Por Marcelo Solari

 
Posee esa capacidad de oratoria con la que apenas cuentan unos pocos privilegiados. La misma que le permite cautivar a un auditorio que ni siquiera pestañea, a riesgo de perderse algunos de los conceptos (todos valiosos) que pueda ofrecer Sergio “Cachito” Vigil.

De la mano de Sancor Salud, el exentrenador del seleccionado argentino de hockey de ambas ramas (aunque su legado eterno estará siempre ligado a Las Leonas) protagonizó una imperdible conferencia en el marco del ciclo de charlas abierto a la comunidad y denominado ReCrear.

Afiliados, representantes de empresas y público en general colmaron este martes el Salón Colón del Hermitage Hotel, y se llevaron una infinidad de enseñanzas para la vida misma.

Es que, desde hace rato, “Cachito” Vigil dejó de ser un entrenador consagrado para convertirse en un referente para la comunidad.

El ciclo de charlas para este año se enfocó en personalidades del mundo del deporte. Y por diversos puntos del país pasaron la judoca Paula Pareto, los entrenadores Rubén Magnano, Julio Lamas y Sergio Hernández y el exbasquebolista Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, por caso. El espíritu de estas charlas es reflejar condiciones de liderazgo, manejo de egos, humildad y honestidad, entre otros valores, con la finalidad de tender lazos para ayudar a construir comunidades saludables. Sancor Salud se ubica en el podio de las empresas de medicina prepaga en el país, y en menos de 10 años llevó su cantidad de afiliados de 200.000 a 700.000.

Previo a la masiva conferencia, Vigil sostuvo un interesante ida y vuelta con la prensa, acompañado por Daniel González (director comercial), Ariel Ulla (gerente comercial) y Nora Mosso (gerente de marketing).

A continuación, se reproducen algunos de los muy valiosos conceptos vertidos por el actual entrenador de Las Diablas, la selección femenina del hockey chileno:

“A mí, los equipos que dirigí, me enseñaron todo. Aprehendí el camino de la docencia, del entrenamiento deportivo, de la comprensión de los secretos humanos, de lo que le ocurre al ser humano mientras va jugando los distintos partidos de la vida. Mi aprendizaje fue con esa ‘h’ en el medio, porque desde que a los 17 años empecé mi camino como entrenador y después como docente, iba aprendiendo de las chicas y los muchachos que entrenaba en mi club, Ciudad de Buenos Aires. Mi entrenador, Marcelo Garraffo, tuvo confianza en mí y de él aprendí esa capacidad que él tenía para ver lo que le gustaba a sus dirigidos”.

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“A los 18 años tuve la posibilidad de entrenar un equipo de primera división de mujeres. La mayoría de las jugadoras eran más grandes que yo. Y lo primero que les pregunté fue por qué me habían elegido. Yo no tenía resultados anteriores, no tenía un currículum como entrenador, ya que recién empezaba. Y me dijeron que me habían elegido por mi pasión y por mi entusiasmo. Eso fue muy fuerte. Descubrí dos palabras sagradas, porque la pasión y el entusiasmo tenían que ser un cimiento muy importante”.

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“También aprendí que al deportista le gusta ir a entrenar a una fiesta. Muchas veces sentía que los jugadores entrenaban para cumplir, como para llenar ese requisito y poder jugar el sábado o el domingo. Entonces, me propuse generar el contexto para una fiesta. Y no repetí el formato de ningún entrenamiento en mi vida. Una fiesta es linda cuando pasan diferentes cosas, cuando hay sorpresas. Entonces intentaba que cada día hubiera una escenografía diferente. Y a incorporar ejercicios encadenados, que permitieran crecer. Si había una fiesta, todos querían venir. Y el sábado, día del partido, era una gran fiesta. Pero las prácticas no eran para jugar, sino para disfrutarlas. Porque si no venían, algo se perdían”.

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“Cada persona merece una oportunidad para encontrar el campeón que hay adentro. No específicamente para ganar, sino encontrar algo que los haga sentir orgullosos. Todos tienen que tener su oportunidad, pero cada uno es diferente Y me empecé a dar cuenta de que no hay una receta para lograrlo, sino un camino, un horizonte de posibilidades”.

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“Tuve la suerte de que esas Leonas y esos cuerpos técnicos que me tocó compartir eran todos maestros. Yo era el más alumno. Personas a las cuales yo había admirado y de las cuales había aprendido. Yo tenía 31 años y ese grupo me marcó a fuego. Pleno de generosidad, nobleza y confianza. Eran líderes y trabajaron para construir liderazgo y hacer de mí un nuevo líder del grupo. De esa manera, es muy fácil. Solo tenés que observar y dejarte guiar. Y tener dos cosas: convicción e irreverencia bien entendida. Quedó un grupo de jugadoras y staff que fueron maestros de su entrenador. Y lo hicieron de una forma mucho mejor de lo que podía esperarse. Tanto, que si no hubiera sido por ellos, no sé si yo estaría acá”.

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“Uno de los ejercicios que hago es tratar de espejarme y jugar con mi propio ego. Le digo todo, voy y vengo. Y me encuentro con conversaciones imaginarias muy complejas, en las que atravieso todo tipo de emociones. A mí me encanta el fútbol, hubiera querido jugarlo pero me fui a probar a Ferro Carril Oeste y a River Plate y no quedé. Tenés que ser muy bueno. Con el paso del tiempo, a partir de lo que me dio el hockey, empezó a aparecer una posibilidad de poder cambiarme al fútbol. Y aparecieron las preguntas. ¿Por qué? Y las respuestas. Para ir por más. Y descubrí que si tenía todavía dentro mío algo para ir por más, tenía que hacerlo por el deporte que me permitió ser. Que cada vez crece más. Y no me va a alcanzar la vida para devolverle al hockey todo lo que me dio”.

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“También aprendí de mis equipos que hay que escuchar profundo. Tener apertura. Más que entender, hay que comprender, porque entender significa tratar de convencer al otro de que piense o actúe como uno. Entonces no lo entiende nunca. En cambio, comprender implica un cerebro con espíritu. Cuando comprendés, te vas con un montón de cosas del otro y con menos cosas tuyas”.

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El cronograma apuraba y solo quedó tiempo para que el concejal Gustavo Pujato le hiciera entrega de una declaración de visitante ilustre. Era para quedarse escuchándolo por horas. Pero había que cumplir con el público que ya esperaba en el auditorio.