Una aproximación a Niños audaces de Ramona Díaz
Flamante libro de literatura infantil de una autora que es oriunda de Goya.
Por Bertha Bilbao Richter (*)
La literatura infantil y juvenil, en nuestro país, ha venido siendo trabajada con timidez; en sus inicios, como un subgénero con orientación didáctica, moralizadora, por mujeres, en general docentes, abuelas o madres.
El desamparo de la crítica y la ausencia de análisis que pusieran en relevancia las publicaciones valiosas, acrecentó su desconsideración. Si bien hoy, la irrupción editorial, las especializaciones profesionales, las academias y centros de estudios con sus revistas y convocatorias a jornadas y simposios contribuyen a la conformación de un estatuto propio para la literatura destinada al período evolutivo humano, aún se discute el criterio esteticista o las necesidades éticas, emocionales e intereses de los receptores, en ocasiones condicionados por las leyes del mercado, las ideologías o las modas. Se discute también si es una literatura de transición o “anzuelo” para inducir hábitos, mediante lecturas lúdicas o banales.
A esto se suma la alternancia: presencia-ausencia de literatura como disciplina en los diseños curriculares de todos los niveles de enseñanza y su asimilación con Prácticas del Lenguaje.
Frente a este estado de la cuestión, y sin ánimo de descalificar programas televisivos destinados a la infancia, la actividad de los booktubers y los distintos tipos de promociones que circulan por las redes del ciber espacio en que todo es confundible, es tarea de los investigadores especializados en el género, el descubrimiento de autores y obras injustamente invisibilizadas por displicencia o superficiales opiniones dispersas o fragmentadas.
El libro que aquí comento brevemente (Niños audaces), muestra una voz propia, el idiolecto de su autora, Ramona Díaz, nacida en Goya, su axis mundi, centro vital y punto de partida para estas narraciones reunidas en Niños audaces. Desde su pensar y sentir situado de armonización con la naturaleza y su entorno geográfico y humano, despliega libertad temática con intención ética, pero sin sometimiento a las moralinas o admoniciones. Su estilo natural, próximo a la oralidad, ofrece inteligibilidad. tanto por sus argumentos relacionados con experiencias que los lectores sentitán propias, como por el mundo íntimo de niños y adolescentes.
Apreciamos en sus páginas el trabajo cooperativo de niños en pos de la construcción de un castillo en la playa y la salida de situaciones peligrosas con el común esfuerzo; hermanitos que deciden buscar a sus padres que por haberse accidentado no regresan al hogar en el tiempo previsto; un elefante bombero de heróica conducta y salvador de un pueblo. Hay rasgos del realismo mágico de nuestra tradición literaria hispanoamericana en “Mi caballo, yo y alguien más”, en “La niña perdida” y en “¡Bienvenida, Guadalupe!” página esta en que el alborozo de un hogar se extiende a la personificación de dos gatitos, mascotas que dialogan tiernamente con la reciénvenida prometiéndole cuidado y cariño con un tono no exento de humor.
Pero también está presente la abuela de hoy en Villa del Parque, llevando a su nieta mayor al Jardín de Infantes próximo a una imagen de la Virgen que motiva la reafirmación de la fe religiosa familiar y “Mi amigo Ratoncito”, especie de compañero secreto que todo niño hace propio, como también “Taira”, la mascota de Lucía que le anuncia la proximidad de su partida del hogar, un final que ofrece riqueza en la elaboración de la comprensión lectora en su nivel inferencial.
Pero los cuentos que tuve oportunidad de ponderar a la autora en ocasión de su lectura en el grupo literario Marta de París en la SADE fueron: “El pavo real” – agradecida por la dedicatoria – en que un abuelo campesino autoritario y cruel impone el trabajo de sus hijos con castigos corporales, pero es capaz de arrepentirse con propósito de enmienda ante la actitud reparadora de su pequeña e inocente nieta, que pretende volver a la vida al pavo real víctima de la inmotivada furia del anciano patriarca familiar.
Subyace en esta lograda página el influjo de Horacio Quiroga, como del mismo modo, en “La nube negra”, que no es otra que la imprevisible y devastadora manga de langostas que ataca los sembrados, la lucha de los colonos contra la plaga, la pérdida del esforzado trabajo campesino, la contundencia de la voluntad colectiva: “No nos va a vencer esta peste”, la quema de las destructoras junto al grito del sapucay y el “mañana será otro día” en Goya, cerca del arrroyo La cascadita. Solamente quien ha vivido esa experiencia puede contarla como lo hace Ramona Díaz.
Un libro merecedor de la atención de quienes contribuyen a la creación y reflexión de la literatura infantil y adolescente de nuestro tiempo.
(*) Miembro de Número de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, vicepresidenta del Instituto Literario y Cultural Hispánico (ILCH).
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