Un largo camino de regreso a la educación presencial
¿Tenemos más allá del protocolo sanitario, un protocolo pedagógico?
Por Gustavo de Elorza Feldborg (*)
Hace ya mucho tiempo que venimos transitando idas y venidas, marchas y contramarchas, en las cuales se intenta delimitar y habilitar tiempos, espacios y protocolos sanitarios, muy necesarios por cierto, para poder determinar la tan anhelada vuelta a clases pero en el modo presencial. Ya pronto cumpliremos 7 meses, donde los efectos de la pandemia nos desalojó de todos los espacios presenciales en los cuales convivíamos y transitábamos los procesos educativos, de aquella vieja normalidad.
Hoy en día, y luego de muchos esfuerzos, acuerdos y una nueva organización, los docentes, equipos directivos e instituciones, pudieron gestar una suerte de diseño y armado de dispositivos tecno-pedagógicos por medio de los cuales se intentó e intenta todavía mantener no sólo un vínculo educativo, sino también la tan deseada continuidad pedagógica.
Muchas han sido las voces respecto a este tema, algunas de ellas mencionan la falta de conectividad por parte de los estudiantes y su dificultad para llevar adelante su continuidad educativa, otros, manifiestan que la educación a distancia o en línea, no sirve o que no es lo mismo que la educación presencial. Claro está, que esta última afirmación, carece del sentido de conocer lo que implica llevar adelante un proceso educativo, andamiada por las nuevas tecnologías, de hecho, muchos de los procesos pedagógicos que se llevaron adelante, sólo consistieron en replicar los modelos de las clases presenciales dentro de los entornos virtuales de enseñanza y de aprendizaje, desconociendo que la virtualidad funciona con lógicas y diseños totalmente distintos; por supuesto, que tales afirmaciones obedecen a la falta de capacitación y realización de prácticas educativas con sentido pedagógico y didáctico donde operan mediacionalmente las nuevas tecnologías.
En sí, las condiciones para un regreso a las clases presenciales, estaría dada, en forma parcial, ya que sólo concurrirían los últimos años de la escuela secundaria y la escuela primaria, es decir, este proceso de regreso paulatino, permitiría que los estudiantes habitaran instituciones educativas con amplios espacios y con protocolos muy bien ajustados, tanto para el cuidado de los alumnos, directivos y docentes.
Ahora bien, luego de que se acuerden todos los pasos, acciones y decisiones que permitan transitar la vuelta a clases presenciales, la pregunta que nos debemos hacer es si ¿existe o existirá un protocolo pedagógico que nos permita la valoración de transitar luego de casi 7 meses la integración y consolidación de todos los recorridos educativos que fueron propuestos para el ciclo lectivo 2020?
Este protocolo, debiera ser considerado como un aspecto relevante, para una buena salud educativa – si se permite la metáfora – invitando a todos los actores educativos, a reflexionar, comenzando por preguntarnos sobre los objetivos pedagógicos, las metodologías propuestas, la diversidad de actividades y recursos que se utilizaron para lograr aprendizajes en nuestros estudiantes.
Que asimismo, también resulta necesario tener en cuenta, todas las dimensiones, dificultades y el ingenio que implicó este giro copernicano que nos desalojó de la noche a la mañana en un salto de la presencialidad a la virtualidad, analizando la falta de capacitación, la falta de equipamiento tecnológico de docentes y estudiantes, por mencionar sólo algunas de las cuestiones que se presentaron en este cambio de modalidad, para poder alcanzar propuestas significativas en el desarrollo educativo pretendido.
Este protocolo, si pudiéramos llevarlo adelante, deberá contar con la participación de todos los involucrados en los procesos educativos, y no sólo medir que tipos de tecnologías hemos y estamos utilizando en estos tiempos, como tampoco el uso meramente instrumental de las nuevas tecnologías, sino, si realmente nuestros estudiantes, más allá de las actividades propuestas en la virtualidad, han aprendido y qué han aprendido.
Creemos que la implementación de protocolos como el que mencionamos, podría arrojar datos, información y por qué no, conocimiento, sobre todo este proceso que estamos transitando, ya que todo lo vivido, lo aprendido y lo practicado a nivel docencia, se convierte en una fuente de buenas prácticas docentes, permitiendo mejorar todas aquellas cuestiones que no salieron tan bien en la virtualidad, como también analizar que cosas nos hicieron falta, en que cuestiones pedagógicas y didácticas tendríamos que haber sido formados y/o capacitados.
Esta claro que estos tiempos de ser docentes en la virtualidad se han convertido para todos en un camino de aprendizaje, en formas de pensar a la educación desde otras perspectivas, en fin hemos y estamos en estos momentos viviendo una transformación en nuestra práctica educativa, comenzando por abandonar metodologías que fueron pensadas en tiempos de la sociedad industrial y que hoy ya no brindan ningún tipo de respuesta a las nuevas demandas educativas de este nuevo siglo.
Por último, está claro que este protocolo, debería centrarse en delimitar no tanto los contenidos, sino más bien que tipos de pensamiento, que procesos cognitivos de desarrollo y que competencias hemos intentado construir junto a nuestros estudiantes y por qué no, preguntarnos, si la educación en la virtualidad favoreció una educación basada en la compresión de los aprendizajes.
Por lo tanto, un instrumento de valoración pedagógica y tecnológica como el que intentamos proponer, y como dijimos, tan importante como cualquier protocolo sanitario, debiera ser diseñado e implementado como valoración de todo el trabajo y el esfuerzo docente realizado, que pudiera convertirse en un recurso de mejora para nuestros estudiantes, mejorando las prácticas educativas y por qué no, pensado para un futuro educativo, que sirva para no quedar desorientados y vulnerables ante un cambio de escenario como el que nos tocó vivir y que todavía vivimos.
(*) El autor es Doctor en Tecnología Educativa (AAU – EE.UU) y profesor e investigador universitario (UFASTA) y especialista en educación y nuevas tecnologías (FLACSO).