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Opinión 9 de noviembre de 2018

Una final que tiraniza las mentes de los jugadores

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por Marcelo Roffé

Los futbolistas que llegan a niveles de élite tiene habilidades y capacidades para trabajar las presiones, los miedos y las ansiedades, es decir para manejar el estrés, pero en una final del calibre como la que jugarán Boca y River por la Copa Libertadores aumentan ese estrés, las presiones y los miedos, y eso tiraniza las mentes de los jugadores aún recibiendo ayuda.

Que los dos planteles cuenten con un psicólogo deportivo, que es un rol científico, es un avance. River lo tiene hace muchos años, desde la época de Ramón Díaz, y durante todo el ciclo de Marcelo Gallardo. Boca lo incorporó hace poco. Estos psicólogos son profesionales especializados en el deporte, nada de brujos, ‘coachs’ ni pseudo profesionales. Esto ayudará a los jugadores a manejar el estrés, aunque se trate de hombres consagrados y tengan mil batallas.

Sucede que este partido es algo inédito. Ya un River-Boca es una presión extra; una final es una presión extra, una Copa Libertadores es una doble presión y si sumamos todo es un combo que se multiplica. Con toda la carga externa que se le pone a estos partidos, sólo un diez por ciento de los jugadores dará el mismo potencial que alcanza en un partido común de campeonato.

Pablo Pérez, futbolista de Boca, dijo que no se puede disfrutar un partido así, pero creo que con trabajo psicológico sí se puede lograr. El fútbol empezó siendo un juego, luego un deporte, luego un espectáculo, luego un negocio devenido en negociado y el desafío ahora pasa por volver al origen, recuperar el placer lúdico.

La mayoría de los jugadores de élite no disfruta salvo cuando el equipo va ganando 5-1, que se relajan un poco. Pero la noción de disfrutar que propongo tiene que ver con divertirse con responsabilidad.

Será interesante ver cómo hace Agustín Rossi para rendir bajo la presión que significa el arco de Boca; que significa que siempre le estén trayendo a alguien para ocupar su lugar y que significa no tener 25 años, la edad en la que madura un arquero.

Rossi tiene un mérito: una gran capacidad de resiliencia y también tiene mucho mérito como entrenador Guillermo Barros Schelotto, que lo sostuvo aún cometiendo errores.

Franco Armani, de River, es un arquero que da mayores garantías porque el arquero, en lo psicológico, brinda o no brinda seguridad. River tiene una pequeña ventaja en ese aspecto pero Boca dispone mayor capacidad de gol y los partidos se definen en las áreas.

Vivimos en una sociedad cruelmente exitista, no me gusta hablar de éxitos y fracasos, que son términos del capitalismo y el neoliberalismo, sino de logros alcanzados, alegrías, frustraciones y logros no alcanzados. En ese sentido, está instalado a fuego que el segundo es el primero de los fracasados pero no comulgo con esa idea. Los dos finalistas tiene un gran mérito, perder una final no es fracasar.

Desde lo psicológico están muy parejos, aunque también juegan lo técnico, lo táctico y lo físico. Es un 25 por ciento de cada factor en la torta del rendimiento. Hay que tomar también que River ganó las últimas dos veces en La Boca y Boca ganó las últimas dos veces en el Monumental. Esto se definirá muy finito en mínimos detalles y ojalá no se vaya a penales que sería una aberración definir una copa tan importante por esa vía.

(*): Licenciado en Psicología; máster en Psicología del Deporte y la Actividad Física en España. Trabajó junto a José Pekerman en el seleccionado argentino durante el Mundial Alemania 2006 y en el seleccionado colombiano en Brasil 2014. Fue psicólogo de doce clubes en Argentina, México y Colombia.