Una madrugada de diciembre y sus cuatro asesinatos
En la madrugada del 16 de diciembre del año pasado, Claudio Granadino (26) murió de una puñalada en la ingle frente a la Villa Mateotti. Horas después su tío Pedro Corbalán (50), el hijo Guillermo Corbalán (23) y su primo Juan Carlos Giles (32) fueron acribillados dentro de una vivienda del barrio Monte Terrabussi. Las investigaciones revelaron un mundo desconocido para la gran mayoría de los marplatenses.
La fiscal Andrea Gómez.
Cuando algunos preguntan por ahí, o peor aún afirman sin saber, acerca de la situación de violencia en los barrios marginales de Mar del Plata no imaginan nada próximo a la realidad. La droga la podrán percibir como parte del problema, las armas como parte de las soluciones arrebatadas y la precariedad como un contexto amarronado que quita derechos y alimenta el deterioro. Pero ni siquiera así entenderán en qué grado todo eso converge para darle forma al mundo cada vez menos subterráneo del delito.
Probablemente el caso que se exponga a continuación podrán usarlo a modo de ilustración, aunque quien lo haga correrá el riesgo de verse confundido por su propia incredulidad. Nada es como parece, sino mucho peor.
Se trata de un múltiple episodio criminal ocurrido a fines del año pasado con cuatro homicidios en el lapso de cuatro horas en esta ciudad y que, al menos uno de ellos, podría llegar a juicio oral. El caso revela que hay una parte de la sociedad que parece desconectada del resto, donde los códigos de convivencia mutaron hacia lo atávico y por momentos no se reconoce el método que pueda corregir este drama.
Se trata, de todos modos, de lo que detonó en la madrugada del martes 16 de diciembre de 2014 y de todo lo que lo provocó.
Claudio “Papurri” Granadino tenía 26 años y vivía a seis cuadras de la Villa Mateotti, ubicada en el barrio San Martín de esta ciudad. En realidad los propios moradores la llaman la Villa 35 y no tiene el aspecto de los asentamientos de antaño, donde la chapa y la madera eran la materia prima de las casillas. En la Villa Mateotti las casas son de material, bien pintadas algunas de ellas, y las cuatro calles que rodean la manzana -porque sólo ocupa eso, un cuadrado de 100 metros por 100- tienen asfalto. Incluso una no es calle, sino avenida: Mario Bravo.
Nadie podrá ofenderse si se califica a la Villa Mateotti como un sitio peligroso, casi impenetrable para muchos. Fue allí donde nació y creció Johnatan Maldonado, el delincuente que asesinó siendo menor a Stéfano Bergamaschi, acumuló otras tres muertes y protagonizó hace poco más de un año una fuga teatral del HIGA. A las puertas de la Villa Mateotti también mataron al taxista Mario Riera (60) en mayo y es en la Villa Mateotti donde muchos trabajadores de día van a comprar droga de noche.
Granadino, cuyas referencias no lo emparentaban con el esfuerzo laboral cotidiano, también consumía drogas y en la madrugada del 16 de diciembre, a la 1 aproximadamente, fue hasta la esquina noreste de la villa, acompañado por su primo de 14 años. Para los investigadores, ambos fueron en moto a comprar drogas. Los parientes de Granadino, al declarar en la causa, dieron otra versión: que andaban en una moto y les quisieron robar la nafta para aspirarla, o que todo fue producto de una pelea entre hinchas de Aldosivi y Alvarado. Horas antes, Aldosivi había logrado el ascenso a primera división.
La madrugada, que siempre puede tener una sorpresa más oculta en su falsa serenidad, recién empezaba.
Cual haya sido el origen del conflicto, la cuestión radica en cómo se dirimió. En ciertas capas sociales la cachetada es reemplazada por el disparo, el reproche por el cuchillazo y la disconformidad por la amenaza de muerte. Granadino, parado frente a la casa de Benito Lynch 5842, fue atacado con un arma blanca. Según la Justicia los autores de la agresión fueron los hermanos Adrián Alberto “Pirulo” Amarilla y Roberto David “Pepo” Amarilla, miembros de una familia vinculada a la venta de drogas y cuyo domicilio fue allanado en más de una ocasión.
Pese a que fue trasladado hasta la sala médica “El Martillo”, Granadino murió porque la puñalada de “Pepo” -dice la investigación- fue aplicada con precisión quirúrgica en la ingle, algo que logró gracias a la ayuda de su hermano “Pirulo”. Este último sostuvo por la espalda a “Papurri”, según los dichos del adolescente de 14 años.
No había pasado ni una hora y ya la casa de la abuela de “Papurri” era un mar de gente. Allí, en 51 y 108 del barrio San Martín, los amigos del muerto se juntaban a lamentarse y a juramentar una venganza. La madre de Granadino, Adriana, recibía el apoyo de todos e incluso de su hermana Fabiana, quien alertada por otros familiares había llegado junto a su hijo Guillermo Aníbal Corbalán (23), un joven al que un disparo reciente en una pierna lo obligaba a caminar con una leve dificultad.
Después de pasar un tiempo consolándose mutuamente, algunos de los amigos de “Papurri” entendieron que ya era momento de manifestarse en el sentido de justicia que tenían más a mano. Entonces uno o varios, no quedará claro y tal vez no importe demasiado, fueron hasta la casa de los Amarilla y la tirotearon. También se dijo que desde adentro de la casa hubo disparos, pero eso fue descartado por los investigadores. Vainas de calibre 9 milímetros y de 11.25 quedaron esparcidas en la calle Benito Lynch y en la vereda.
La madrugada, que siempre puede tener una sorpresa más oculta en su falsa serenidad, recién empezaba. Eran las 3.15 y Corbalán, junto a su madre, decidió regresar a su casa del Monte Terrabussi, donde lo esperaba la muerte.
En el transcurso del 2014 la madre de Guillermo Corbalán había tenido que dejar su casa del barrio Belgrano, donde poseía una despensa. Según explicó a la policía en una de sus tantas declaraciones posteriores, los robos continuos la obligaron a alejarse de aquel barrio y volver a un cuartito ubicado en la casa del Monte Terrabussi, donde residía su esposo (o ex esposo), Pedro “Tata” Corbalán (50). Aquellos robos fueron adjudicados a un sujeto que, casualmente, tenía una casa también en la zona del Monte Terrabussi y a la que Guillermo Corbalán había prendido fuego en venganza. La violencia y los métodos por sobre cualquier racionalidad.
Con el cuerpo aun enfriándose de su primo “Papurri”, Guillermo “Corchito” Corbalán llegó a la casa del Monte Terrabussi donde estaban su padre Pedro y su primo Juan Carlos “Renguito” Giles (32). Su madre Fabiana se reunió con los otros hijos pequeños y se fue a dormir a la habitación del fondo.
La investigación posterior determinó que en esa vivienda de 429, entre 10 de Febrero y Antártida Argentina, se vendía droga y que era frecuente la visita de personas en horario nocturno. “Refieren testigos del barrio que se vendía y que la calidad era excelente, tanto que llegaban personas en vehículos de alta gama a comprar”, indicaron fuentes consultadas.
Cual haya sido el origen del conflicto, la cuestión radica en cómo se dirimió. En ciertas capas sociales la cachetada es reemplazada por el disparo, el reproche por el cuchillazo y la disconformidad por la amenaza de muerte.
A las 7 de la mañana alguien llegó y en medio de una discusión acribilló al “Tata” Corbalán, a su hijo “Corchito” Corbalán y al “Renguito” Giles. La mujer que estaba en la habitación escuchó los primeros disparos y abrazó a su hijo de 10 años y lo cubrió con su cuerpo. Fueron más de diez detonaciones.
La fiscal Andrea Gómez, que poco antes se había retirado del lugar de la muerte de Granadino, llegó al Monte Terrabussi. “Son parientes del anterior asesinado”, le dijo su colaborador Emiliano Fortunato. La escena del crimen con que se encontró Gómez fue cuasi bélica: Pedro Corbalán presentaba tres heridas de bala, su hijo Guillermo tenía dos lesiones de arma de fuego y Giles otras tres.
Los peritos hallaron 10 vainas calibre 9 milímetros y recuperaron 3 proyectiles. En un bolsillo del pantalón de Giles había bolsitas de cocaína y marihuana. Llamó la atención el hallazgo de una campera perteneciente a la División Antidrogas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y un teléfono Nextel en el césped que rodeaba la vivienda. Ese aparato habría sido dejado como garantía a cambio de droga por un sujeto involucrado en distintas causas judiciales, entre ellas la de la banda del “Handy”, organización desarticulada recientemente y que se dedicaba a los asaltos a casas de familia.
En la vivienda no fue hallada droga. “Estimamos que antes de la llegada de la policía alguien se encargó de retirar lo que había de ‘stock”, dijo la misma fuente.
Al iniciarse la pesquisa, la hipótesis del triple crimen fue la del móvil de una disputa por drogas. Pero los peritos de la Policía Científica revelaron un dato impresionante: el arma usada para matar a los tres hombres resultó ser la misma que la empleada para disparar contra la casa de los Amarilla horas antes.
Entonces empezaron a cruzarse las posibilidades. Una de las líneas de trabajo involucró a un individuo apodado “Pol”, amigo de Granadino y con frondosos antecedentes, quien se encuentra detenido en Batán desde la misma tarde posterior a los asesinatos. Sin embargo no fue apresado por alguna sospecha relacionada con las muertes de los Corbalán y Giles, ya que ese día todavía no existía ninguna vinculación. La policía lo atrapó porque “Pol” intentó escapar a un control y entonces surgió que tenía pendiente una causa por robo y por una tentativa de homicidio del 16 de noviembre anterior, cuando según una investigación del fiscal Alejandro Pellegrinelli “Pol” le habría asestado un tiro en la pierna y varias puñaladas a un joven que se interpuso en una pelea a la salida de una fiesta doméstica.
¿Pero por qué un amigo de Granadino mataría a su tío, a su primo y a otro pariente? Los dichos de Fabiana, madre de Corbalán y tía de Granadino, fueron los usados por la fiscal para investigar la posible intervención de “Pol”. Según lo que se desprende de la causa 029317/14, la mujer, quien escuchó voces y los disparos por estar durmiendo a metros de donde se produjo el triple crimen, acusó a “Pol” de haber ido a pedir droga fiada y quererle robar al “Tata” Corbalán una piedra grande de cocaína.
Al iniciarse la pesquisa, la hipótesis del triple crimen fue la del móvil de una disputa por drogas. Pero los peritos de la Policía Científica revelaron un dato impresionante: el arma usada para matar a los tres hombres resultó ser la misma que la empleada para disparar contra la casa de los Amarilla horas antes.
La madre de Granadino desmintió a su hermana y aseguró que “Pol” había estado toda esa madrugada acompañándola, pero algunos investigadores pusieron en duda esa coartada. Lamentablemente, la madre de Granadino se quedó con su secreto y la verdad: el 13 de febrero de 2015, al no poder superar la situación, se suicidó.
“Pol” está imputado en el triple crimen aunque se trata sólo de una formalidad para que la fiscalía pueda tener acceso a ciertos peritajes. Más allá de las sospechas, los investigadores realizaron cotejos balísticos con las vainas secuestradas en los dos escenarios de los homicidios -que como se dijo, dieron positivos- y también en el lugar de la pelea de “Pol” tras la fiesta. Ese resultado dio negativo.
Resta una pericia con un buzo que se le adjudica la propiedad a “Pol”, pero esa es una prueba irrelevante confiaron las fuentes. De no surgir algún elemento que por ahora no se advierte, “Pol” será desvinculado a la brevedad de la causa.
La investigación de la fiscal Gómez pudo avanzar y llegar a buen puerto en torno al asesinato de Granadino, pero no en el triple crimen. En el primer expediente Gómez, al cabo de 13 allanamientos, detuvo a Adrián Amarilla el 22 de diciembre, mientras que su hermano fue atrapado ocho días más tarde en la vía pública.
Las diferentes pruebas permitieron consolidar las imputaciones y la Justicia de Garantías resolvió el mes pasado elevar a juicio a los hermanos Amarilla, debate que se llevará a cabo próximamente.
Ambos fueron imputados por “homicidio”, mientras que a Adrián Amarilla se le agregó el cargo de “tenencia ilegal de arma de fuego de uso civil” porque al allanarse su vivienda la policía encontró un revólver apto para ser usado.
“Pepo” Amarilla se encuentra detenido, pero “Pirulo” está en libertad.
En cuanto al triple asesinato de los Corbalán y Giles, casi diez meses después no hay demasiado camino por recorrer. El análisis del teléfono Nextel no reveló datos de importancia, la campera policial era antigua y probablemente una réplica, los rastros en la escena del crimen inexistentes y los testigos, ausentes. Está claro que el asesino fue el mismo que disparó contra la casa de los Amarilla, pero nunca pudo saberse quién de todos los que aquella madrugada mezclaron dolor, sed de venganza y violencia.
La Mar del Plata oculta, cada vez más a la vista.