La realidad supera cualquier tipo de argumentación sobre las causas que han llevado al Estado Bolivariano a atravesar la peor crisis de toda su historia. Desde la asunción de Hugo F. Chávez y la revolución bolivariana las acciones constantes se dirigieron hacia continuas reformas constitucionales, renovación de leyes, expropiaciones compulsivas, reelecciones indefinidas y el desconocimiento de cualquier tipo de oposición lo que desencadenó transcurrido 15 años en continuas protestas y paros nacionales.
El mandatario venezolano contaba con una fuerte plataforma social y militar de apoyo en contra de los poderes económicos quienes vieron afectados sus intereses, lo cual condujo no sólo a construir fortalezas en torno al personalismo del presidente sino a otorgarle una base sólida al nuevo proyecto del Socialismo del S. XXI. La transferencia de las glorias de la República Bolivariana desde el año 2002 se derramó inmediatamente en varios países latinoamericanos. La base política e ideológica del chavismo contaba con grandes aliados de países vecinos y otros estados como Cuba, Rusia, China, Irán, Vietnam entre otros. Nada ni nadie podía debilitar el imperio “babilónico” de Chávez que utilizaba de bastón institucional la Asamblea Nacional quienes de forma invidente aprobaban las leyes caprichosas del ejecutivo.
El control del chavismo en todas las regiones, la reelección por tercera vez consecutiva, las eternas reformas constitucionales, la enfermedad y la desaparición física del líder bolivariano llevó a la República de Venezuela a navegar en la incertidumbre. La elección del nuevo mandatario se llevó a cabo en un país polarizado ideológicamente, el poco margen con el cuál se impuso Nicolás Maduro lo demostraron rotundamente, Capriles era el rival a temer.
La gran contradicción
Las banderas agitadas por el desaparecido Chávez no flamean con fuerza, la caída progresiva y en partes estrepitosas del precio del barril del petróleo dañan seriamente los principios del proyecto venezolano. Las misiones bolivarianas creadas en el año 2002 para desarrollar una revolución social y cultural se encuentra actualmente en la fase agónica sin el sustento del suculento presupuesto que pende del único recurso: el Petróleo. La “Arabia saudí” latinoamericana arrogaba su grandeza en el recurso no renovable y la fuerte relación comercial con Estados Unidos siendo éste su principal socio comprador.
La gran contradicción fue siempre velada por el gobierno de Chávez y Maduro, el imperio hegemónico era quién les ayudaba a sostener una economía mono-productora, sus aliados ideológicos le aseguraban el resto: alimentos, electrodomésticos, vestimenta, herramientas y otras tantas. No hubo proyecto de industrialización ni tampoco indicios que haya sido la intención. Sentados de manera apacible sobre los pozos petroleros esperaban la sacralización de sus aliados estratégicos. La Venezuela de Chávez les había otorgado una justificación doctrinaria pero los parámetros económicos van más allá de las teorías. El comportamiento cíclico de la oferta y demanda del petróleo, el autoabastecimiento de Estados Unidos, la rivalidad encarnizada entre la OPEP y los norteamericanos por formar precios, dejó endebles a las economías que dependían de ese producto exclusivamente. Venezuela, Nigeria, Irak y otros estados que nos son los mayores productores y que la calidad de su petróleo no es la óptima sufrieron y sufren serias averías en sus economías y con ello el descalabro social y político.
Así llegó La República Bolivariana de Venezuela después de la desaparición física de Chavez a cursar la situación en la cual está inmersa. La fisura de la sociedad se agiganta y se visualiza con mayor nitidez. El presidente Maduro fortaleció la estructura política y solidificó el andamiaje de fuerzas coactivas para mantener de manera vitalicia el pode, parapetándose en el romance de una parte del pueblo con el chavismo enfrentando a la otra parte de conciudadanos opositores al actual proyecto. La respuesta siempre es la misma desde la retórica madurista: el imperio, la derecha, los poderes hegemónicos, el golpe de estado, la oposición neoliberal… y tantas otras.
La ceguera tirana
Es engorroso comprender las apreciaciones de aquellos que defienden a ultranza las acciones criminales que envuelven desde el 19 de abril (aniversario de los 207 años de la firma del Acta de Independencia de Venezuela) donde en el marco de jornadas de protestas masivas convocadas por la oposición (MUD) y el oficialismo llevaron a la catástrofe, a la violación de los DDHH, a la “caja de brujas” hacia los opositores al gobierno y al cruel enfrentamiento entre los hermanos venezolanos, pero lo que es aún más lamentable, la cifra de muertos, decenas de heridos y detenidos.
Parte del pueblo venezolano que con gritos sordos pide la revocatoria del mandato de Maduro observa azorado como el poder político conjuntamente con las fuerzas militares al mando de Diosdado Cabello se lleva todo por delante.
Desde el 30 de marzo cuando el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela emitió la sentencia para asumir las competencias de la Asamblea Nacional el país quedo sumido en la peor crisis institucional. Ni los pasos de cangrejos, ni las palabras vacías de contenido del ejecutivo pudieron calmar la ira de quienes son atropellados, castigados, reprimidos y denigrados por quienes consideran tener “todo el poder” para siempre. Ya no le quedan aliados al estado de Venezuela, las voces que gritaban con las miradas acrecentadas por la emoción y con las pancartas “Viva la revolución Bolivariana” desfallecen a cada mal paso que da el gobierno. Lo peor –las fuerzas paramilitares- que “a tontas y a locas” disparan contra los manifestantes opositores.
Está clarísimo, el gobierno no quiere ser juzgado por utilizar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por eso el engendro de la muerte se gestiona con las parcas que transitan sobre motocicletas en horas donde la oscuridad confunde. Latinoamérica no puede permitirse el lujo de repetir los gravísimos errores de anteriores dictaduras genocidas. Sin alusión directa pero con plena convicción de permanecer firme en la vereda de la libertad y la razón en esta columna: Venezuela arde por el fermento que deja el hedor de la tiranía, inconsciente, insensible, arrogante y chacotera de quienes detentan el poder político y militar sin tener en cuenta que tarde o temprano la soberanía y la dignidad volverá de manera irreductible a quién le pertenece: al pueblo de Venezuela. Esta es la peor crisis.
(*): Profesora en Historia.
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