Un padre incansable, testigos chismosos y una investigación desconcertante
Desde un comienzo a la investigación estuvo rodeada de un aura de poco profesionalismo. El padre de Celihueta se mostró muchas veces más activo que los mismos policías. Y si a un caso de difícil resolución se le agregan obstáculos, su destino es inquietante.
Gentileza Ecos Diarios Necochea.
VIENE DE PARTE 2
Por Fernando del Rio
Las circunstancias que rodean a la desaparición de una persona son generalmente desconocidas, al menos en sus horas o minutos previos. Entonces al ignorarse esos sucesos se abre la puerta a un universo de misterio y de hipótesis en el que todo es posible. Porque, cuando no hay cuerpo todas las hipótesis son posibles. Más aún en ciudades costeras. Como en otros casos, el de Celihueta al comienzo de su investigación pudo verse como un asesinato, una desaparición voluntaria e incluso el suicidio.
Si bien algunos testigos cercanos a Adriana habían referido que ella mostraba alguna preocupación e incluso estaba triste tras su retorno de un viaje a La Pampa, la inminencia de su casamiento y las acciones que hasta horas antes hacía con proyección de futuro, descartan plenamente una conducta suicida.
Salvo en algún momento muy iniciático de la causa, el suicidio estuvo siempre desechado. Por otra parte, las desapariciones voluntarias en personas tan enlazadas a sus familias no perduran y siempre se produce un intento de re-contacto.
La lógica del descarte indica que Adriana ni se suicidó ni se fue voluntariamente, sino que fue víctima de un hecho violento y que el inicio de todo fue en el interior del automóvil. Atentó contra la posibilidad de saber qué pasó dentro del vehículo la sorprendente mala labor policial del primer día. La escena final de la desaparición, el Dodge Polara, nunca pudo ser del todo analizada por impericia policial, pero según el relato de la familia, solo faltaban las llaves de ignición. No estaba el revólver Rubí calibre 22 que supuestamente Adriana Celihueta se llevó. Tenía las ventanillas delanteras bajas, las llaves de la casa en el asiento del conductor y el resto estaba todo en orden. Muy poca información para reconstruir lo que pasó antes dentro del habitáculo del Dodge Polara.
Revolver similar al que, según el padre, Adriana se llevó de la casa esa noche.
Un intento por saber el recorrido que hizo Adriana Celihueta desde que salió de su casa fue realizado por su propio padre meses después de la desaparición. Recordó que al guardar la noche anterior el auto había puesto el cuenta kilómetros en “cero”, porque le había cargado combustible. Al hallar el vehículo en el Parque Lillo, notó que el cuenta kilómetros marcaba 7 kilómetros. Entonces, con la compañía de un policía, hizo su propio peritaje en abril de 1987 acaso por los pocos avances de la investigación. De su casa se fue a lo de la familia Iparraguirre y el cuenta kilómetros marcó 1,6 km. De allí se dirigió al Parque Lillo y la suma total dio exactamente 7 km. Fue un dato importante el que se obtuvo: en la noche de la desaparición, el Dodge, probablemente, hizo ese recorrido. De lo de los Celihueta fue hasta lo de los Iparraguirre y de allí al Parque Lillo.
¿En qué lugar fue interceptada la veterinaria? Si se toma con relevante el análisis que hizo su padre, en la cuadra de la casa de Iparraguirre o muy cerca. De todos modos, es una especulación sin basamento científico y que surge del cálculo del kilometraje del automóvil, aunque esa cantidad pudo haberse acumulado, incluso con Celihueta interceptada en la puerta de su propia casa, ya que se desconoce el recorrido que hizo el Dodge Polara hasta quedar estacionado en el Parque Lillo.
Los testigos y sus aportes
En la causa hubo centenares de testigos, algunos con información de importancia y otros con conclusiones anfibológicas de oídas. Es decir, que muchos relatos que se agregaron al expediente fueron la interpretación de relatos previos. El conocido concepto de “yo sé porque se dice por ahí”.
Un adolescente de 16 años dijo que la noche de la desaparición vio llegar, cerca de las 22.30, al Parque Lillo el Dodge Polara y descender, desde el lado del acompañante, a una mujer. Que luego la vio caminar hacia el mar y dejó de prestarle atención. Este testigo era un joven oriundo de Temperley y fue la familia Celihueta la que lo localizó la misma mañana en la que encontró el Dodge Polara.
A este menor se lo fue a entrevistar incluso a su localidad meses después, también a su primo, que estaba con él aquella noche. Su aporte fue significativo porque puso en escena a una mujer solitaria. Lo extraño del relato del adolescente fue que vio descender a esa persona (la describió vagamente por la distancia a la que estaba pero sin duda de que era una mujer) por la puerta del acompañante y a nadie más. Años más tarde el abogado de los Celihueta desacreditaría sus dichos aun cuando era un testigo sin riesgo de haber sido “controlado” por esa supuesta mafia encubridora, ya que había sido aportado a la causa por la propia familia la misma mañana del hallazgo del automóvil.
Otro de los testigos claves fue Iparraguirre, el novio de Celihueta. La investigación sospechó de algunas actitudes de desapego y desinterés por lo sucedido. Que a solo 5 días de la desaparición se encargara de cancelar la reserva del salón donde se celebraría la boda fue llamativo y también que en ocasiones anteriores postergara los planes de casamiento. Se investigó los vínculos de amistades en Castex y cómo continuó su vida en las semanas siguientes, pero fue descartado como sospechoso.
Los testigos que “vieron” viva a Celihueta fueron varios, algunos con tanta seguridad que obligaron a la policía a desplegar recursos siguiendo esas líneas. Uno de ellos fue un hombre que la conocía en Castex y que dijo haberla visto cerca de la veterinaria en la que trabajaba Iparraguirre.
Una testigo señaló que Celihueta había concurrido al hospital de Castex pocos días después de su desaparición.
Otra persona se comunicó con una radio de Necochea para decir que Celihueta se había ido a España con el dueño de una estancia y que hasta le había mandado cartas a los padres. Otro contó que Celihueta se había ido a Bahía Blanca y el mismo Costa señaló que un conocido le había dicho que en un programa de la televisión mexicana había aparecido una chica con pérdida de memoria que no sabía nada de su vida previa y que era muy parecida a Celihueta.
Fueron todas versiones que se incorporaron a la causa y que consumieron los recursos investigativos que se ponían a disposición.
También hubo testigos con aportes desde otra “dimensión”. La parpsicología estuvo presente con firmeza. En los 80 era muy frecuente que los investigadores le dieran relevancia a lo que decían los parapsicólogos. La primera incidencia al respecto sucedió cuando una persona que se hacía llamar MEL presentó una carta al periódico Ecos Diarios, desde Buenos Aires, y decía que el cuerpo de Celihueta estaba enterrado en una estancia, y que el asesino era un hombre corpulento.
Luego una vidente, familiar de un policía (fojas, hizo con sus dichos que se realizaran un par de excavaciones. Ella era de Necochea y conocía naturalmente la historia 7 años después de sucedida la desaparición. En junio de 1994, durante una la causa se enteró de esa versión. Que a Celihueta la había matado una mujer cuyo marido había tenido una relación con la veterinaria. Que el disparo mortal había sido en el abdomen y que la habían enterrado en cercanía del lago de los cisnes, en la rotonda de Pinolandia. Y con una carpeta entre su ropa.
El taxista fantasma
Esneldo García era un taxista de Necochea que en la madrugada del 1° de febrero de 1987, a menos de 20 días de la desaparición de Celihueta, fue asesinado de un disparo en la espalda. La escena del crimen podía ser la de un ajuste de cuentas o la de un asalto, por más que en el Chevrolet 400 de García quedó la recaudación de 57 australes.
La idea que quedó instalada fue que García lo mataron por su declaración en la causa Celihueta. Que había dicho en esa comparecencia que vio pasar a Costa en una camioneta blanca la noche de la desaparición por el Casino rumbo al Parque Miguel Lillo. Trascendió incluso que García lo había declarado en la causa un par de días antes. Pero García jamás declaró. Al momento de su asesinato, el expediente tenía menos de 60 fojas y solo habían declarado Carlos Celihueta, Silvia Celihueta, Fernando Iparraguirre, Adolfo Arano (sereno del camping), Oscar Larraya (turista que dijo haber visto bajar una mujer del Dodge), un joven de apellido Castan que dos días después de la desaparición dijo haber visto a alguien parecido a Adriana en el camping Lillo, otro joven de apellido Barrientos que dijo haber escuchado de alguien que había visto viva a Adriana, Reinaldo Costa y Dora Civalero (amiga de Adriana). El resto de la causa eran actas de procedimiento y la denuncia de paradero.
De hecho, cuando años más tarde el abogado de la familia Celihueta solicitó que a Costa se lo procesara por falso testimonio al entender que había mentido en su declaración de agosto de 1998 respecto al uso de una camioneta blanca, enumeró todos los testigos que hicieron alguna mención a dicho rodado, y no existe ningún Esneldo García.
Sin embargo, ese mundillo de rumores y chimentos en que se transformó Necochea por aquellos años incluyó a García como testigo (de algo que tal vez haya visto) pero nunca fue así. Muchos policías que intervinieron en la investigación lo nombraron como que “se decía que”… Uno de ellos refirió que una de las tantas personas que entrevistó le contó que el taxista García vivía a la vuelta de la casa de Celihueta y que la noche de la desaparición la siguió (vaya a saberse por qué) hasta la veterinaria de Costa. Que como vio eso, lo mataron. Esa versión está a fojas 667.
En abril de 1995 en su informe final el comisario José María Gouin agrega otra idea novedosa: que a García lo mataron porque estaba en conocimiento de los dopajes de caballos en los que supuestamente participaba Celihueta. “Por información recogidas en el ámbito necochense, el mismo (García) habría poseído antes de su muerte una gran cantidad de dinero y habría generado alguna conversación en rueda de personas o hipótesis sobre lo sucedido a Ángela Adriana Celihueta”.
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