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Deportes 24 de noviembre de 2018

Un papelón mundial

Se suspendió la final de la Libertadores. Lo que iba a ser una fiesta, terminó en bochorno. Increíbles fallas del operativo de seguridad. El plantel boquense fue agredido cuando ingresaba al Monumental, pero Conmebol presionó para jugar a cualquier costo. Después de idas y vueltas, horas de incertidumbre, el partido se postergó para este domingo a las 17.

Por Juan Miguel Alvarez
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Enviado especial

 

BUENOS AIRES.- No se puede vivir así. Ayer fue Ponzio, hoy Pablo Pérez y mañana será Juan García. El problema es el fútbol argentino, que está en un callejón sin salida. Que se encapricha en superarse para mal, porque siempre se puede caer más bajo. Por los entes organizativos, por los dirigentes que los componen, por el grado de violencia que acompaña a los hinchas que se adueñan de las tribunas, por el periodismo que difunde mensajes “de vida o muerte” y también por los protagonistas que intentan ganarse a sus simpatizantes con palabras o gestos en lugar de caños o gambetas.

La final histórica de Copa Libertadores entre River y Boca, que se iba a disputar este sábado en el estadio Monumental, se postergó para este domingo a las 17 tras una jornada lamentable. Tanto que empañará todo lo lindo que, con viento a favor, pueda ocurrir si finalmente el partido se juega.

La del sábado fue una muestra, otra más, que hay incapacidad para hacer las cosas bien. ¡Pensar que el partido se quería jugar con hinchas visitantes! Y la seguridad no fue capaz de garantizar algo tan básico como la llegada del plantel visitante al estadio Monumental.

Permitieron su ingreso por Avenida Libertador para “chocar” en Monroe con un grueso de hinchas de River.

Algunos inadaptados arrojaron piedras y elementos contundentes y rompieron los vidrios del micro boquense.

Después la policía lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los agresores y terminó afectando también la salud de los propios jugadores.

Así “empezó” el Superclásico más importante de la historia. Un bochorno. Pablo Pérez, visiblemente afectado en su ojo, ingresó al vestuario goleando con el puño la puerta. Otros compañeros entraron con la misma bronca, por la situación traumática que vivieron a horas de uno de los momentos más importantes de sus vidas.

Todo indicaba que el partido no se iba a jugar. Pero esta final, bien argentina, encima está organizada por la impresentable Conmebol.

El Monumental, que desde las 14 estaba de fiesta, dos horas más tarde se apagó. Los simpatizantes riverplatenses, enterados de la noticia, entendieron la gravedad de la situación, se dieron cuenta que estaba en riesgo el partido que soñaron ver durante tantos años. Pero que nunca disfrutaron en la previa, lo sufrieron. Así lo viven. Pero así no se puede vivir.

A las 16.20 algunos cantaron “Boca sos cagón” y, quince minutos más tarde, “el que no salta abandonó”. Pero otros tantos callaron. El clima ya no era el mismo. De hecho solo unos pocos iniciaron un tibio “vamos River Plate, vamos River Plate”.

En los vestuarios hubo una cumbre entre Alejandro Domínguez, presidente de Confederación Sudamericana de Fútbol (el que en la previa dijo que esto era fútbol real, no como el europeo, de play-station), Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici, mandatarios de River y Boca respectivamente.

Conmebol presionaba para jugar sí o sí, Boca no quería (lo amparaba el reglamento) y River mantenía una postura expectante.

“Debido a los hechos sucedidos con el bus de Boca, el partido ha sido postergado hasta las 18”, anunció el ente organizador por las redes sociales. Increíblemente, al mismo tiempo Pablo Pérez salía del estadio en ambulancia rumbo a un hospital.

Pasaron los minutos y se mantuvo la incertidumbre. Los que tienen sentido común no entienden cómo todavía no se suspendió. Los periodistas internacionales no encuentran palabras para explicar en sus medios lo que aquí sucede.

Hasta que se hace público el informe de Osvaldo Pangrazio, presidente de la Comisión Médica de Conmebol, que abre la puerta a la realización del ¿espectáculo?: “Los jugadores del club Boca Juniors sufrieron lesiones de piel superficiales en miembro superior, miembro inferior, facial y tronco, del mismo modo dos jugadores refirieron lesiones en la córnea, la cual no se pudo confirmar por nuestro cuerpo médico.

Debido a esta situación, consideramos que desde el punto de vista médico no existe una causal para la suspensión del encuentro”.

Anuncian por los altoparlantes que el partido se iniciará a las 19.15. La gente explota. “Vamos, vamos, River Plate”.

Y de a poco volvió el ambiente de final. Mientras, afuera se arma una batalla campal entre los hinchas que no pudieron entrar; algunos habían comprado su boleto pero les cerraron las puertas.

Los jugadores de Boca buscan al periodismo para aclarar que no están en condiciones de jugar. Se empieza a notar en el ambiente que algo raro sucede. “Chiqui” Tapia e Infantino huyen del estadio. Y Domínguez finalmente anuncia la suspensión a las 19.24.

Más allá de los silbidos y la bronca, la gente se retiraba del Monumental resignada, en paz. Pero afuera se encontró con otro escenario: delincuentes pretendían robar sus entradas.

Nuevas corridas en el exterior y también en el anillo del estadio. Todos corren riesgo, incluso los protagonistas. El colmo de una tarde de terror.

Esto le vendimos al mundo. Que en este país, muchas veces, no se puede vivir así. El fútbol forma parte de nuestra cultura y nos desnuda de cuerpo entero.