La captura de Hernán Pérez Orsi y otros 29 ecologistas que intentaban impedir la explotación petrolera en el mar Artico causó revuelo internacional en septiembre de 2013. Crónica de tres meses turbulentos.
Por Bruno Verdenelli
verdenelli@lacapitalmdq.com.ar
En las cabezas de los tripulantes del “Arctic Sunrise”, uno de los cuatro rompehielos de Greenpeace, sólo reinaba entonces la misma voluntad: salvar el Artico de la explotación petrolera. En las de los guardias fronterizos rusos, en cambio, prevalecía como siempre la obligación de mantener el orden. Todo aquello parecía no tener nada que ver con Mar del Plata, hasta que la noticia mundial de la detención de los 30 ecologistas unió aquel lejano océano con éste. Hernán Pérez Orsi, uno de los presos e incomunicados, había nacido en la ciudad, a orillas del Atlántico.
Era 19 de septiembre de 2013, tenía 40 años y en el buque de la organización dedicada al cuidado del medio ambiente navegaba junto a otra argentina, Camila Speziale. Ella era casi dos décadas menor, y tal vez por el aspecto de joven rebelde o debido a las imágenes que la exhibían en Facebook en plena lucha para impedir el daño de algún ecosistema, la matanza de animales o la contaminación del aire, su historia no tardó en trascender masivamente.
Con la red social más grande del mundo en su apogeo, la comunidad supo rápidamente lo que les ocurría a ambos argentinos. Y mientras tanto, los activistas se contactaban con sus familiares precisamente por el mismo servicio de chat.
“Nos tienen rodeados como los indios a los carros”, fue la frase que Pérez Orsi le escribió a su hermana Luz, también integrante de Greenpeace, desde las heladas aguas rusas. Seis horas después, quedó incomunicado y el mensaje recibido en Mar del Plata llegó a los medios de todo el país.
La travesía
El “Arctic Sunrise” había zarpado una semana antes desde Noruega para continuar con la campaña internacional que pregonaba acciones para la preservación del Artico. El clima hostil se había sentido desde el principio, pero llegó al instante de máximo peligro cuando los guardias rusos tomaron la embarcación.
El marplatense Pérez Orsi cayó detenido y sólo pudo hacer un llamado telefónico: le avisó lo que pasaba a Margarita, la mujer con la que que llevaba una década en pareja, y preguntó por Julia, su bebé, que exactamente aquel día cumplía el primer año.
“Lo máximo que les había pasado era que les tiraran agua o intentaran que no subieran a los barcos”, contó Luz al ser entrevistada por la prensa. Según decía, su hermano amaba el mar, era un idealista y estaba siempre pendiente de cuidar el medio ambiente. “Es un hombre súper comprometido con las causas justas y deja todo por lo que hace”, explicaba en cada nota.
La pasión por el océano era conocida por sus allegados: la había heredado de su familia. Hijo de Miguel y Beatriz, y nacido en Mar del Plata, hacía surf, se embarcaba desde los 19 años, y a los 23 ya era marino mercante.
Luego de viajar por distintos lugares, trabajar para varias empresas privadas y aprender cinco idiomas, Pérez Orsi fue convocado por Greenpeace Internacional y se unió oficialmente al movimiento ecologista.
Desde entonces su vida transcurrió tres meses embarcado para luchar por el medio ambiente a nivel mundial y otros tres meses en la ciudad en la que siempre vivió.
En una de sus primeras misiones a bordo del barco “Esperanza”, se ocupó de interceptar embarcaciones petroleras en Canadá para desplegar allí banderas que alertaban acerca de los peligros de la explotación del “oro negro”.
Todo había salido bien esa y otras veces. Pero ahora, en Rusia, la situación era diferente.
Detenido
Luego de ser capturados por los guardias costeros y remolcados en su propio buque hasta la bahía de Murmansk, los activistas quedaron a disposición de la cuestionada Justicia del país presidido por Vladimir Putin. Había temor por lo que pudiera pasar con ellos.
Durante las sucesivas audiencias, en las que los ambientalistas estuvieron esposados y como es usual en Rusia, enjaulados dentro de la sala judicial, los magistrados intervinientes dispusieron la pena de dos meses de prisión para 21 de los 30. Entre ellos, Pérez Orsi y Speziale. Argumentaron que existía “peligro de fuga” y por eso debían continuar detenidos.
La televisión estatal transmitió el dictado de la sentencia en vivo desde el tribunal. Además de los argentinos estaban allí el capitán del “Arctic Sunrise”, el estadounidense Peter Wilcox; los rusos Roman Dolgov -coordinador del programa del Artico de Greenpeace- y Denis Sinyakov, conocido fotógrafo de prensa; y dos activistas, junto con tres británicos, dos canadienses, dos neocelandeses, un polaco, un suizo, un francés, una danesa, un turco, un italiano y un australiano.
Dolgov explicó durante la audiencia que era experto en contaminación marina y que no participó en la acción de protesta, pero igual fue procesado.
Lo mismo le ocurrió a Sinyakov, contratado para documentar el viaje del “Arctic Sunrise”. “El proceso criminal por el que soy culpado se llama periodismo. Lo voy a seguir haciendo”, dijo entonces el fotógrafo, conforme citó la agencia DPA. En otros siete casos, entre ellos el de la brasileña Ana Paula Maciel, se decidió que seguirían bajo custodia hasta la audiencia siguiente.
Para la Justicia del país emplazado en Europa del este, todos ellos debían ser investigados por “piratería organizada”, lo que les podría significar condenas de hasta 15 años de prisión.
Inmediatamente conocida la decisión, Greenpeace Argentina repudió el fallo del tribunal ruso que ordenó la prisión preventiva para los tripulantes de su rompehielos.
“Ninguno de los miembros de la organización cometió el delito de piratería”, afirmó Martín Prieto, director ejecutivo local de la ONG en Argentina, y señaló: “Nuestra acción fue en una plataforma de petróleo, Greenpeace nunca abordó un barco, ni tuvo el propósito de robo, mucho menos existió violencia por parte de la organización”.
Según el artículo 227 del Código Penal Ruso, para acusar de piratería a quien ataque un buque debe mediar el propósito de robo de bienes o mercadería a bordo, hacerlo con violencia o amenazar con emplearla. Y ninguno de esos supuestos se dio en ese caso. “Greenpeace tiene más de 40 años de historia en acciones pacíficas”, agregó.
Mientras en distintas partes del mundo se replicaban las quejas y las marchas de repudio a la situación de los ecologistas, y hasta Paul McCartney solicitaba la amnistía, la firma petrolera Gazprom reiteraba que la acción de la ONG había puesto en peligro la salud e incluso la vida de los trabajadores de la plataforma “Prirazlómnaya”, que esperaba poner a producir en 2014.
El regreso
Una vez cumplidos los plazos judiciales, por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, Pérez Orsi tomó conocimiento de que quedaría libre y podría regresar al país. Pero la vuelta recién se consumó casi un mes después, para las fiestas de fin de año.
Al descender de la camioneta que lo trajo a Mar del Plata procedente de Ezeiza, en compañía de su esposa Margarita y su pequeña hija Julia, quienes habían viajado a Moscú para adelantar el reencuentro, Pérez Orsi se fundió en un sentido abrazo con su hermana Luz y un grupo de compañeros de Greenpeace Mar del Plata. Todos lo esperaban firmes en la puerta de su casa, ubicada a metros de las playas de Camet.
Instantes más tarde, ya distendido, se dispuso a conversar en exclusiva con LA CAPITAL. Había pasado medio año desde su partida del hogar.
“Es una alegría muy grande volver después de seis meses, estoy muy emocionado… Estamos reencontrándonos con la gente, con el barrio y con la familia, muy contentos por todo esto. Viví momentos muy difíciles, de mucha incertidumbre, con miedo, y pensé que no iba a volver”, dijo todavía envuelto en la emoción. De sus vivencias en las celdas rusas no quiso hablar: los días de turbulencia se habían acabado.