por Héctor Roberto Laurada – Télam
César Luis Menotti es un emblema viviente del seleccionado argentino de fútbol, un ícono insoslayable cuando de enhebrar la historia de los campeones del mundo se trata, y la hora del gran reconocimiento hoy le llegó al rosarino que, con 80 años en su documento y un aura que pulveriza antagonismos, por fin concretará su anhelo de “sentirse” otra vez “vestido” de celeste y blanco en su nuevo cargo de Director de Selecciones Nacionales.
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, le dijo Cristo a su pueblo cuando lo consultaron sobre un pago de impuestos, y esta expresión puede ser perfectamente abarcativa para los dos máximos referentes de la historia de los dos mundiales ganados por Argentina: el “César” para Menotti y el “Dios” para “el Diego” Maradona.
A Diego ya le llegó su devolución en el Mundial de Sudáfrica 2010, pero César quedó envuelto siempre en sus irreconciliables discrepancias con Carlos Salvador Bilardo, quien justamente supo ocupar el puesto para el que ahora fue elegido Menotti durante media docena de años, entre 2008 y 2014.
Sin embargo el tiempo, como siempre ocurre, fue poniendo las cosas en su lugar, porque lo que vino después del “Flaco” y el “Narigón” terminó por elevar sus figuras hasta el Olimpo mismo del fútbol argentino, y pese a que sus ideologías futbolísticas son totalmente opuestas, para ambos ese pedestal los tendrá como sus más elevados habitantes por siempre.
Los repetidos desaguisados que fueron golpeando al seleccionado argentino después de Italia 1990 hasta estos días sumaron acreencias para los nostálgicos que consecuentemente abonaron por un “todo tiempo pasado fue mejor”, algo que hoy bien le cabe al equipo nacional.
Solamente una “primavera” que no llegó a verano se registró en Brasil 2014, donde la tercera “M” de la historia se podría haber subido al podio, la de Lionel Messi, pero ganó la de “maleficio”, porque solamente así se puede explicar cómo Argentina no concretó alguna de las ocasiones tan propicias que tuvo para ganarle la final a Alemania.
Pero eso no impidió que Menotti siguiera defendiendo a Messi “a capa y espada”, y que hoy asome como uno de los pocos que puede sacar a “Lío” de su mutismo post Mundial de Rusia y decidirlo a volver a una Selección que lo va a necesitar hasta el último de sus días como futbolista.
Con un técnico como Lionel Scaloni que él no eligió y algunos de quienes lo secundan, por caso Pablo Aimar, que es el que mejor puede interpretar la filosofía futbolística del “Flaco”, hoy por hoy Menotti tendrá en la Selección una obligación mucho mayor que la que le cupo a Bilardo, porque ante un cuerpo de entrenadores tan inexperto como el que tiene esta Selección, sus consejos no serán necesarios, sino imprescindibles.
Vuelve Menotti a la Selección Argentina, a su segundo lugar en el mundo después del barrio Fisherton, de Rosario, donde nació, según él un 22 de octubre de 1938, aunque el documento de identidad diga que lo hizo el 5 de noviembre de ese año.
Regresa “el Flaco” como en 1974, cuando llegó por primera vez como entrenador para construir y reconstruir a un seleccionado argentino al que nadie quería ser convocado y que terminó consagrándose campeón mundial cuatro años después. Pero más allá de eso, para marcar un antes y un después en su organización, algo que usufructuaron sus sucesores, pero que se resquebrajó tras la muerte de Julio Grondona en 2014.
Retorna Menotti para repetir, desde otra función, lo que hizo 45 años atrás. Su aporte será invalorable, de eso no cabe duda. Mejor dicho, será clave. Después se verá si habrá tiempo, propio y ajeno, como para que lo suyo permita retomar el rumbo de una selección sin rumbo.
Pero cuando el 1 de febrero se haga cargo de la Dirección de Selecciones Nacionales, se habrá empezado como corresponde; haciendo justicia con Menotti. Y definitivamente se le habrá dado “al César lo que es del César”.