Una obra inmensa a la mitad de la vida
Alejandro Giuntini hizo todo. Pero estaba para hacer todo. Dejó una marca indeleble en todos los lugares por los que pasó como futbolista y entrenador.
por Vito Amalfitano
@VitoMundial
Tampoco era verdad, al final, que nadie se muere en las vísperas. Hay quienes, penosamente, nos dejan en las vísperas de una obra imprescindible por venir.
Grandes hombres y mujeres, jóvenes o no, nos abandonan físicamente tras completar toda una gran obra. En lo familiar, en lo personal o en la vida pública. Otras y otros, todo lo contrario. Algunos y algunas, lo que pueden, lo que les deja la vida, apenas semillas.
Pero hay pocos casos, un puñado de elegidos, que dejan una obra inmensa a la mitad de la vida, lo que otros no podrían hacer ni en 300 años, pero de los que se sabe que además queda trunco aun un legado más grande para la otra mitad.
Alejandro Giuntini hizo todo. Pero estaba para hacer todo. Dejó una marca indeleble en todos los lugares por los que pasó como futbolista y entrenador. Pero su trabajo como técnico y docente, a su vez, no tenía techo.
Será muy difícil encontrar algún otro antecedente de un futbolista/entrenador que haya entrado en la historia grande de por lo menos cinco camisetas, y que una de ellas sea nada menos que la de Boca Juniors, y la de otras cuatro divisas marplatenses.
Alejandro Giuntini entró definitivamente al Hall de la Fama de Boca el 20 de diciembre de 1992, cuando se consagró campeón con el equipo que cortó una sequía de 11 años sin títulos en la entidad de la Ribera. Y los hinchas de Boca, para muchos “la mitad más uno del país”, recuerdan todavía hoy la imagen televisiva de un alambrado que se derrumbaba, por el festejo de Giuntini, Alberto Márcico y Carlos Mac Allister (hoy secretario de Deportes de la Nación), que voltearon el tejido, lo que le provocó al marplatense un corte en la cara, por el que le tuvieron que aplicar tres puntos de sutura. Pocas noches, incluso de Copa Libertadores, registran una Bombonera tan desbordada como en aquella oportunidad. Tanto que el partido con San Martín de Tucuman se jugó a las 20 y ya a las 14 cerraron las puertas del estadio porque estaba completo. Para tomar dimensión real del logro de Giuntini, integrante de la columna vertebral de ese equipo de Oscar Washington Tabárez, el Maestro, quien hoy, por esos designios del destino, también está luchando contra una dura enfermedad.
“Llegué a lo máximo que puedo aspirar”, nos dijo esa noche para LA CAPITAL en el vestuario eufórico de Boca, cuando todavía se podía entrar.
Giuntini, además, ganó otros dos títulos con Boca, internacionales, la Copa Master 1992, en la que convirtió un golazo decisivo en la victoria en la final ante Cruzeiro 2 a 1, y la Copa de Oro Nicolás Leoz.
Kimberley, “la Roja”, Deportivo Norte, Aldosivi
Alejandro Giuntini dejó marca antes en Kimberley como niño prodigio, al deslumbrar en aquel Mundialito que organizó River. A la entidad de Independencia 3030 había llegado a los 12 años, desde el “baby” de Peñarol. Y allí debutó en primera división.
Alejandro Giuntini fue campeón orgulloso con la casaca “roja” de Mar del Plata, como integrante de la selección de la ciudad.
El pase a Deportivo Norte fue una novela pero vaya si dejó huella allí también, porque solo un elegido como él puede haber llamado la atención de un grande como Vélez apenas por un paso de seis meses por el equipo de La Perla. En esas dos transferencias, que le signaron el destino de gloria, tuvo decisiva participación el marplatense Oscar D’Addato
Después vino todo lo más conocido, su notable trayectoria como futbolista, lo de Boca, -como hito fundamental para transformarlo en uno de los grandes deportistas de la historia de Mar del Plata-, y Lanús, Huracán, Unión…Y también campeón con el Bolivar de Bolivia.
Cuando el futbolista se transformó en entrenador afloró el docente, y ahí volvió a dejar marca, en este caso como técnico de Aldosivi. Y por otros tres hitos diferentes.
En una de las épocas más difíciles del club, con Oscar Salerno como presidente, Giuntini como DT salvó del descenso al equipo del Puerto en primera división, con un recordado y épico 4 a 4 en Tres Arroyos.
Más adelante el dirigente Alberto Valastro lo puso al frente del Proyección Juvenil, desde donde Giuntini transfirió conocimientos y formó pibes con conceptos claros, con los valores del fútbol-juego, con llamativa sabiduría para expresarlos, con una cultura general que supera la media general de los futbolistas argentinos, y dos ayudantes que siempre lo acompañaron en el trabajo y en la idea, el amigo de toda la vida, Gustavo Galera, y Claudio Balsano. Siempre destacaba a dos maestros, el propio Tabárez, y César Luis Menotti. Todo una declaración de principios.
Una de las joyas de Aldosivi, por la que seguramente en las próximas horas se concretará el pase de más dinero en la historia del club, Santiago Rosales, destacó hace poco en LA CAPITAL que Alejandro Giuntini le encontró el puesto y la función adecuada.
El tercer hito de Giuntini en Aldosivi fue haber dirigido al equipo de primera en el partido del centenario del club, en un interinato, la victoria con una exhibición de fútbol ante Almirante Brown, 4 a 2.
Su calidad de persona explica que lo recuerden muy bien en Alvarado, en el club antagónico a Aldosivi, pese a que tuvo allí un paso corto y sin demasiado éxito como DT.
El problema de Giuntini es todo lo que dejó por hacer. Independientemente del legado como persona y profesional y en especial el amor para sus hijos Narella, Chiara y Luchino, y su compañera de toda la vida, Fabiana. Eso está saldado para siempre. Lo que quedó pendiente es justamente ese formador y entrenador sin techo.
La generosidad y el afecto de Alejandro me hizo participar de su mesa familiar hace casi 25 años pero no para hacerle una nota a él. Me avisó que iba a estar su amigo y compañero de zaga en aquel Boca campeón del 92, el campeón del mundo juvenil Juan Simón.
Hace poco más de un año, cuando estaba por asumir en un cargo en el club de La Ribera, el mismo Simón me confesó, en una nota en Radio Cooperativa, que le encantaría tener a Giuntini trabajando en las inferiores de Boca.
Así allí apuntaba Alejandro, irremediablemente, cuando ya estaba a cargo de la coordinación de todo el fútbol juvenil de Olimpo de Bahía Blanca.
Esa es la historia que quedó trunca. Todo lo que le quedaba por enseñar. Y una obra como entrenador que podía ser tanto o más trascendente que la del jugador.
Cuando nos dejan los imprescindibles, los que hacen algo por los demás, el vacío es aún más grande.
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