Se trata de “Azara”, la segunda publicación de la editorial local El Gran Pez, que narra un viaje a una pequeña comunidad de inmigrantes ucranianos en plena selva misionera. Mediante una voz narradora que explora lo sensual en la escritura, la autora chaqueña compone una trama atrapante de poder, misterios y apariciones espectrales alrededor de una clínica clandestina.
Por Rocío Ibarlucía
Tras la publicación de “Todos se escondieron ya”, de un enigmático autor bajo el seudónimo de Yuri V, ambientada en la autovía 2 camino a Mar del Plata, El Gran Pez -librería actualmente ubicada en Santiago del Estero 2052 y sello editor desde 2021- presenta su segunda obra: “Azara”. Su autora, oriunda de Chaco, es Ana Iriarte, quien propone un viaje hacia otro territorio: un pueblo de Misiones habitado por inmigrantes ucranianos, cuyas vidas están acechadas por la selva, siempre dispuesta a desbordarse, a arrastrar a las personas hacia lo inmenso y a recuperar lo que es suyo. A través de un lenguaje sensorial y sensual, la trama gira en torno de varios misterios, que involucran apariciones de una Virgen polaca que toma mate y anuncia milagros, una clínica de adopción ilegal y la desaparición de una mujer correntina.
El título de la novela, “Azara”, corresponde al nombre de este pueblo, de donde es oriunda Lucía, una estudiante de Psicología que reside en Buenos Aires, quien decide regresar a Misiones para acompañar a Marina en la búsqueda de su madre biológica. Este retorno a Azara se convierte en un reencuentro de la protagonista con su propio origen, con la historia de sus abuelos, con la ausencia de su padre, con los amigos de la adolescencia y con su propia madre, cuyo vínculo se fracturó hace tiempo.
La voz narradora propone reflexiones en torno de la identidad, la memoria, el desarraigo de los migrantes y los entramados de poder ocultos en un pueblo chico donde resulta difícil escapar de los recuerdos.
“Azara” se publica tras un largo camino de prestigiosos reconocimientos: la obra, primera novela de Ana Iriarte, fue seleccionada en la convocatoria de La Bienal Arte Joven Buenos Aires 2021-2022, fue finalista del Premio Futurock Novela y resultó ganadora del Concurso La Novela del Verano 2023 organizado por El Gran Pez, con el apoyo del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. El jurado de este último concurso estuvo conformado por los escritores Carlos Ríos, Andrés Gallina y Marina Yuszczuk.
Desde El Gran Pez Editor, sostienen que la colección La Novela del Verano, que por el momento cuenta con dos publicaciones, tiene como premisas el entretenimiento y la literatura. “Nuestro objetivo cada año será encontrar una novela que nos abduzca por una semana. Una novela popular, ligera y voluminosa. Una novela para cada verano”, explican. Es, de hecho, una novela que se lee de un tirón, “sin levantarse de la reposera”, como dicen sus editores, gracias al magnetismo que produce Azara, la selva y los misterios de los personajes que la habitan.
En entrevista con LA CAPITAL, Ana Iriarte cuenta los motivos por los cuales decidió situar su primera novela en la selva misionera, su interés por temas como la identidad y las lecturas que alimentaron su escritura.
“Azara” es un libro editado, corregido, diseñado, maquetado e ilustrado en Mar del Plata.
-¿Cómo surgió la idea de situar tu novela en un pueblo misionero de inmigrantes ucranianos? ¿Cuán cerca estabas de esta cultura, de su idioma, su religión, sus polkas, de “esa alegría que hace llorar”?
-La idea surge por la historia de mis abuelas y abuelos que vivieron en esas colonias de inmigrantes ucranianos a principios del siglo pasado. Mis abuelos formaban parte de esa colectividad que preservó por mucho tiempo el idioma, las comidas y tradiciones típicas de Ucrania. Algo de eso que aparece en la novela formó parte de mi infancia, y todavía forma parte de mi vida cada vez que voy a visitar familia o a pasar las fiestas. Azara, de todas formas, es una invención, una mezcla de varios lugares en los que me crié y conozco bien, pero un territorio de ficción.
-La protagonista viaja a Azara -en parte- para ayudar a Marina a encontrar a su madre biológica, pero el viaje se vuelve una búsqueda identitaria también para Lucía y un acercamiento a su propia madre. ¿Por qué decidiste escribir una historia sobre la identidad, en sus varios sentidos (la identidad biológica, del pueblo, en algún punto de género)?
-Creo que la identidad apareció en la escritura de “Azara” como una búsqueda de las protagonistas; un regreso -engañoso, imposible- a las raíces, a la tierra natal, a la tierra de los ancestros, esos inmigrantes ucranianos de una colonia en Misiones, a “la madre”. Creo que la construcción y, sobre todo, la narración de la identidad propia, es una cuestión que suele estar muy presente en torno a la edad de las protagonistas. Además, en este caso esa identidad está muy entrelazada a la historia de Azara como pueblo, y esa historia tiene distintas versiones y es puesta en cuestión a lo largo de la novela. Si bien no es un tema que me haya propuesto abordar, me parece que, como decís, terminó atravesando toda la narración.
-Además, es una historia sobre la memoria. Lucía se define como una arqueóloga de su propia familia, consciente de que algunas cosas podrá conservar y otras morirán con ella, como el idioma. ¿Esta es otra temática sobre la cual querías escribir o fue surgiendo?
-Del mismo modo que ocurrió con la cuestión de la identidad, fue surgiendo con la propia escritura, mientras seguía, de alguna forma, la voz de esa narradora. Quizás esto tiene que ver con que empecé a escribir Azara a fines del 2020, cuando ya llevaba casi un año sin visitar a mi familia y amistades en Misiones y Chaco. Esa distancia forzosa me llevó a repasar durante meses los detalles de algunas historias, vínculos, voces y rumores de pueblo que insistían en rondar por mi memoria. Es posible que yo también haya trabajado un poco como arqueóloga de mis propios recuerdos en ese período.
-La selva es una presencia amenazante a lo largo de la novela, está siempre al acecho, a punto de desbordarse e invadir los espacios urbanos, las casas, los cuerpos. “Quiere ganar de vuelta lo suyo”, “Nos respira caliente la nuca”, “las cosas se te tiran encima en la selva” son algunas frases que dan cuenta de esto. ¿Qué representa para vos la selva? ¿Qué te atrae de este espacio?
-Siempre me sentí atraída por la selva misionera, desde chica, hay algo fascinante y misterioso en esa exuberancia, en esa falta de límites, en ese desborde. Cuando crecí empecé a ver los pueblos en los que me crié como terrenos ganados a la selva por esos primeros inmigrantes, pero en permanente disputa. Puede funcionar también como una imagen más de aquello que amenaza desbordarse desde el interior de las protagonistas, un cierto malestar o locura contenida, otro terreno también en disputa.
-En varias zonas del texto se menciona que en Azara la tierra colorada se te pega en la piel. ¿Cómo pensaste la relación entre los personajes y el espacio?
-Al tener un escenario tan misterioso y potente como la selva de fondo, y sobre todo al tener un clima como el calor misionero, intenté construir el espacio como un personaje más, que afecta y modifica el comportamiento del resto de los personajes.
-Trabajás en la novela una prosa poética, que explora lo sensorial, lo sensual, y al mismo tiempo se narra una historia policial, tanto alrededor del origen de Marina como el de la familia de Lucía, la clínica ilegal y el caso de la mujer desaparecida. ¿Cómo fue el trabajo de escritura entre estos dos registros?
-Por un lado, como señalás, me interesaba realizar una exploración de los sentidos, de los cuerpos y de lo sensual en la escritura, desde la voz de la narradora. Al mismo tiempo, esto tenía que convivir con una trama de misterio y poder que se fuera desplegando a lo largo de la novela. Creo que el misterio y el placer son dos tensiones fuertes que habitan “Azara”, y el desafío fue que cada una alimentara a la otra, y que a la vez hicieran avanzar la narración. Espero haberlo logrado.
-En la novela también es importante la religiosidad, con la presencia de rezos, milagros y las apariciones de la Virgen, una figura que tiene rasgos de lo sagrado y lo popular, porque es una virgen que toma mate, habla con voz de fumadora, las moscas se le pegan a su halo de luz… ¿De dónde viene esta figura tan particular y qué rol ocupa lo religioso en Azara?
-La figura de la Virgen es posiblemente una síntesis de algunas figuras familiares fuertes en mi infancia y de mi crianza religiosa, católica, como la de la narradora. Lo religioso ocupa en “Azara” un poco el rol que tiene en la vida cotidiana de un pueblo así, algo bastante arraigado desde lo ritual, operando en lo subterráneo, que genera un sentido de comunidad y pertenencia pero que a la vez se sostiene en lo no dicho, lo que no puede ser cuestionado, en ciertos tabúes, en secretos que asoman como rumores.
-¿Qué lecturas hiciste mientras escribías Azara y hasta qué punto sentís que dialogan con tu obra?
-Había releído a Puig en pandemia, que me trajo muchos recuerdos comunes de la vida en un pueblo chico, y de los vínculos que se construyen en lugares así. También recuerdo haber leído “El mar”, de John Banville, y “Las primas” de Venturini, que siento que influyeron mucho en la construcción de la voz narradora. Creo haber empezado a leer los cuentos de Alice Munro al mismo tiempo y seguramente hubo otras lecturas que también influyeron pero no recuerdo.
-“Azara” fue ganadora del concurso La Novela del Verano 2023 organizado por El Gran Pez. ¿Qué es una novela de verano para vos? ¿Y qué creés que es lo que hace que “Azara” sea una posible lectura de verano?
-Antes del concurso no había pensado en “Azara” como una novela de verano, pero la verdad es que me parece un concepto lo suficientemente amplio como para incluirla. Pienso que una novela de verano es aquella que elegimos leer en momentos por fuera del ruido cotidiano, cuando disponemos de un poco más de tiempo y podemos seguir leyendo hasta que se nos acaben las ganas porque no hay una obligación inmediata de hacer otra cosa.
Dicho esto, yo he leído en verano con el mismo placer “Moby Dick”, en unas vacaciones en la costa, como “Las Malas” de Camila Sosa Villada en enero, en Misiones. Este verano lo empecé leyendo “Misery”, de Stephen King. No las llamaría “novelas de verano” pero me acompañaron muy bien en esta estación.
Aprovecho esta pregunta para agradecer a la editorial El Gran Pez, que hizo posible la publicación de Azara con el concurso “La novela del verano”, y a los editores que trabajaron conmigo muy de cerca para llegar a la versión final de la novela.
-¿Estás trabajando en un nuevo proyecto narrativo? ¿Podrías adelantar algo?
-Si, tuve la suerte de ganar el año pasado una Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes para desarrollar un proyecto de libro de cuentos, y actualmente estoy trabajando en eso en taller, con mucho entusiasmo.