Las horas que pasaron en el mar entre olas gigantescas, empeñados por sobrevivir y volver a ver a sus familias... Lucas Trillo y Julio Guaymas y el recuerdo de la tragedia en el mar.
Ya no sentían las piernas. Semidesnudos, luchando contra las olas gigantescas, ambos esperaban el milagro. Se vieron por última vez cuando se hundía el barco pero ambos aún seguían con vida.
Miraban hacia el cielo esperando el helicóptero salvador que no llegaba. En el mar, aferrados a una madera, Lucas Trillo y Julio Guaymas, cada uno por su lado, en determinado momento se llevaron una mano al pecho y abrazaron la cruz que les colgaba. Sus dedos apenas podían moverse. También se les estaban congelando.
“Le pedía a Dios que no me abandonara. Y lo desafiaba porque no era mi momento. Quería que me dejara seguir peleando“, recuerda Lucas.
Julio también se aferraba a esa esperanza. “Dame fuerzas para pelearla“, repetía.
Cuando estaban de novios, Julieta le regaló a Lucas una cadena con una cruz que lo acompañaba en todos los viajes de pesca. “Una vez -comenta a LA CAPITAL- casi la pierdo pero siempre la llevo en el cuello. Siempre le pido a Dios y en el agua lo desafiaba. Eso fue lo que me ayudó a estar tanto tiempo en el mar peleándola”.
Cuando se reencontró con su esposa en el hospital, esbozó una media sonrisa y le mostró la cadenita que le colgaba sobre el cuello. Ella lo abrazó y lloraron con fuerza.
Julio, antes de abordar “El Repunte” en este último viaje, pasó por la Gruta de Lourdes. Una costumbre que mantiene desde hace años. “Prendo una vela y ya es una costumbre que practico desde que saqué la libreta de pesca. Pido por mi familia y para que me cuiden”, detalla. En esos primeros días de junio, llegó hasta la Gruta de Lourdes, esta vez acompañando por uno de sus hijos, quien compró un rosario, lo consagró con agua bendita y lo sorprendió. “Tomá viejo, para que tengas suerte allá”. Julio se lo puso y ahora lo acaricia durante la charla. “También aguantó. Nunca más me lo saco”, promete.