Querido diario:
Hoy fue un ocho de diciembre muy distinto. Ella no sabía que yo sabía. Ella se pensaba que yo no la veía, cada 8 de diciembre, llorando. Capaz que cuando era un poco más chica no me daba cuenta. Pero este año cumplí 10.
Hoy, y te lo cuento porque no puedo más de la emoción, fue todo distinto. Hoy me contaron. Hoy lloré con ellos y entendí. Nunca me habían dicho que tuve un hermanito y que murió cuando yo era bebé. Yo pensé que ellos no querían tener más hijos. Porque me cuidan tanto. Esas, me decían cada vez que les preguntaba, y vos lo sabes bien, son cosas de grandes. Qué sé yo…
Pero hoy fue todo distinto. Y me contaron también que el problema con el arbolito de Navidad es la estrella.
La estrella.
Esa plateada y brillante que se pone en la punta. Esa que, por lo que me enseñaron en catequismo, es como la estrella fugaz que llevó a José y María embarazada hasta Belén. Una estrella guía. Una estrella camino. Una estrella luz.
Y me contaron que la nuestra la hicieron mi mamá y mi hermanito, juntos, hace muchos años. Y que por eso mi mamá llora cuando la saca de la caja de los adornos del árbol y, sobre todo, cuando la ponemos allá tan alto.
Pero mucho más alto debe estar mi hermanito que, pobrecito, no puede poner adornos en el árbol, ni puede jugar con sus amigos… Pobrecito, no puede abrazar a mi mamá cuando llora… Pobrecito, no pudo crecer. ¡Ojalá me lo hubieran dicho antes así yo lo recordaba cada día de mi vida!
Pero ahora ya lo sé y hoy lloré con ella. Hoy entendí.
Pero fue, también re lindo. Porque cuando me bajé de la silla en que me tengo que subir para poner la estrella que hoy brilló más que nunca, y prendimos las luces mi mamá me abrazó y me contó que voy a tener un hermanito!
Por ahora te dejo. Tengo que ir ya a contarles todo a mis amigas. Quería que vos lo sepas primero.
Tina.