Acompañar hasta el final
Por Susana Gladys Spadaro*
Desde éstos diez años de profesión, acompañando a diversos pacientes que pasaron en éste continuo caminar, porque eso somos, ni más ni menos que simples caminantes y pasajeros de la vida, tuve la suerte de conocer seres especiales, y que a pesar de aquellos que se fueron físicamente, dejaron en mí un aprendizaje imborrable. Cada uno, con recuerdos, palabras, actitudes, reflexiones simples pero a la vez tan profundas, no hacen más que atestiguar la verdad de un escrito que lleva como título: “Nadie se cruza en tu vida por azar”.
Hoy que la emoción de la tristeza se hace presente y me invade en éste último tiempo porque Analia se fue, pienso que en éstos tres años compartidos a pesar del cuidado y el amor con los que uno hace su tarea, tratando siempre de motivar, dar confianza, valorando sus avances y haciendo crecer la autoestima del acompañado, ( porque esa es nuestra razón de vida para los que sentimos de vocación esa misión para con el otro), siento que somos nosotros, los privilegiados y los que llevamos la mejor parte de ese encuentro.
Que Analia estuviera esperando con ansiedad mi llegada y me diera la mano para cruzar las calles, o me preguntara cual era mí parecer al comprar cosas, o realizar trabajos manuales de todo tipo, hacia, que mi trabajo fuera importante y que me sintiera feliz de acompañarla.
Ella era la que pensaba en todo y todos a pesar de parecer que lo hacía uno.
Yo le daba amor, pero ella me hacía sentir necesaria y valorada acompañándola, y entonces me pregunto: ¿eso, no sería acaso una entrega de amor más grande?
Nunca mejor que hoy para recordar las frases tan sentidas de éste hermoso libro:
“Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso.” “Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Para mí, tú serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo…” El Principito.
En mi primer libro, en el capítulo 5, LAS PÉRDIDAS, dejé para el final un texto que me gusta mucho, llamado: EL TREN DE LA VIDA.
Para vos Analia, te lo dedico con todo mi cariño, y sé que me estarás esperando en esa estación como lo hacías a las 16hs, todas las tardes.
“La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado… Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable…No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida… Nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida…Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo… Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza… Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados… Muchos al bajar, dejan un vacío permanente… otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos… Es curioso ver como algunos pasajeros, aún los seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro… Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación… Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte… De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar… El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas… Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tengan para ofrecer. En algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos… pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda. El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia…? Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje. Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en este tren hasta la estación final.Amigos…hagamos que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena. “Vivamos de manera que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje lindos recuerdos a los que continúan viajando en el Tren de la Vida”. FELIZ VIAJE!!!
* En este escrito, Susana Spadaro se refiere a su experiencia de trabajo y de amor como acompañante terapeútica de Analía Laura Lardizábal (fallecida el pasado 24 de junio) durante sus tres años de residencia en el Hogar Nuestra Señora de Lourdes (“La Gruta”). Es acompañante terapeútica