Un virus que tiene poco de igualitario
Foto: EFE.
por Marcos Cittadini
La pandemia provocada por el coronavirus Covid-19 ha enfrentado al mundo a un desafío que se ha dado pocas veces en la historia moderna.
La propia Kristalina Georgieva, titular del FMI, adelantó un informe que se conocerá este martes y que define a la crisis que sobrevendrá como la peor desde 1929.
Varios reportes que maneja el Fondo apuntan a una fuerte recesión en América Latina, el agravamiento del desempleo en los Estados Unidos y la primera caída de la economía africana en más de dos décadas.
Ante este panorama, cabe reformular alguna impresión que se extendió al comienzo de esta emergencia planetaria, sin demasiada discusión en medios y redes sociales: la idea de que el virus es “democrático” o que ataca a todos por igual.
Porque aunque es cierto que por su origen ha sido transmitido y afectó primero a los sectores más acomodados de las sociedades, también es verdad que termina ensañándose con los más vulnerables.
Hoy, Estados Unidos es el país más afectado por la pandemia en todo el globo y la opulenta Nueva York, la ciudad que más lo sufre.
Pero las estadísticas marcan que el 62% de los fallecidos allí tienen origen latino o afroamericano. Los mismos que sufren las consecuencias en el empleo que mencionamos antes.
También es verdad que el rico norte de Italia ha sufrido más que el sur por la enfermedad, pero parte del descontrol sanitario en el país se explica por los sucesivos recortes que hubo en la salud pública en los últimos años.
Y estas rápidas comprobaciones nos colocan frente a un panorama más inquietante y cercano para las semanas que vienen, en las que se vislumbra un crecimiento exponencial de los casos en nuestra región.
Lo que preocupa es que si hemos visto las consecuencias devastadoras del virus en sociedades del primer mundo con recursos incomparables con los de los países latinoamericanos, ¿qué nuevos sufrimientos conoceremos en nuestra región? ¿Qué situaciones aún no vistas deberemos enfrentar?
Algunas imágenes en Guayaquil nos permiten vislumbrar lo que tememos. La idea del virus haciendo estragos en las favelas brasileñas, las villas de emergencia argentinas, los cantegriles uruguayos o las barriadas más pobres de Colombia o Bolivia acercan nuestros pensamientos a una pesadilla.
Hemos dicho que el virus no se ensaña con todos por igual.
Tampoco la cura social prescripta hasta el momento pide de todos lo mismo.
No es igual la observancia de la cuarentena para alguien que tiene resuelta su situación económica y hasta habitacional que para alguien que vive al día, con preocupaciones acerca de cómo hará para alimentar a su familia y hacinado.
O para quienes tienen una pequeña empresa y tampoco saben cómo harán para continuar con sus obligaciones.
Y esas tensiones también comienzan a hacerse sentir con fuerza.
Volviendo al principio, quizá comparar esta situación con la de la Gran Depresión del ï29 implique cierto grado de optimismo.
Porque aquella crisis no vino acompañada de una pandemia con miles de aislados, innumerables muertos y sistemas sanitarios completamente saturados.
Claramente estamos frente a la crisis más grande el capitalismo en toda su historia y sus consecuencias aún son inimaginables.
(*): Periodista de AM La990. Especial para NA.
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