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Cultura 9 de mayo de 2016

“Yo no era un físico lo suficientemente brillante”

Paolo Giordano, autor de "Como en la familia"

La soledad se filtra en un matrimonio burgués que se ve alterado por la desaparición de su ama de llaves. El efecto de la vida actual en los vínculos, según el escritor de 33 años que abandonó la ciencia para dedicarse a escribir.

Con un formato más abreviado y a la vez más complejo que “La soledad de los números primos”, la novela con la que sepultó su profesión de físico para dedicarse a la literatura, en “Como de la familia” el italiano Paolo Giordano descompone la dinámica de un matrimonio burgués asistido por un ama de llaves cuya desaparición desata un colapso familiar y visibiliza el endeble equilibrio de los vínculos frente a las tensiones modernas.
La soledad que dio título a su debut literario se filtra sutil en la nueva novela de Giordano, que se interna en otra clase de aislamiento, acaso menos visible pero más peligroso: falsamente cobijados por la célula familiar, los integrantes del matrimonio que retrata en el texto se convierten en padres sin lograr disociarse de su condición de hijos, transformando la experiencia de la vida autónoma y adulta en una circunstancia que los excede.
La fragilidad del vínculo construido a medias se hará evidente recién con la enfermedad terminal de la señora A., que llega al hogar como niñera y termina organizando toda la logística doméstica. Esa mujer, cuyo nombre recién será develado al final, se ocupará de la gastronomía y los rituales familiares, pero su mayor aporte pasará por camuflar el precario equilibrio matrimonial, horadado por el egocentrismo y las dificultades para compatibilizar los tantos roles que oprimen a los padres modernos.
Con la muerte del ama de llaves, habrá zozobra matrimonial y la cotidianeidad aparecerá como una secuencia dislocada en la vida de esta familia con la que Giordano retoma algunas de las obsesiones que exploró no solamente en “La soledad de los números primos” -el libro que lo convirtió en un boom literario con siete millones de ejemplares vendidos y la obtención del prestigioso Premio Strega 2008- sino también en su segundo libro, “El cuerpo humano”, ambientado en la guerra de Afganistán.
A este joven nacido hace 33 años en Turín y licenciado en Física Teórica, le interesan las historias que se focalizan en seres con dificultades para encajar en mundos aparentemente sencillos, una cuestión que en “Como de la familia” (Salamandra) se entrelaza con la siempre inquietante aproximación a la muerte y el malestar producido por la redistribución de roles en los nuevos paradigmas familiares.
“Contra lo que se cree, en la Física hay mucho espacio para la creatividad y la libertad. En mi caso el problema era más sencillo: yo no era un físico lo suficientemente brillante y sentía que no podía dar esa chispa, ese plus. Con la literatura no sé cuál será finalmente mi rol pero siento que hay algo genuino que me permite ir por lugares que antes no preveía sin destruirme en el intento”, confiesa Giordano, tras presentar su novela en la Feria del Libro.
-En “Como de la familia” se establece un contrapunto entre el protagonista de profesión físico y su esposa, más emocional y proclive a las supersticiones. ¿Se puede pensar este juego de opuestos como una resignificación de la tensión entre ciencia y fe o incluso en una pugna más intimista entre lo racional y lo emocional?
-Esta era una de las cosas que más me interesaba contar: la contraposición entre una visión del mundo racional, lúcida y severa -la del narrador- y otra más supersticiosa, libre y vital que es la de Nora. En un momento de la novela se habla de creer o no creer en los horóscopos, creer o no creer en los presagios…
Vengo de una formación muy rígida en este sentido pero la escritura en los últimos años me ha llevado a interesarme por formas mucho más misteriosas y menos regladas que me han permitido tener pensamientos nuevos sobre la realidad y sobre mí mismo.
-A pesar de tu anclaje científico, te cuidás de no fijar posición sobre esta tensión: eso queda explicitado en la coincidencia entre la aparición de una clase de ave que según el mito presagia la inminencia de la muerte y el dictamen de la medicina que anticipa esa misma conclusión para la señora A…
-Durante muchos años pensé que todo lo que estuviera por fuera de la ciencia y el método era incorrecto. Con el tiempo entendí que las necesidades de las personas son mucho más complejas y que a veces no alcanza con la lucidez de los datos y su interpretación sino que se necesitan también pequeñas curas para el alma en ciertas situaciones, es decir, creer en los símbolos y en los presagios. La racionalidad del narrador y la emotividad de Nora están muy presentes en mí y a menudo en conflicto.
-“Presumías con frecuencia de tu sagacidad, de haber aprendido todo lo que sabías de la experiencia, pero al final no te resultó muy útil”, dice el narrador acerca de la manera en que se han desperdigado los tesoros de la señora A. ¿La experiencia es una conquista obsoleta frente a instancias decisivas como la muerte?
-La experiencia vale muy poco si no está sostenida por una reflexión sobre sus alcances. Eso es lo que le falta a la señora A.: es una mujer que está hecha toda de experiencia práctica y en ese sentido ante los demás parece muy fuerte, pero en el momento en que le llega la enfermedad no tiene los instrumentos racionales o intelectuales para defenderse. Y por lo tanto toda esa experiencia se desintegra.
-La relación que establece la señora A. con los objetos y la manera en que estos son “desbaratados” por la familia luego de su muerte, funciona como una metáfora sobre la percepción. ¿Qué tan inquietante le resulta esta idea de que con la muerte de una persona desaparece también una manera íntima y singular de configurar el mundo?
-Los objetos son casi siempre sólo eso: objetos. Lo que les da importancia es la forma en que una persona se relaciona con ellos y les confiere interés. Todos los objetos de la señora A. tenían un sentido porque respondían a un preciso orden que permitía entender una cadena de afecto y emociones. Ella no se preocupó por garantizar un sentido para estos objetos que trascendiera su propia vida. Lo que sucede entonces es que inmediatamente después de su desaparición, se venden y se transforman en mercadería de poco valor, lo que significa una pérdida de sentido.
-¿Hay una mirada nostálgica sobre la reformulación de roles en la estructura familiar, que como sostiene el narrador de la novela hoy exige serlo todo al mismo tiempo (hombre y mujer, lógico y sentimental, sumiso y severo)? ¿Cuánto hemos ganado con ese modelo que nos confiere “una responsabilidad tan amplia e indiferenciada que al final siempre nos impide llegar a todo”?
-Hay por momentos un dejo de nostalgia, pero es una nostalgia muy culpable porque en realidad no añoro los viejos roles. A los personajes de la novela la vida se les presenta trabajosa y compleja en esta situación en la que cada uno tiene que ser capaz de ser hombre y mujer al mismo tiempo. En ocasiones eso es muy difícil y nos alcanza cierta nostalgia culposa de tener roles más definidos como tenía la generación de nuestros padres.
-En sus tres libros hay un nexo común que tiene que ver con la dificultad de los personajes para encajar en el mundo y con el grado considerable de soledad que arrastran incluso aunque estén rodeados de vínculos …
-Sí, lo que está en el foco de mis historias es la dificultad para entrar en un mundo aparentemente fácil. Esto estaba muy claro en “La soledad de los números primos”, donde los protagonistas no lograban hacer cosas aparentemente fáciles como amar o sentirse atraídos. En cambio estaban dotados para otras cosas más difíciles o extrañas. En “Casi de la familia” creo que ocurre algo parecido, mientras que en “El cuerpo humano” los protagonistas terminan haciendo una cosa absurda como es una guerra para escapar de las cosas obvias y en apariencia simples de la vida cotidiana.