por Cynthia de Benito
LISBOA, Portugal.- “¿Cómo rechazar una propuesta como ésta, de permitir la resurrección de mi biblioteca?”, se pregunta Alberto Manguel. Recién aterrizado en Lisboa, el argentino expone en entrevista con EFE su satisfacción: ha conseguido que sus 40.000 volúmenes puedan salir de la cajas en las que llevan cinco años.
“Yo desesperaba, y me dije que mi biblioteca iba a quedar en las cajas, que luego se iba a vender o que mis hijos la heredasen, ¡pero qué carga para mis hijos, 40.000 libros!”, comenta sin soltar la sonrisa desde un hotel de la capital portuguesa.
La vuelta a la vida de su ingente colección, que en estos momentos atraviesa el Océano Atlántico, se oficializará en la Feria del Libro de Lisboa, ciudad en la que quedarán albergados dentro de un palacete en la codiciada rua das Janelas Verdes.
Una recopilación que será el “corazón” de un nuevo centro “que no existe en ningún lugar del mundo”: el futuro Centro de Estudios de la Lectura, que dirigirá Manguel (Buenos Aires, 1948) con vocación de ser “un proyecto universal”.
Ya cuenta con la promesa de colaboración en consejo de honor de figuras como la Nobel Olga Tokarczuk, Salman Rushdie, Margaret Atwood, Tolentino Mendonça o Enrique Vila-Matas.
El argentino estima que se tarde poco más de un año y medio para abrir puertas -son necesarias algunas reparaciones, instalar estanterías, salas de lecturas y ultimar hasta una especie de teatro para conferencias-, pero ya se dispone a esbozar un programa para el próximo año.
“Mientras el edificio no esté abierto vamos a hacer esos eventos en otros centros. Vamos a invitar a escritores a hablar de la lectura de sus obras (…), vamos a hacer intervenir mucho al público, yo quiero que esto sea una biblioteca pública en el mejor sentido de la palabra”, explica.
Colaboraciones con la Casa Fernando Pessoa, la Fundación Gulbenkian o la Fundación José Saramago son otros objetivos importantes para que brille una biblioteca que se embaló hace cinco años, cuando Manguel salió de Francia -experiencia que describió en “Mientras embalo mi biblioteca” (2018)- y que otros países han pretendido.
Estados Unidos, Canadá, Estambul o México mandaron propuestas. Curiosamente no lo hicieron ni Argentina ni España.
“Yo tengo una relación con España de décadas y décadas. (…)Mi editora allí trató cuando supo que yo tenía que desmantelar la biblioteca, pero no tuvo ninguna respuesta positiva. Yo pensé que la Casa del Lector, en Madrid, en la cual di algunas conferencias y cursos, quizá estuviese dispuesta, pero…”, se arranca.
Al final, le da pudor.
“Me daba un poco de vergüenza hacer las propuestas yo. Que me llegase de otras personas, muy bien. Pero yo no iba a ir de puerta en puerta como un viajero comercial vendiendo mi biblioteca”, concluye.
Sobre Argentina, donde dirigió la Biblioteca Nacional entre 2016 y 2018, la sorpresa fue menor.
“La Argentina tiene muchísimo talento, me hubiese gustado instalarme allí, pero tiene también una inestabilidad política y una crisis económica que viene desde hace años y años y años. Si alguna oportunidad hubiese surgido, por supuesto que yo no me hubiese negado, pero durante cinco años no me vino ninguna propuesta de la Argentina”, apunta.
Así que el premio va para Lisboa, donde a mediados de octubre desembarcarán 40.000 libros entre los que hay una primera edición del primer manual de tipografía y ortografía, publicado en Venecia en el siglo XVI, o una Biblia manuscrita en pergamino de un escritorio alemán del siglo XIII.
También un libro que Jorge Luis Borges compró en 1932 y en el que anotó “una lista de puntos en esa historia que le van a servir para construir el cuento ‘La busca de Averroes”.
Joyas dentro de una extensa biblioteca que a su llegada a Portugal pasará a los Archivos Nacionales de Lisboa, donde un equipo de bibliotecarios portugueses completarán los dos tercios de acervo que faltan por catalogar.
Y mientras, se diseñará el interior del palacete y se delimitará el programa del año que viene, que prepara hueco para un seminario sobre Dante, “ya que para el año que viene que se cumplen 700 años” de su muerte.
Muchos planes que se combinan con la búsqueda de casa para Manguel, que abre una nueva etapa sin dejar de comentar que no sabe si podrá ser testigo de la resurrección de su biblioteca.
“No soy pesimista, soy realista. Tengo 73 años. Me pasé del límite de años que nos aconseja la Biblia, todos los años que vivo ahora son prestados. Sé que en este siglo la gente vive hasta los 90 o 100 años, pero bueno, no hay que exagerar. Yo he vivido una novela magnífica y sé que llegó al último capitulo. Un libro infinito nunca es interesante”, opina.
EFE.