Votar, aquella palabra anhelada: la alegría del retorno a la democracia
El 30 de octubre de 1983 Argentina dejaba atrás la página más negra de su historia. Se respiraban aires de esperanza y alegría: la sociedad volvía a recuperar la democracia. Cómo se vivieron esos días desde el recuerdo de un protagonista: el exconcejal radical Ernesto Argüeso.
Ernesto Argüezo, uno de los concejales radicales electos aquella primavera.
Por Julia Van Gool
Era de noche y las planillas de algunas de las 1.100 mesas que había en General Pueyrredon volaron por los aires, cayeron en el piso del comité de San Martín y Dorrego y una multitud las pasó por encima. Ya no importaba, lo escrutado mostraba una tendencia irreversible: la Unión Cívica Radical (UCR), con Raúl Alfonsín en el país y Ángel Roig en la ciudad, había ganado, y el pueblo argentino volvía a respirar democracia tras siete años de dictadura cívico militar. Fuera del local una multitud se reunía para iniciar una madrugada de caravanas por las calles de la ciudad, festejos en Plaza Rocha y un rally mediático de dirigentes por canales, radios y diarios locales.
Lo dicho forma parte de los recuerdos más preciados de Ernesto Argüeso (70), uno de los concejales radicales electos aquella primavera.
Argüeso tenía 24 años cuando se afilió al radicalismo. Era 1973 y cursaba la carrera de Contador Público en la Universidad Nacional de Mar del Plata. El deseo de formar parte de un movimiento activo lo llevó a participar en la Agrupación de Universitarios Marplatenses de Ciencias Económicas (Agumce). Más tarde, su participación política trascendería lo universitario para volcarse al terreno municipal.
-¿Y qué pasó con su militancia tres años después de su afiliación, durante la dictadura?
-El radicalismo durante ese golpe de Estado mantuvo la militancia permanente. No abandonamos del todo, sino que nos fuimos sosteniendo y haciendo turnos para atender el comité, que estaba cerrado, pero nosotros estábamos todos los días adentro. También recreamos, no tengo precisión en la fecha, pero fue prácticamente al año y medio de iniciado el Golpe, lo que fue el Centro de Estudios Ricardo Rojas.
Mantener la llama
Argüeso asegura que el Centro no era más que un intento de “mantener la llama encendida” y “de demostrar que el partido no estaba de ida sino que estaba vivo y activo”. De esta manera, y bajo la calificación de actividades “económicas, sociales y culturales”, la Juventud Radical encontró la manera de hacer “política”, de manera inadvertida.
Cada una de las charlas que tuvieron lugar en la Biblioteca de Juventud Moderna (Diagonal Pueyrredon 3324) y en el comité radical local (de la que participaron políticos como Ricardo Alfonsín, Ricardo Balbín, Juan Carlos Pugliese), contó religiosamente con la presencia de los servicios de inteligencia que concurrían para grabar y controlar lo que allí sucedía.
“Teníamos una reunión semanal donde nos juntábamos para tener un contacto todos e ir a su vez organizando diferentes conferencias. Hicimos cerca de 30 y ninguna pasó desapercibida, porque a partir de la primera, la mayoría se hicieron en la casa del Partido Radical. En todas estuvieron los servicios de información grabando las conferencias. Llegó un punto que teníamos hasta confianza con los que venían a controlar”.
-¿Considera que eso fue clave para la vuelta de la democracia, años después?
-Sí, se tuvo vivo al partido y fue un centro de ebullición cuando se empieza a armar la salida democrática.
La ebullición
-¿Y cuándo empieza a sentirse esa ebullición?
-El hombre político nunca pierde la esperanza de una salida electoral, pero la fuerza de ese momento militar tenía cerrados todos los caminos. Y realmente hasta que no pasó lo de Malvinas la salida no se vio tan clara. Nadie estaba de acuerdo con el gobierno militar, pero lo que precipitó todos los acontecimientos fue esa guerra. Prácticamente de junio del 82, la derrota, a la salida electoral hay muy poco tiempo. Fue, en realidad, un tiempo para que todos se vayan poniendo de acuerdo para consensuar una salida política que dé el tiempo a abrir la afiliación de los partidos políticos, la generación de las plataformas, la formación de las listas. Los tiempos electorales, básicamente.
-¿Lo de las afiliaciones en qué fecha se dio?
-En noviembre de 1982. Nuestro partido estaba lleno de gente haciendo cola para afiliarse, y supongo que en todos era igual. La gente estaba lanzada a la salida, no quería saber más nada.
A votar
Todavía era de noche cuando LA CAPITAL del 30 de octubre de 1983 comenzó a llegar a los kioscos. Con la bandera argentina impresa en la tapa, el título, principal anticipaba una jornada sin igual: “Argentina conjuga el verbo anhelado: votar”.
-¿Qué recuerda del 30 de octubre, el día de las elecciones?
-Toda la ciudadanía estaba motivada y unida en función de un objetivo electoral. Todo el mundo hablaba de elecciones. El portero, la maestra, el director, tu mamá, tu tío, tu abuelo. Con quien hablaras, ibas a hablar de política. Y los que estábamos metidos en la militancia, lo vivíamos a pleno. Salíamos del trabajo e íbamos al comité partidario y hacíamos todo lo que teníamos que hacer: atender a la gente que venía a consultar padrón, organizar la elección, salir a pegar afiches a la noche. Es decir, la militancia a pleno. A full.
-¿Cómo fue esa campaña?
-Te voy a dar una pauta que da cuenta de la dificultad que enfrentábamos: los padrones. Ahora uno quiere saber dónde vota y consulta por internet o va con el número de documento a algún lugar y se lo indican, pero antes no era así. En ese momento el padrón venía en libros del tamaño de una mesa, y para Mar del Plata eran unos 15 o más de 20. Todo dividido por circuito y masculino de un lado y femenino del otro, porque estaba separado.
-Eso implicaba una organización previa muy rigurosa.
-Exacto. Por eso había filas larguísimas para ver el padrón mucho tiempo antes. Todo el mundo tenía que ir a un local político para ver dónde votaba y se llevaban la dirección anotada en papelitos con el emblema radical. Por eso, también, le teníamos que avisar a la gente que tenga cuidado, que no les vean el papelito el día de la votación porque les iban a impugnar el voto.
-¿Recuerda cuánto tiempo llevó la campaña de los candidatos de la UCR?
-Nosotros veníamos preparando la elección por lo menos tres meses antes y teníamos reuniones prácticamente a diario. Había un comando de campaña donde estaban todos generando agenda: con barrios, instituciones, universidades, visitas a los medios. A pesar que no es como ahora, que hay tanta cantidad de medios, había, y había que repartirse. Mandar gacetillas no era como ahora: había que sacar la foto, revelarla, escribirla y recorrer los medios para dejarlas ese mismo día. Era un trabajo artesanal.
-¿Tuvo algún rol en la organización además de ser candidato?
-A mí me tocó organizar el centro de cómputos.
-¿Cómo sistematizaban los votos?
-Hoy están las computadoras, pero en aquél momento en el comité, que tenía treinta metros, se habían puesto tablones con caballetes y se había gestionado la colaboración de toda la gente amiga que tuviera las “sumadoras”, para poder contar las mesas.
El festejo y la emoción
-¿Cuándo empezaron a ver que los números los beneficiaban?
-Hacíamos las mesas testigos y de cada circuito electoral se tomaban 10 mesas. En el centro más. Cuando tuvimos esas… bueno, en realidad, ni llegamos a tenerlas… En ese momento Mar del Plata tenía algo de 1.100 mesas, pero cuando llegamos a las 150 mesas arriba, sabíamos que la tendencia era irreversible.
-¿Y cómo se vivió ese momento en el comité?
-Vino uno con todas las planillas y dijo: “Señores, se terminó la elección”, y tiró todo y se terminaron las sumas, nadie estaba sentado, fue todo festejo. Salimos a la calle a festejar, después hubo caravanas. Los electos fueron a las radios y a los canales de televisión. Fue un fiesta. Pero ahí se sintió mucho la unidad.
-¿La unidad?
-Si, si bien hubo muchos partidos que no estaban contentos con los resultados de la elección, en el festejo estuvimos todos juntos porque realmente significaba dejar atrás una etapa que nadie hubiese querido tener.
-¿Y el día después?
-El lunes fui a trabajar, porque me tocaba, y cuando llegué a esas 12 de la noche del 31 estaban todos los muchachos del banco, felices, tirando papelitos porque había sido elegido. Me acuerdo y me emociono.
Su carrera
Ernesto Argüeso es contador público egresado de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Fue concejal electo por el radicalismo en 1983-85;1985-89 y 1997-2001.
Llegó al poder con la asunción de Ángel Roig como intendente, cuya gestión considera “una de las mejores intendencias que tuvo la ciudad, con municipalismo y progresismo, crecimiento equilibrado e igualdad de oportunidades”.
Para Argüeso, las elecciones de 1983 implicaron el comienzo, “la esperanza más importante para la ciudadanía argentina: sin distinción de banderías y en conjunto”.
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