Vigor de la poesía en épocas de cambio
Rafael Oteriño.
por Rafael Felipe Oteriño
Poesía es lo diverso. En un mundo cambiante y ante una mentalidad también cambiante, a la poesía le toca la tarea de reunir las partes y de ofrecer otra modalidad de vérselas con el presente. Más que de diversidad cultural –que es un factor indiscutido-, hablamos de interculturalidad, que abre las puertas al examen de lo que la poesía hace con las otras ramas del conocimiento. En su inteligibilidad y en su secreto, en su polifonía y en sus silencios, en su decir una cosa en términos de otra y en disfrazar las circunstancias, la poesía cumple la función de ampliar el campo de lo real. De crear más realidad. De descubrir lo callado, de cosechar sentidos, de abrir direcciones insospechadas.
El poema tiene el poder de producir un conocimiento distinto del aportado por la ciencia, la cultura, las otras artes. Conocimiento que se alcanza mediante su inteligencia relacionada con el costado emocional, que no responde estrictamente a las leyes del discurso, no se sujeta a la concordancia gramatical ni guarda correspondencia entre el sujeto y el predicado. Se le ha llamado revelación, podríamos denominarlo descubrimiento. Es una experiencia que se cumple en el corazón del autor y que es revivida por el lector en el momento de la lectura. Versos que no se llegan a entender, seducen por su musicalidad; palabras que conforman imágenes, nos transportan a una realidad viva, inmediata, distinta.
En su dar y tomar, en el intercambio de voces, en la incorporación de coloquialismos, la diversidad cultural está presente en la naturaleza de la poesía. Su legitimidad no hay que buscarla en una hoy impensable lingua franca, sino en su visión de la vida en donde la unidad cede en beneficio de la pluralidad. Porque los poetas se expresan en muchas lenguas. Desde el romanticismo hasta nuestros días, hablan esa lengua plural, ampliada. Sienten que la realidad es heterogénea, y hacen de esa realidad el alimento de su voz, poniendo lo extraño en contacto con lo ordinario. Unir opuestos, decir que esto es aquello, darle lugar a la ironía y al humor, componer con retazos otra realidad, ver en lo cómico lo trágico y en lo trágico lo cómico, son episodios de la elaboración poética.
La poesía evoluciona, se reinventa de continuo. Varían los temas, los modos y las representaciones. Los nuevos desafíos sugieren nuevos temas, el trajín de la calle les introduce otra música. Atravesada por la poderosa tradición crítica de la modernidad, y no susceptible de verificación mediante las pruebas de ensayo y error, la poesía es un lugar para la creencia. La fe en las palabras sienta su autoridad, antes que cualquier color local que pueda circunscribirla a una lengua, un territorio o una época. Más allá, inclusive, de su propia inteligibilidad, que está en manos del tiempo y del lector. Cuando los caminos de la razón se cierran, ahí está ella, en la inagotable diversidad de la experiencia del mundo, tendiendo puentes, atravesando fronteras.
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