Las abastecedoras eran una mujer y su hija trans, quien ocultaba la droga en su silla de ruedas. Otras dos mujeres trans, también migrantes peruanas, formaban parte de la "célula" de distribución y venta.
Una mujer y su hija discapacitada acordaron recibir una pena de prisión por abastecer de cocaína a mujeres trans que luego la ponían en venta en la zona roja de Mar del Plata.
La condena de 5 años, que ahora debe ser ratificada por el Tribunal Oral N°4 , fue aceptada por María Yaya, de 60 años, y a su hija Kelly Levano, de 37, ambas oriundas de Perú y que se hallaban radicadas en Mar del Plata.
Además de ellas otras dos mujeres trans, también peruanas, acordaron penas por encima de los cuatro años por formar parte de la red de distribución y comercialización.
Hacia fin de año se conocerá si el Tribunal avala este acuerdo de juicio abreviado que, como se sabe, es un instrumento de la Justicia para evitar el debate oral ante la admisión de responsabilidad de las imputadas.
El caso tuvo amplia difusión el 14 de noviembre de 2019 cuando se dispusieron los allanamientos a distintos domicilios y las detenciones de las cuatro personas investigadas porque una de ellas, Kelly Levano, fue aprehendida en la guardia del Hospital Interzonal, cuando ocultaba en su silla de ruedas dinero en efectivo y cocaína.
El fiscal Leandro Favaro cerró el acuerdo con las partes (el abogado Gonzalo Pomponio representó a la madre y a su hija trans; Carla Auad a las otras dos mujeres trans) luego de que quedara probada la responsabilidad de cada una de las imputadas en uno de los delitos más extendidos en Mar del Plata como es la venta de drogas en menor escala.
Lo que deja al descubierto la profunda investigación de la Delegación de Control de Drogas y la fiscalía de estupefacientes es el uso en estas actividades de los automóviles de alquiler, tanto taxis como remises. En ciertos casos se trata de llamadas normales a las compañías para solicitar un vehículo, pero en otros se concluye que los choferes son conocidos y frecuentes, y que aprovechan la comercialización de drogas en Mar del Plata para sacar rédito propio.
Días atrás se celebró en la ciudad el juicio por el homicidio del remisero Miguel Luis, quien fuera baleado por un joven consumidor de drogas. Esa noche del 20 de enero de 2020 se había iniciado con el mismo consumidor tomando otro remís para ir a comprar drogas a la zona roja y ese primer remisero había retenido el teléfono celular de quien horas después asesinaría a un compañero.
En esta causa lo observado es que a la ya habitual presencia de autos de alquiler en la acción de llevar consumidores se le suma la permanente participación del “otro lado”: con los vendedores. En otros expedientes la fiscalía de Estupefacientes ha imputado a choferes de taxis o remíses por estas conductas.
“No salgo así me
traigas a Messi”
Los policías que hicieron el trabajo de investigación alrededor del accionar de madre e hija pudieron verificar que desde dos domicilios céntricos abastecían a quienes luego vendían la cocaína en la zona roja de Mar del Plata, la cual por entonces se hallaba a plena actividad en la avenida Luro entre Jara y Champagnat.
Esa labor investigativa proveyó a la fiscalía de algunos teléfonos celulares que luego, con orden judicial, fueron intervenidos y se pudo confirmar toda la hipótesis.
Lo singular del caso es que las mujeres utilizaban palabras encubiertas, todas ellas vinculadas a la temática culinaria, para hacer referencia a la droga en sus pedidos. Una de las compradoras preguntó, por ejemplo, “¿y qué ha hecho tu mamá de almuerzo, no tiene que me venda dos platos?” y la vendedora respondió “nada, sopita nomás” y hasta se atrevió a aconsejarla que la rebajara a la sustancia: “lo único, que le eches más agua nomás”.
En otras comunicaciones se hablaba de “almuerzo”, “merienda” y “pollo”. “¿No tienes ni un pollo madre, nada?”, preguntaba una compradora y su interlocutora respondía: “no, nada, ni uno, ni medio, ni un cuarto…”
Algunos diálogos fueron reveladores de la connivencia con taxistas, quienes lejos de ser actores ocasionales e involuntarios del negocio de la droga parecieron tener una participación recurrente. “Pero ¿quién es tu taxista pues?… es mi amigo, el que de todas las noches que siempre… ah, yo pensaba que venías con el Dani… no, no, el Dani no, porque el Dani demora tres horas… dale, dale que me voy a mi casa, no tardes… dale, dale, ahí te llamo…”, resaltó el intercambio en la comunicación.
Finalmente, los horarios de abastecimiento también quedaron explicados en esas intervenciones telefónicas: “Yo te he dicho ya mi horario de trabajo sí o sí, es al mediodía o a las cuatro, hasta las seis, de ahí ya no, no salgo nada, así me traigas a Brad Pitt no salgo…no, no, de verdad, así me traigas te digo, al… a Messi me traigas tú, no”.
Además de la detención de Kelly en el Hospital Interzonal, ese mismo día fue detenida su madre junto a otra de las procesadas en el departamento de Boulevard Marítimo y Arenales, y la restante imputada en su casa de Libertad al 6600.