Por Román March
Por estos días de huelga docente, donde quedó atrás la propuesta de un ex agente de inteligencia, que se propuso como voluntario para dar clases en lugar de aquellos docentes que decidieran parar, sigue en discusión lo mismo que todos los años: ¿qué sucede con la educación? Y ¿cuándo se pondrán de acuerdo todos los sectores?
Ahora bien, el tema de los paros, en esta época del año es una lamentable historia sin fin que ya lleva décadas. Dentro de esta trama tan compleja están las autoridades, los estudiantes, los educadores y las familias.
Ante esta situación son muchas las falacias que se dicen, tanto en los medios de comunicación como en la calle: “los docentes reclaman solamente sueldo”, “los docentes tienen tres meses de vacaciones”, “se trata de una cuestión de política partidaria”, “ponen de rehenes a los chicos”, “las familias reclaman porque utilizan la escuela de guardería para sus hijos”, “más días de clases mayor calidad educativa” o “los docentes no trabajan”, entre otras frases hechas de manera reduccionista.
Pues bien, ninguna de ellas es concretamente cierta. Resulta evidente que para ejercer algún tipo de comentario que pretenda ser constructivo, al menos, hay que informarse de los temas y de las realidades diarias de cada una de las profesiones.
Es entendible que gran parte de la sociedad no sepa, que el docente no deja de trabajar cuando sale de las escuelas sino que lleva a su casa trabajo extra y preocupaciones por muchas trayectorias escolares y sociales de los estudiantes.
También pinta las escuelas, lleva fotocopias para aquellos que no las pueden comprar, organiza salidas para que los alumnos piensen otros mundos, se queda después de hora para organizar actos, se preocupa por los chicos cuando dejan la escuela, se desvive para que todos estén incluidos y espera que aquellos que egresan tengan la mejor vida que se merecen.
Y eso lo hacemos porque nos gusta, porque creemos que la palabra y el sentido pueden plantar millones de semillas de esperanza. Esto para que en el mundo no siempre ganen los poderosos de la economía, porque pensamos que el conocimiento es poder de ser libres y poder de cambiar el presente y proyectar el futuro.
La educación, y por ende, el educador cumplen un rol social muy importante, que es el de facilitar la emergencia de las grandes potencialidades que hay en las juventudes. En la mayoría de los casos, las familias, los docentes y los alumnos, nos entendemos y nos apoyamos mutuamente. Quienes no entienden (o entienden muy bien) son las autoridades que son ajenas a las instituciones educativas dado que no están en el barro del contexto.
Como dicen algunas consignas de las marchas “docente que lucha también está enseñando”, eso significa que los jóvenes puedan ver que los adultos se preocupan por el ámbito en el que están, pidiendo por condiciones dignas de trabajo y enseñanza.
Por otro lado, cuando se dice para criticar a los educadores que es solo una cuestión de dinero es de una gran hipocresía, si fuera solamente por el dinero (dado que es una profesión muy mal remunerada) ninguna persona se dedicaría a esta actividad. Por ello, es doloroso haber tenido que escuchar lo de los voluntarios que simplemente se han ofrecido desde el desconocimiento, la incomprensión o el fanatismo político.
Como también toda la campaña de desprestigio hacia la docencia por parte de algunos dirigentes políticos. Entonces cómo vamos a resolver nuestros problemas como país, si no dejamos intervenir a quienes conocen y vivencian todos los días los diferentes vaivenes del sistema educativo. Y la problemática del sistema educativo se resuelve con política, con políticas públicas serias y consensuadas, con hechos y no con palabras o discursos vacíos.
Por ello, aquella confusión que disocia la política de la educación es solo un acto demagógico. La educación es un hecho político (y no partidario) porque en las escuelas intentamos formar ciudadanos críticos y reflexivos, porque tratamos de transmitir valores éticos, porque la educación es un pilar muy importante para la democracia, porque la educación tiene como misión transformar las condiciones materiales de existencia.
El docente también es docente porque es solidario, ha aprendido un saber que quiere compartir (y mejorar) con las fuerzas vivas de la comunidad que son los pibes y las pibas de todas las clases sociales. Lo hacemos bien o nos sale mal pero es parte de nuestra condición humana. El educador es también un ser humano como cualquier otro.
No obstante, el imaginario social negativo que se quiere imponer contra los docentes, desde diversos sectores, quisiera decir que todo docente se siente orgulloso cuando puede generar en sus estudiantes, preguntas que jamás se han hecho. Y seguramente esas preguntas nos permitirán construir un mundo mejor y más justo.
(*) Docente de Filosofía en nivel secundario.