Cada 24 de Marzo es una jornada de reflexión y de madurez cívica, y que inevitablemente genera la irrupción de recuerdos íntimos y colectivos que hacen a nuestra propia historia. Es remontarse a mí juventud y al incipiente centro de estudiantes de arquitectura colgando los retratos de los estudiantes desaparecidos como grito y resistencia a la dictadura.
Son las incontables marchas como integrante de la Juventud Radical y la Franja Morada pidiendo libertad y justicia. Es la multitudinaria concentración en Plaza de Mayo acompañando la entrega del informe de la CONADEP. Es el Juicio a las juntas militares del gobierno de Raúl Alfonsín que continúa siendo, hasta hoy, un hito en la defensa de los derechos humanos, de castigo a quienes los violaron, y de consolidación democrática.
Son el amigo que ya no está como Carlos Martín representándonos en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos o “Angelita” y “Nenona” , infinitas en su compromiso, convicción y ternura.
Porque hay fechas que nos empujan a la reflexión sobre el límite mismo de la esencia humana. No se trata ya de analizar procesos históricos, políticos ni sociales. Lo hemos hecho mucho, y son pocas las dudas sobre que pasó, como pasó, y quienes fueron los responsables. Hay un debate más hondo y toca la condición humana misma.
Es una fecha difícil. Hay muchos que han sufrido, que continúan sufriendo pérdidas que siempre serán eternas y muchos esperando que la identidad los devuelva a sus raíces, a sus orígenes, a sus emociones primarias arrancadas.
El dolor, la crueldad extrema, el fin de cualquier estado de derecho y el desprecio por la vida humana en cualquiera de sus estadíos nos interpela. No se trata de un pasado petrificado del que no hay que hacerse cargo porque nada puede hacerse.
A la Justicia, la Memoria y la Verdad, hay que darles contenido en el día a día. Trabajando por un futuro que haga que aquel “Nunca Más” pronunciado por ese hombre enorme que fue Julio César Strassera, supere los límites del deseo social y se convierta en una matriz de evolución hacia todos los derechos que nos corresponden y de los que todavía muchos argentinos no gozan.
Ese país de Nunca más hambre, de Nunca más analfabetismo, de Nunca más muerte evitable, de Nunca más desaparición de personas víctimas de redes de trata, es el país que hay que construir.
Y eso se hace de una sola manera: con el que tenemos al lado. Con compromiso y solidaridad. Con esa maestra que se levanta a las 5 y camina a la vera de un camino rural para enseñar sus alumnos. En los trabajadores que inician cada día con la esperanza de progresar y ser mejores. Con ese policía que de veras quiere servir para cuidar. Con ese médico que trabaja para el mejor de los hospitales, que siempre es el que está vacío. Con el que aunque tenga canas y arrugas y decide terminar la escuela. Con el que sabe que construir un banco de madera es tan útil, digno y valioso como resolver un teorema.
Con todos los argentinos sabiendo que ese pasado es lo que no tenemos que repetir y que la única manera es mirando hacia adelante, con la memoria del dolor intacta, reclamando justicia , pero sin que nos paralice el miedo. Tenemos que trabajar para que las generaciones por venir puedan sumar y no sufran la condena de estar siempre volviendo a empezar. Estoy convencido que somos capaces.
* Ex – Intendente Mar del Plata