El actor Alejandro Frenkel estrenó "Pretencioso mal", un show en el que utiliza el stand up, el clown y el absurdo para transitar temas complejos y climas diferentes. Regresa este sábado al escenario de Cepes.
Con pericia, se ríe de sus dos metros cuatro, recita un fragmento de Hamlet, habla de la importancia del queso de rallar en un plato de pastas, alaba los buzos con capucha y recuerda sus “Playmobiles”. No teme hacer chistes escatológicos con la esencia de vainilla, ni mostrar su remera de The Cure, mientras suenan bandas de los ’90. Como si fuera poco, se atreve a un viaje en el tiempo para caer en la esquina de Belgrano e Yrigoyen, en 2002, donde se levantaba “Blockbuster”. Recorre los pasillos del videoclub y se enamora de una mujer que, como él, elige una película.
Temas disímiles, tonos cambiantes y un popurrí de emociones dispara “Pretencioso mal”, el espectáculo de stand up que acaba de estrenar el actor Alejandro Frenkel. El show, que tiene dirección de Martín Cittadino, volverá a escena este sábado a las 21,30 en el escenario de la Fundación Cepes (9 de Julio 4251) y promete una larga temporada.
Aunque el stand up parece ser el género madre, la gran caja del show, Frenkel señaló que apeló a otras herramientas del teatro para construir a este particular personaje tan parecido a él por lo flaco y alto, y al que le suma una cuota de inseguridad, pero siempre gracioso y autorreferencial.
“Quise sintetizar el clown, el absurdo y el stand up, intento que fluyan, que estén los tres de alguna forma integrados en este espectáculo, porque son las herramientas que yo aprendí a lo largo de mi vida en mis estudios teatrales. Tengo la intención de aportar algo nuevo, si es que vale decir decir algo nuevo, al género”, indicó en una entrevista con LA CAPITAL.
“Me parece que (el espectáculo) puede sorprender al espectador. Por eso le puse el título ‘Pretencioso mal’ y una vez que lo puse me dio mucha más libertad para meter todo lo que tenía ganas“, contó y entendió que la variedad temática del show está tratada siempre “con la misma seriedad”.
Además, la elasticidad del stand up le aporta dos elementos: la chance de ficcionalizar su vida y cierta pátina de liviandad. “La liviandad, la superficialidad son tonos que a mi me gustan mucho para poder atravesar temas complejos, pesados”, acotó.
-¿Viajar al pasado es una manera de criticar el presente?
-Cuando escribí este texto lo hice pensando en criticar cierta inmadurez que percibo en la fijación por el pasado, ese regodeo, incluso con el pasado que ni siquiera vivimos. Es como si estuviéramos atrapados, como si no pudiéramos pensar algo nuevo, es una mirada burlona por esa fijación con ese pasado que, en realidad, es tramposo, porque la memoria es selectiva y tiende a tapar lo negativo del pasado. Mi personaje habla y recurre a Blockbuster y a películas antiguas, a los Playmobiles, a Nirvana y a ciertas estéticas de los ’90 como si fuera una especie de paraíso perdido, como si estuviera expulsado. Es muy inmaduro, busca en el pasado un refugio, no puede construir algo nuevo en el presente. Hay una cita del poeta alemán Rilke que dice que “la patria es la infancia”. Y yo agrego, entonces vivimos exiliados. Estamos atrapados, esa es mi sensación, en ese pasado.
-En el show contas cosas personales, ¿cómo hiciste el recorte, qué cosas contar y qué cosas no?
-El recorte lo hago a partir del pudor. Me acuerdo de Norman Briski cuando decía que está la vergüenza y está el pudor. El pudor hay que respetarlo, algunos aspectos de mi vida que quizás puedan ser muy dolorosos o quizá no los tengo del todo procesados, prefiero guardármelos o ficcionalizarnos. La ficción permite transformarlos, modificarlos en beneficio de pueda ser interesante. La vida real en sí no es interesante, se vuelve así cuando es atravesada justamente por el filtro de la ficción.
-¿Qué es lo pretencioso para vos del show?
-En general es buscar construir expectativas en el espectador a partir de la propuesta, que en este caso es hablar de muchísimos temas, armé una estructura compleja, con viajes en el tiempo, idas y vueltas, hay un momento donde mantengo un diálogo íntimo con los espectadores. Conviven temáticas tan disímiles como puede ser la cuestión del amor y de la muerte con la cuestión del queso rayado o la cuestión de Malvinas. Me parece interesante y si bien son temas con diferentes niveles de profundidad, son todos tocados con la misma seriedad