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Opinión 4 de agosto de 2018

Una tormenta azota al Senado

por Pablo Sieira

El pedido de autorización al Senado para allanar los domicilios de la ex presidenta Cristina Kirchner descolocó a los principales actores de esa Cámara, tanto del oficialismo como del peronismo, justo mientras tratan de salir del atolladero que significa la posible caída de la legalización del aborto.

La solicitud del juez Claudio Bonadio llegó al Senado al mismo tiempo que el senador Juan Carlos Romero anunciaba su voto en contra de la legalización del aborto y se convertía en el número 36, cantidad de votos suficiente para sepultar el proyecto el 8 de agosto.

La combinación de ambas cosas se convirtió en un pronóstico de tormenta para los senadores y especialmente para el jefe del Bloque Justicialista, Miguel Pichetto, principal defensor de la legalización del aborto en la Cámara alta y, a la vez, garante de los fueros que tiene la senadora Cristina Kirchner.

Eligió un mal momento Pichetto para ofrecerse como candidato presidencial: su muñeca política quedó sometida a escrutinio público.

El jefe del Bloque Justicialista, que ya se negó una vez a tratar el desafuero de Cristina Kirchner y se negará de nuevo, debe maniobrar ahora con la autorización para allanarla, algo completamente distinto porque, en caso de denegar ese permiso, se dirá que el Senado entorpece el avance de la causa judicial.

Según fuentes del justicialismo consultadas por NA, esa bancada está dispuesta a autorizar los allanamientos pero sólo a los domicilios de la ex presidenta, no a su despacho en el Senado porque significaría “la vulneración de otro poder del Estado por parte de la Justicia”.

Sabe el justicialismo que la solicitud de Bonadio no obedece a una cuestión meramente procesal: no se explican por qué pidió allanar el despacho a la senadora del FPV cuando los delitos que le imputa son previos a su llegada al Senado.

El aborto

Por otra parte, Pichetto quiere evitar que el tema de Cristina Kirchner empañe o bloquee de cualquier forma lo que hasta ahora es la cuestión central para el Senado: el tratamiento de la legalización del aborto.

La posibilidad de que ese proyecto sea rechazado en la Cámara alta, que tomó fuerza con el pronunciamiento del salteño Romero, no les agrada ni siquiera a algunos de los senadores que están en contra de la iniciativa.

Consideran por lo bajo que si el proyecto se cae el Senado estaría dando un mal mensaje a la sociedad, especialmente a las dos millones de personas que la Campaña por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito aseguró que reunirá frente al Congreso el 8 de agosto.

Es por ello que algunos de los que están en contra buscan colar en la sesión algún proyecto alternativo que despenalice la interrupción voluntaria del embarazo, pero hay pocas posibilidades de que el sector del “sí” lo acepte.

“Nosotros tenemos un dictamen, ustedes no tienen nada, no propusieron nada, solo el rechazo”, les espetó Pichetto esta semana, en la reunión de comisiones.

Para quienes apoyan la legalización es por el momento mejor negocio político dejar expuestos a quienes están en contra que prestarles algún voto para sacar por la ventana alguna ley intermedia que no contentará a los sectores que reclaman este derecho.

Es mejor negocio precisamente porque conocen las dudas de algunos de los senadores que anunciaron su voto en contra y el temor a la exposición en el caso de que el proyecto sea rechazado de plano, sepultado delante de dos millones de personas, puede deparar alguna sorpresa para el día de la sesión.

En el Senado se juega, literalmente, una partida de ajedrez.

(*): Especial de NA.



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