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Opinión 9 de julio de 2020

¿Y si probamos sin pelearnos?

Por Eduardo Duhalde

Nuevamente en la Argentina los políticos estamos dando la nota. Parece que no nos alcanzó cuando en 2001 la gente nos pidió que nos vayamos todos. Y digo esto, porque otra vez tengo que ver con mucha tristeza como la dirigencia política está enfrentada en medio de insultos y descalificaciones.

Convencido de que habíamos aprendido algo de lo que la gente nos viene diciendo cada dos años con su voto, a comienzo de diciembre de 2019, pocos días antes de que asumiera Alberto Fernández la presidencia, publiqué un artículo que titulé “Desarmar el club de la pelea política” en el que decía: “En pocos días asume el nuevo gobierno y renuevo mi optimismo en que el diálogo se imponga a la maldita pelea.” (…) “¿Es difícil? Pero claro que es difícil. Sin embargo estoy convencido de que un consenso amplio no solo es posible sino imprescindible para terminar con un ciclo de agonía”. Sólo debía esperar los resultados.

En ese momento nada hacía pensar que tres meses después, cuando todavía no estaban completos todos los equipos ministeriales, una enfermedad inesperada caería sobre nosotros para cambiarlo todo, acá y en el mundo, generando incertidumbre y mucho miedo.

Frente a un hecho consumado, y muy por el contrario a lo que muchos pensaban, gobierno, dirigencia política y sociedad en su conjunto lograron reaccionar de manera armoniosa. Todos se encolumnaron detrás de la figura presidencial para enfrentar los sinsabores de la pandemia.

En realidad pasó algo que debiera sucedernos siempre: el diálogo nos puso como un ejemplo ante el mundo.

Pero este logro no lo supimos mantener en el tiempo. A medida que fueron pasando los días de la cuarentena los climas se fueron enrareciendo dando lugar a ciertas mezquindades.

Sin ninguna explicación de por medio, hoy estamos enfrentados nuevamente como perros y gatos. Hemos retrocedido y una vez más protagonizamos el Club de la Pelea. Se hace muy evidente que a muchos políticos los potencia más el insulto mientras rechazan el diálogo.

No se puede vivir en una pelea permanente. Hay que desterrar eso de echarle la culpa al otro. Todos tenemos la culpa de lo que viene pasando en la Argentina, hoy desnudado de una manera descarnada por efecto del Covid 19.

Hay que decir la verdad: la culpa la tenemos todos y entre todos tenemos que ver cómo se sale. La gente nos elige para resolverles los problemas y los partidos políticos tenemos la obligación de juntarnos porque hay ciudadanos que la está pasando muy mal.

Ejemplos de lo que estoy diciendo hay por demás. Un dirigente, desde Córdoba, pidió que la enfermedad “haga una limpieza étnica” (…) “que se quede en La Matanza” y tengamos “5 o 6 millones de negros menos”. Un ex gobernador pidió la independencia de su provincia para constituir un nuevo Estado, mientras que otro sostuvo que se debería fusilar a Mauricio Macri en la Plaza de Mayo.

Todo, una verdadera locura. ¿Qué nos pasa?

Como puede ser que mientras nadie sabe a ciencia cierta cómo y cuándo podremos salir de este momento tan complicado en el que nos instaló un virus, dirigentes de muchas trayectoria reaccionen de manera tan impensada. La muerte es un hecho desgraciado en sí mismo, por lo que no se lo puede alinear ideológicamente para el lado de más nos convenga. Y estoy haciendo referencia, por marcar algunos casos, del fiscal Nisman, de Santiago Maldonado o del recientemente asesinado Fabián Gutiérrez. No, no se puede degradar aún más el dolor de los familiares en pos de los ideales.

Frente a esta realidad surge preguntarme nuevamente si de una vez por todas, el diálogo se le impondrá a la pelea. Y la respuesta decididamente es sí. Será muy difícil conseguirlo, pero no estamos frente a un imposible.

La Argentina merece que aquellos que alguna vez nos propusimos trabajar en política para cambiar el rumbo de la cosas lo hagamos. Los acuerdos se entienden desde la necesidad de relegar posiciones y aspiraciones personales en función de dejar el profundo pozo en que estamos sumidos. Es por eso, que la Política con mayúsculas yo la concibo basada en los entendimientos entre todos los sectores y fundamentada en los logros que vayan alcanzando los ciudadanos.