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Opinión 16 de julio de 2023

Víctimas de abuso: ¿Por qué lo denuncia ahora?

Por Eduardo Marostica (*)

 
En una escuela con adolescentes de entre 13 y 18 años, les propuse que eligieran un tema particular sobre el que quisieran conversar, entre muchos que aborda la Ley de Educación Sexual Integral (ESI). Entre el 60 y el 70% propuso que hablemos sobre cuestiones vinculadas a las violencias explícitas del abuso sexual y de los noviazgos violentos. Ya en el tema, el 30% de esos grupos admitieron conocer casos de abuso sexual intrafamiliar con personas de su entorno afectivo.

En la legislatura provincial de Santa Fe se impulsa una ley para conformar las “comisiones de la verdad”, donde se plantea la imprescriptibilidad de los delitos sexuales, entre ellos el de abuso intrafamiliar. Lo curioso, aunque esperable, son los refutadores que no entienden por qué alguien podría denunciar algo que ocurrió hace mucho tiempo, pretendiendo echar un manto de dudas sobre estos casos.

Para quien conozca alguna persona víctima de abuso es más que entendible que no puedan hacer denuncias en ese momento. Un detalle no menor es que estos delitos se perpetran cuando las víctimas son pequeñas o a lo sumo transitan la adolescencia. Por lo general, las personas que padecen estos horrores vivencian una confusión hacia las figuras de autoridad que deberían cuidarlas, porque precisamente son estas las abusadoras.

Pero hay otra aspecto a considerar: los seres humanos primero registramos sensorialmente, es decir que sentimos, y luego podemos poner en palabras eso que sentimos. Y cuando la asimetría es tan acentuada dado el vínculo parental, por ejemplo, es aún más difícil.

Los victimarios tienen un perfil donde construyen una doble cara y una consecuente doble moral: la del abusador siniestro y extorsivo en la intimidad y la del arrolladoramente sociable por fuera. En este sentido, aparecen diferentes facetas de estas identidades deleznables. Sujetos como estos no se vinculan con otras personas, sino que las consumen. La distancia afectiva, propia de las psicopatías es tal, que su modo de relacionarse será en un modo extractivista del placer a costa de vaciarlas y someterlas. Y para eso utilizan la extorsión, con el fin de prostituir y reafirmar su poder siempre asimétrico.

La ESI viene a habilitar otro tipo de conversaciones dentro del ámbito escolar, un espacio donde el sufrimiento puede ser reconocido como tal y donde, en el caso de que hubiera alguna víctima, esta pueda discernir su condición sin sentirse revictimizada. Porque es afirmar que allí se da crédito a sus palabras. Porque creerle a una víctima o no hacerlo es una gran diferencia para quien padeció un abuso de estas características. La promesa de “comisiones de la verdad” resulta una noticia alentadora cuando se escuchan voces que denostan a la Educación Sexual Integral.

En tiempos de campañas electorales, se abre ante la comunidad una buena oportunidad para preguntarles a ciertas personalidades de la política qué van a hacer al respecto.
(*) Psicólogo y escritor rosarino. Autor del libro En el ojo de la tormenta, reflexiones sobre la construcción de las masculinidades (Laborde Editor, 2022) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila y otros relatos (2020), declarada de interés municipal y provincial por el Concejo Municipal de Rosario y la Cámara de Diputados de Santa Fe, por el abordaje de la problemática ESI en su contenido.



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