Versos escritos entre el llanto y el arrullo: una lectura de “Mirada puente” de Laura Blanco
Este libro de poemas da voz a una madre que va mutando de pieles para parir, criar, enseñar, proteger y sostener a sus hijos. Frente al agotamiento, los peligros y el dolor por la enfermedad de uno de ellos, la escritura se vuelve refugio y liberación.

Laura Blanco escribe, enseña literatura en escuelas, dicta talleres, y genera contenidos literarios en su Instagram Lau La Palabrera.
Por Rocío Ibarlucía
Leer “Mirada puente” de Laura Blanco es adentrarse en un viaje a la interioridad de una madre, que muestra tanto el amor y la ternura de la crianza como también el agotamiento y la vulnerabilidad. En sus versos, aparecen el arrullo y el grito, la belleza y el caos, los miedos y la fortaleza que debe conseguir para proteger a sus hijos de todo tipo de amenazas.
Como la distancia de rescate de la que habla Samanta Schweblin, Blanco se hace carne de esta expresión para hablar de la intensa conexión entre madre e hijos, ese vivir en constante estado de alerta, calculando el tiempo que se necesita para correr hacia el niño y salvarlo de un peligro inminente.
En la contratapa del libro, recientemente publicado por Halley Ediciones, leemos: “Escribo / mientras vigilo sus sueños”. Desde este primer acercamiento a su poesía, queda claro que maternidad y escritura serán ejes de “Mirada puente”. Muchas veces ambas estarán en pugna, especialmente en la sección Des-velos, que se abre con un epígrafe de la poeta chilena Nadia Prado, quien dice que el poema vela, al “estar sin dormir atento ante lo ilegible”. En diálogo con el libro de Blanco, podría pensarse que el poema comparte esta condición con la madre, quien “se inclina hacia el lenguaje”, mientras está en vilo toda la noche, atenta al sueño de sus hijos.
En uno de los primeros poemas del libro, esta tensión se hace explícita: la madre intenta escribir escondida en el baño mientras su hijo la llama. “De un lado de la puerta / madre / del otro / poeta”, leemos en “Torre de marfil”, un título que resignifica el símbolo modernista en clave cruda, realista y actual. En este texto, la torre ya no es un refugio artístico habitado de jardines y ornamentos para que el poeta, el pequeño dios, pueda evadirse de la realidad, sino un baño, el único espacio físico donde la madre puede robarle minutos a la crianza para escribir. El aura sagrada de la tradición poética se desploma: la escritura no ocurre en un retiro idealizado, sino en el inodoro, su único cuarto propio posible, que debe proteger trabando la puerta con un pie para frenar los gritos que vienen del otro lado.
La voz poética de “Mirada puente” lucha con las demandas de sus hijos, trata de abrirse paso entre las tareas cotidianas para escribir esos versos que la asaltan en cualquier momento: en la calle, en el colectivo o en una sala de espera del hospital. La mujer-madre-poeta busca resquicios en medio de días agitados por el puerperio y la crianza para dar lugar al deseo de la escritura.
Los nacimientos
“Mirada puente” también desarma ciertas imágenes idealizadas o lugares comunes de la maternidad, como la expresión “dar a luz”. En vez de la claridad históricamente asociada al “alumbramiento”, un poema muestra otro rostro del parto:
Dar a luz
le llaman
pero es la oscuridad la que se parte
como un espejo
te obliga a mirar los huecos
la trama del vacío.
En este “dar a luz” no solo hay una vida que nace, sino una mujer que muere –“Contra el piso añico mi sombra”–. Con una intensidad que estremece, los versos de Blanco describen al parto como un cuerpo que sufre fracturas, marcas y vacíos, que se resquebraja en dos, que muta de piel para estrenar el “traje de madre” con el que cuidar las vidas recién nacidas. Así nace la madre y, como se lee en otro poema, de sí misma también nace “otra voz que no parece la mía”, capaz de hacer y decir lo que la anterior no se atrevía.
Pero no se trata solo de un desdoblamiento. A medida que avanza la experiencia de la maternidad, una multiplicidad de pieles, roles y voces habita a este sujeto poético. Así lo expresa el poema titulado, justamente, “Maternidad”. “Soy el grito y el arrullo”, condensa Blanco en este texto que culmina, con humor, en “Estamos vivas las treinta y tres”.
Después de leer cómo la palabra nacimiento se va espesando de capas que aluden no solo a los bebés, sino también a las madres que nacen ante cada situación, no parece casual que el último poema del libro se titule “Renacer”.
Lengua madre
En el poema “Lengua madre”, se detiene en el acto de enseñar a hablar a sus hijos como un gesto a la vez de amor y desprendimiento, de apego y desapego. Porque nos hace ver que la madre, al abrirle el lenguaje a su hijo, le expande el mundo pero también la aleja de ella. Cada nueva palabra es un paso hacia la autonomía del niño y una mayor distancia entre ambos. Pero el poema cierra diciendo “y sin embargo, soy feliz / viéndote correr / con los bolsillos / llenos de palabras”.
Podríamos pensar que este libro está escrito en una lengua madre, desde una voz que atrapa en cada texto momentos, risas, dolores, temores y recuerdos para capturar el vínculo de amor y de palabras que va tejiendo con sus hijos. Registra en la escritura ese idioma que enseña a sus hijos pero también el que aprende ella para poder interpretar lo que ellos dicen y no dicen, lo que queda en esa frontera de lo indecible. La lengua madre, ese primer idioma del hogar y la infancia, vehículo fundamental de la identidad, la memoria y la preservación de una cultura, es en este libro el lenguaje elegido para que la maternidad se vuelva poesía.
Una bomba en el centro de la mesa
En la tercera sección del libro, Días caracol, irrumpe una palabra “como una bomba en el centro de la mesa”: leucemia. La noticia es descripta como una ola inmensa que arrasa con su hijo, que “no sabe nadar”. La potencia de esta imagen marina recorrerá las páginas que siguen para nombrar el dolor de una madre acompañando el tratamiento de su hijo, que irá yendo y viniendo, como la marea, del temporal a la suavidad de la ola orillera.
La enfermedad del hijo desata un nuevo nacimiento para la madre. Ahora debe ser, siguiendo la metáfora del agua, boya, remo, ancla, gota y una “mirada puente” “entre tus ojos y los míos”. Esa mirada, que da título al libro y surge de los días caracol del hospital, también revela una nueva mutación de la voz poética en puente, soga, trama, nudo, hilo finísimo que “trenza con hebras de sol y mar, / canciones, / risas de amigos, / chirridos, / de pájaros y calesitas” para sostener, contener y proteger a su hijo enfermo.
“Cuesta detenerse a descansar en la orilla / después de tanto naufragio / cuesta ser la mano y el remo / pero aquí estoy / escribo otro poema / mientras la sal me quema los dedos”, escribe en uno de los tantos poemas de una belleza desgarradora donde la escritura se vuelve refugio en los días más oscuros.
Así como encuentra una red de apoyo en sus amigas, ese aullido de lobas con quienes “compartimos la distancia de rescate”, la poesía se vuelve un espacio de sostén y resistencia. Un lugar donde aferrarse para seguir adelante. Por eso, la voz que puja por “dar a luz” –y también oscuridad– versos nacidos de la herida y el amor puede finalmente decir: “Contra el espanto canto”.
“Mirada puente” no es solo un libro, es una experiencia de lectura sensible y conmovedora. A veces con crudeza, a veces con ternura, Laura Blanco nos ofrece una obra que reflexiona sobre los temores, las pérdidas, los descubrimientos y las fortalezas que brotan de una maternidad marcada por miedos, separación, mudanza y enfermedad, pero también por el aprendizaje, el amor, la amistad y los renacimientos. Escrito en una lengua madre que siembra palabras mientras oye “el tambor de mi pecho agitar las hogueras”, este poemario se convierte en una hermosa reflexión sobre la escritura, que, aunque el entorno no sea favorable para ejercerla, siempre logra encontrar su espacio, incluso entre el llanto y el arrullo.
La Palabrera
Laura Blanco (Azul, 1982) es profesora en Letras (UNMdP), da clases de literatura en escuelas de nivel secundario de Mar del Plata, coordina talleres y tutorías de escritura, genera contenidos literarios para su Instagram, Lau La Palabrera, y es madre de mellizos. Diferentes medios gráficos como las revistas Oropel y Ulrica han publicado poemas suyos y se incluyeron varios en la antología “Poemas de la palabra” (Martin, 2003). Su primer libro, “Estallido“, fue publicado por Niña Pez Ediciones en 2021 y este 2024 lanzó “Mirada puente” (Halley Ediciones).
Leer otros poemas de Laura Blanco publicados en la sección Entretextos de LA CAPITAL haciendo clic acá.

Lo más visto hoy
- 1Sorpresivos resultados de una encuesta que midió la imagen de Javier Milei y Lali Espósito « Diario La Capital de Mar del Plata
- 2La atención en los bancos vuelve a su horario habitual « Diario La Capital de Mar del Plata
- 3La Fundación de Dante Gebel renovó una escuela secundaria de Mar del Plata « Diario La Capital de Mar del Plata
- 4Choque de tres vehículos sin heridos en la ruta 88 « Diario La Capital de Mar del Plata
- 5Las mejores fotos de la masiva marcha por el Día de la Memoria en Mar del Plata « Diario La Capital de Mar del Plata