Un castillo propio: un cuento de hadas en medio de la provincia de Buenos Aires
"El Castillo", el reciente documental de Martín Benchimol, parte de una historia sencilla, alrededor de una mujer y una excéntrica vivienda, para reflexionar sobre las divisiones de clases y los sueños. También juega con las metodologías narrativas del género y se enfoca en los afectos.
Escena del documental "El Castillo" de Martín Bechamel.
Por Juan Boldini (*)
Los espacios donde habitamos dicen mucho de nosotros. Entre otras cosas, la pertenencia a una clase social. Un barrio, una forma de construcción y progresivos grados de comodidad nos constituyen dentro de la lógica de clases. Más de una vez he pasado junto a alguna vivienda añorando que fuera mi casa. Si el deseo se cumpliese, probablemente yo no podría mantener la vivienda. Se caería a pedazos dejándome atrapado en mi propio deseo de ascenso social.
La película documental “El castillo”, de Martín Benchimol, se construye sobre ese conflicto. Justina Olivo, una mujer adulta, es la propietaria de una enorme casa en medio del campo, cerca de la ciudad de Lobos. Justina es descendiente de los pobladores originarios y primero fue empleada doméstica de la casa. Al morir, su antigua jefa le dejó la propiedad en agradecimiento a sus cuidados.
Justina tiene una hija adolescente, Alexia, pero no tiene un marido. Entre las dos mujeres intentan sin éxito mantener la casa casi sin medios económicos a disposición. Sólo tiene unas vacas que van vendiendo de a una, como en una cuenta regresiva. Mientras tanto la vivienda está llena de goteras, cañerías rotas y humedad. Hay dos subtramas que espesan la historia. Alexia quiere irse a Buenos Aires a probar suerte como piloto de fórmula 4. Y los parientes de la antigua dueña no dudan en usar la casa como propia en inoportunas visitas de fin de semana.
Hasta ahí el planteamiento del conflicto. El director brasileño Joao Moreira Salles argumenta que el documental debe expandir los recursos expresivos del lenguaje audiovisual. Se defiende diciendo que nadie espera mucho de los documentalistas, lo cual le permite fracasar tranquilo. Martín Benchimol también intenta expandir los recursos expresivos.
El castillo tiene aspectos de distintos modos de representación documental. Por momentos, el director les pidió a las protagonistas que recreen cosas que ya les habían sucedido. En otros momentos directamente inventó, como el cuerno que Justina utiliza para llamar a sus vacas por la mañana. Pero también hay momentos registrados desde el estilo observacional, como cuando Alexia se enfurece por la visita de los parientes de la antigua dueña que avisan, sin pedir permiso, que están en camino. Un detalle maravilloso es que, partiendo del hecho observacional, el director puso a su propia familia a interpretar a los visitantes inoportunos. Representando así la pertenencia de clase que identifica a la mayoría de los realizadores. Para completar, Justina y Alexia también interpretaron situaciones que estaban por suceder pero aún no habían sucedido, como la partida de la hija. En este punto el rodaje ofició de catarsis terapéutica para las protagonistas.
Al pensar en mujeres y su relación con un espacio constitutivo, me acordé de Virginia Woolf y el texto que escribió hace casi un siglo, “Un cuarto propio”. El ensayo hablaba sobre las mujeres escritoras. Y en él la autora dice que, para poder escribir, las mujeres debían tener dinero y un cuarto propio. Ella, que provenía de una clase media instruida, reclamaba el espacio privado como una manifestación material de las condiciones de la creatividad y el bienestar. El arco narrativo de Justina no está guiado por el deseo de la creación literaria. Ni siquiera por el anhelo romántico (tiene un novio a la distancia con el que sólo intercambia mensajes de Whatsapp). Justina tiene un castillo y quiere que sea su casa. No tiene cómo mantenerlo, pero se niega rotundamente a vender su última vaca. Lo que quiere recuperar Justina es su orgullo, que tiene la forma de una vivienda. Y aquí Benchimol también interviene, como narrador y como persona.
Martín conoció el lugar cuando estaba rodando otro proyecto y le llamó inmediatamente la atención. El proyecto tiene más de seis años y en ese tiempo surgió un vínculo de afecto y confianza mutua. Por eso el final, y correspondiente resolución del conflicto, es el que Justina y Alexia eligieron.
La etimología romana de proletario es justamente “aquella persona que produce hijos”. Su contribución a la sociedad romana era criar hijos que luego podían ser soldados del ejército. No es casual entonces que el punto de inflexión del relato sea cuando, después de un par de intentos, Alexia finalmente deja el nido-castillo y se va a la capital.
Aquí corresponde hablar del tono. La película tiene algo de cuento de hadas. Benchimol cuenta que no era parte de la idea inicial, sino algo a lo que llegó después de estar tanto tiempo tratando de narrar una historia en la que hay un castillo. A nivel formal dicho tono se construye desde la cuidada fotografía y la banda sonora ejecutada por una orquesta clásica. Justina, entonces, podría ser una especie de Cenicienta que prescindió del rey. Pero queda sola, en medio de la noche y la inmensidad de esa casa, sin su princesa. El cuento de hadas vira hacia lo ominoso. Pero Justina no duda. Saca la carne congelada, hace un fuego, convida a sus variadas mascotas y come tranquila.
Justina resiste y es feliz. Después de una elipsis avisa a los parientes pesados que no vengan. Alexia volverá a visitarla y quieren estar solas para disfrutar juntas y en privado del enorme parque.
Confieso que yo más que con una vivienda lujosa, sueño con hacer una película así.
Ficha técnica de la película
Intérpretes: Justina Olivo y Alexia Caminos Olivo
Duración: 78 minutos
Producción: Mayra Bottero
Fotografía: Nicolás Miranda
Guion y dirección: Martín Benchimol (Argentina, 1985) es director de cine, guionista y director de fotografía, egresado y docente de la Universidad de Buenos Aires. Junto a Pablo Aparo dirigió los documentales “El espanto” (2017) y “La gente del río” (2012). En 2022 estrenó el cortometraje “Un corazón más contundente”.
Productora: Gema Films / Sister Productions
Año: 2023
(*) Juan Boldini es un docente audiovisual, guionista y realizador marplatense. Se desempeña en la Universidad Nacional y en la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro. También trabaja en la educación audiovisual de adolescentes e infancias en colegios y en su taller particular. Actualmente, está en proceso de desarrollo del largometraje documental “El Spiderman no es para cualquiera”, que cuenta la experiencia de los trabajadores de los vehículos de fantasía marplatenses.