los quiénes. De todas formas hay una construcción simbiótica entre la gente y la geografía. Ver cómo se hacen habitables lugares donde las condiciones de vida al natural serían casi imposibles es muy bueno para plantearse la fragilidad y fortaleza de las sociedades, más aún de la humanidad. Pero yendo al tema, la ruta 25 es una ocasión única para pensar, estar en el sur tanto chileno como argentino es notar que las fronteras sólo rigen a los que están lejos de ellas porque de uno o del otro lado de la cordillera es la misma cosa, pura calidez humana, quizás sea porque se los exige el frío. Ver las acequias en todo Cuyo muestra la persistencia y la audacia de espíritu. Pero en fin, lago más lago menos, valle más valle menos, en todos lados amanece lindo”.
Problemas, “es lo mejor que puede pasar”
Los inconvenientes, no tardaron en llegar, más precisamente comenzaron “antes de partir, mayormente por cuestiones vinculadas a la Estanciera, que siempre han sido resueltos de modos que nos permitieron vivir alguna experiencia enriquecedora. De hecho llegamos a decir en broma que lo mejor que nos puede pasar es que se nos rompa la Estanciera. Y nos han sucedido cosas realmente buenas y asombrosas. En Tres Arroyos, ni bien partimos, tuvimos problemas con la dirección, se nos salieron los tres tornillos que sujetan la polea de la correa y el depósito de aceite, era domingo por la tarde, al otro día feriado. En ese momento aparece la ayuda: dos hombres ofreciendo su voluntad y sacan su cajón de herramientas, y entre todas las llaves viejas tenían tres tornillos, los tres encajan justo. Y seguimos, despojados de misticismo pero a su vez sabiendo que estábamos contenidos por el camino. El viaje en sí es siempre una situación de aprendizaje y todas las dificultades que te propone, no sólo las mecánicas, te enseñan a confiar. En vos mismo y en tu capacidad para resolverlo y, en el otro, en su capacidad de dar su ayuda”.
A pesar de los inconvenientes, nunca pensaron en volver y dejarlo todo. “Recién nos estamos acostumbrando y aprendiendo de la situación de viaje. No es que resignemos el confort de los sillones pero nos adaptamos a nuestra nueva realidad. Seguimos en proceso de adaptación, reconociéndonos en situaciones y escenarios totalmente fuera de lo ya conocido. Así que, aún en los momentos en los que no todo es color de rosa, el hecho de largar todo y volver no se ha presentado como opción”, coinciden Bruno y Romina.
Partieron desde Otamendi, llegarán hasta los límites de sus sueños, ese territorio inexplorado. La excusa para soñar se llama América. Y en eso están, soñando, bien despiertos.
Al momento de la despedida, un “nos encontramos a la vuelta” de esta parte dio lugar a un “nos encontramos en América” de ellos, como si estuvieran diciendo “pasá por casa”.