Un caso en el que la única certeza es el crimen de Gastón
Pasaron doce meses del absurdo crimen del niño Gastón Bustamante (12) en Miramar. La investigación se centró en Julián Ramón, el novio del hermano de la víctima, que está imputado pero en libertad. Sin embargo, las dudas invaden la causa.
Gastón Bustamante.
La única certeza es que a Gastón Bustamante (12) alguien lo atacó brutalmente y lo mató. No hay más que eso. Demasiado poco para uno de los asesinatos más conmocionantes de los últimos tiempos, no solo para la tibia y por momentos aldeana Miramar, sino también para el resto de la sociedad. Hace un año que el crimen del pequeño con sueños de futbolista asestaba un duro golpe y hoy ese golpe sigue retumbando con fuerza sobre las autoridades policiales y judiciales que no han podido entender qué es lo que sucedió dentro de la casa de calle 27 del barrio Las Palmas.
Pasó un año del crimen de Gastón y la investigación es tan intrincada que el único acusado de ser el asesino está libre por falta de mérito. En Miramar medio mundo (una hipérbole que puede permitirse ante el desconcierto reinante) fue puesto como sospechoso y hasta algunos sujetos de mala fama se ofrecieron para ser investigados. Hoy se esperan estudios de ADN, secuencias fácticas de peritos, autopsias psicológicas para resolver el caso aunque lo único que podría hacerlo es una cuestión de fe religiosa: la aparición milagrosa de un arrepentido. Y los milagros, que si aparecen, aparecen muy de vez en cuando, no son frecuentes en las investigaciones criminales, donde las pruebas son lo único cercano a un envío divino.
El fiscal Rodolfo Moure se encuentra por estos días revolviendo, hurgando, escrutando como un mendigo entre la miseria para tratar de dar respuestas a la familia Bustamante. Sus esfuerzos por obtener más pruebas parecen ir perdiendo fuerza y ya no es mucho lo que se puede hacer, aún cuando tenga en la causa a un imputado.
Aquella mañana
El 21 de noviembre del año pasado Verónica Fernández observó que Gastón dormía en la cama de la habitación y se fue tranquila a hacer algunas compras. Todavía no eran las 9.30. Cerca de una hora y media después regresó a la casa y encontró el cuerpo de su hijo tirado en el piso del cuarto.
Gastón tenía un golpe en la cabeza y al lado había un pequeño charco de sangre. Una media se enroscaba con fuerza en el cuello y la opresión había causado en el rostro del niño una tonalidad rojiza. La madre salió a los gritos a la calle y el primero que la escuchó fue Gustavo Páez, un vecino. Páez fue el primero de más de 15 personas que habrían de ingresar a la casa en los siguientes minutos. Los intentos por salvar la vida de Gastón fueron vanos.
La autopsia posteriormente diría que el niño primero fue atacado con un elemento contundente en la cabeza, golpe que le causó un desvanecimiento. Luego fue sofocado con un almohadón, recibiendo presión sobre el rostro, y por último fue estrangulado con una media, con asfixia a lazo.
El caos imaginable se instaló en la casa de los Bustamente, una familia compuesta por Carlos, Verónica, Rocío, de 19 años, y Gastón. En ese momento de desesperación nadie pensó en la investigación futura, apenas Paez lo hizo y recomendó a Verónica no tocar nada. Pero ya era tarde: manos solidarias destruyeron a su paso la escena del crimen.
Nadie entendía lo que había sucedido, la muerte de alguien tan querido y, en especial cuando llega inesperada y violenta, nubla cualquier posibilidad de análisis inmediato. Lo único que daba alguna idea de lo que podría haber pasado era el pequeño televisor de la familia que estaba sobre la mesa de la cocina, en una clara evidencia de que él o los asesinos lo habían movido: antes de que Verónica saliera a hacer las compras, Gastón estaba vivo y el televisor en el cuarto matrimonial.
Ese artefacto sería clave para los pocos y erráticos avances que tuvo la causa.
La complejidad del caso
La resolución del crimen de Gastón alcanzó un alto grado de complejidad por varias razones. La primera de ellas fue la perturbación que causó la presencia de más de 15 personas dentro de la escena del crimen antes de que llegara el mismo fiscal Moure. Una intromisión que no se le puede cargar a nadie porque todos allí querían ayudar a salvar la vida de Gastón. Pero ese interés, desbordado por la desesperación y la angustia, causó un resultado opuesto: las más de 15 personas que quisieron colaborar no solo no pudieron, porque nadie hubiera podido revertir lo sucedido, sino que alteraron de tal modo la investigación posterior que para el fiscal Moure la escena del crimen es un problema más que una fuente de pruebas.
Precisamente, Moure tuvo que salir a descartar posibles asesinos ya que en el interior de la casa se detectaron 32 huellas digitales. ¿Cómo lo hizo? Muy simple: efectuó comparaciones con quienes habían estado junto al cuerpo de Gastón en esos momentos que siguieron al hallazgo.
Pero una de esas impresiones papilares sorprendió a todos: en el televisor se reconocieron huellas de Julián Ramón (24), el estudiante de abogacía novio de Rocío. En las primeras declaraciones que el fiscal Moure le tomó, Ramón dijo no haber tocado el televisor, sin saber que sus huellas ya estaban allí. Ese indicio llevó a pensar al fiscal que Ramón podría llegar a estar involucrado, tan así que decidió imputarlo del crimen.
Si Ramón había tenido algo que ver con el asesinato de Gastón no estaba claro cuál era su móvil. Algunas averiguaciones realizadas por la policía convencieon a Moure de que existió un motivo económico, ya que Ramón era uno de los pocos que sabían que los Bustamente guardaban algunos ahorros en la casa que habrían de ser depositados en un plazo fijo bancario.
Sin embargo, eso no era una prueba contundente. Sí un indicio.
De todos modos, en los primeros días del mes de diciembre una comisión de la DDI allanó la vivienda donde Ramón vivía con sus padres y, además de secuestrar algunos elementos para sumar a la causa, detuvo al joven estudiante de derecho. La primera sorprendida fue Rocío, quien desde entonces militó a favor de la inocencia de su novio, posición que derivó en la ruptura de las relaciones con sus padres.
La Justicia de Garantías mantuvo la prisión preventiva pedida por Moure y Ramón fue conducido a un calabozo de Necochea. Horas después, ya privado de su libertad, Ramón dijo recordar que en la noche anterior al crimen, cuando participaba de una cena en la que la familia Bustamente celebraba el cumpleaños de Gastón, corrió el televisor.
Desde ese momento comenzaron idas y vueltas en torno a ese incidente: los padres de Gastón dijeron que nadie había tocado el televisor el domingo a la noche, mientras que Rocío se desdijo de una declaració inicial y manifestó que en un momento de la cena se había levantado a hablar con su padre. Eso ponía a Carlos Bustamante fuera de la escena, con lo cual no podía tener la certeza -como lo había dicho- que Ramón no había tocado el televisor.
Tres meses después de estar detenido, Ramón fue liberado por falta de mérito. La Cámara de Apelaciones dijo en su fallo que la prueba no era suficiente para mantenerlo preso, pero sí para sostener la imputación. “Se trata de una prueba de interpretación. Yo y la Justicia de Garantías interpretamos que es suficiente para probar la responsabilidad de Ramón. La Cámara dice que no. De todos modos, Ramón fue liberado pero sigue siendo el único imputado del crimen”, dijo el fiscal Moure recientemente.
El entorno
Otro de los elementos que dificultó el avance de la pesquisa fue el propio Gastón. Cuando la víctima es un adulto se da una natural condición de preexistencia de sucesos, que es rastreable. Se puede reconstruir el entorno de amistades, analizar llamadas telefónicas, situaciones financieras, viejas enemistades, problemas sentimentales. Incluso indagar sobre el comportamiento de la víctima en el mundo virtual, en el universo de las relaciones incipientes en redes sociales. Pero al tratarse de un niño de 12 años recién cumplidos, lo que antecede al crimen es mínimo. La escuela, el club de fútbol, los amigos del barrio. Y ninguno de esos son escenarios en donde germine la idea de un crimen brutal.
Por todo ello, el fiscal Moure y los investigadores del caso se orientaron a tratar de entender la trama familiar de los Bustamante y si es que existía algún tipo de trastorno que pudiera conducir a tal brutal represalia. Lo que halló el fiscal Moure en ese contexto fue mucha conflictividad, no obstante se mantuvo en la hipótesis del robo cometido por Ramón y el crimen para ocultarlo, ya que Gastón se habría despertado en ese momento.
Antes del crimen, Verónica González había tenido algunos incidentes con otra mujer por razones sentimentales. Incluso en el mes de junio de 2011 denunció un ataque sufrido en la vía pública en el que sufrió quemaduras de cigarrillo en la cara.
En los cuatro años anteriores al crimen de Gastón, la nueva familia de Carlos Bustamante se mantuvo en conflicto con la anterior familia. Verónica González adjudicó a esa situación la agresión sufrida, aunque tiempo después sucedió algo que hoy cobra mucho valor pero que a la causa no le aportó demasiado. Rocío Bustamante recibió un mensaje de texto que decía “Cuida a tu hermanito”. Cierto día de agosto de 2011 Rocío ingresó al baño de su casa y descubrió un teléfono celular. Al sorprenderse por el hallazgo revisó el aparato y vio que en la bandeja de mensajes enviados estaban las amenazas. Rocío Bustamante y Julián Ramón comentaron este hecho a Carlos Bustamante, quien les dijo que hicieran desaparecer ese teléfono. Pero al producirse el crimen de Gastón, Rocío decidió entregar el teléfono a la fiscalía.
La Justicia determinó que los mensajes, incluido el de la amenaza contra la vida de Gastón, habían sido enviado por Verónica González. La madre de Gastón dijo haberlo hecho para llamar la atención.
Rocío Bustamente, en tanto, comentó a LA CAPITAL después de la liberación de Ramón, en abril pasado, que la acusación contra su novio se trataba de una venganza de su padre. “Fue por lo del teléfono”, dijo.
Rastros
Además de la huella sobre el televisor, los peritos encontraron algunos perfiles de ADN sobre el cuerpo de Gastón o en algunos objetos cercanos. Eso desencadenó uno de los muestreos genéticos más importantes que se recuerden y descartó ese tipo de rastro perteneciente a Ramón.
Después de varios meses continuaba el misterio en torno a un cabello encontrado en la cara de Gastón. El estudio de ADN comparativo indicó, finalmente, que pertenecía a otro niño, un amigo de la víctima que se había quedado en la casa a dormir el día sábado. Los investigadores suponen que el cabello estaba sobre el almohadón y en la maniobra de asfixia del asesino se adhirió al rostro de Gastón.
Ese resultado surgió de la toma de muestras a 9 personas entre ellas la enfermera, el médico y el ambulancista que llegaron a la escena del crimen. En el almohadón y en una media –no la usada para el estrangulamiento- se reconocieron otros perfiles genéticos de la familia Bustamante y hoy por hoy solo restan saber a quién pertenecen dos muestras masculinas y una femenina.
Por ello es que el lunes último concluyó la extracción de sangre de 11 hombres y una mujer que no estuvieron en la escena del crimen ni son del entorno. Se trata de personas que habían sido sospechadas por distintas vías testimoniales por estar vinculadas al mundo del hampa en Miramar. Todas esas extracciones fueron voluntarias y ahora se aguardan los resultados que se están efectuando en el laboratorio de Genética de San Martín de la Policía Científica.
En el caso que se sepa a quién pertenece el ADN, esa persona quedaría seriamente comprometida y Ramón a un paso de ser sobreseído. Pero si sigue sin identificarse, la situación de Ramón no variará.
“De lo que no hay dudas –insiste el fiscal- es de la injustificada huella de Ramón en el televisor”.
La muerte de Gastón Bustamante provocó otro cimbronazo en Miramar, similar al del asesinato de Natalia Melmann hace ya más de diez años. O la desaparición de Manolo Duarte un poco más acá en el tiempo.
Gran parte de la comunidad miramarense salió a la calle horas después del asesinato de Gastón y se manifestó, incluso con desmesurada violencia, frente a la municipalidad. Destrozaron e incendiaron un sector del edificio comunal. En el caso Melmann sucedió algo parecido con la comisaría.
Hoy el recuerdo de Gastón, impulsado por acciones como la de la Liga Independiente de Fútbol de los Barrios que le colocó su nombre al campeonato, se ve empañada por la falta de una respuesta precisa de la Justicia.
Por estos días, mientras se organiza una marcha para el próximo sábado, Carlos Bustamante espera turno para una intervención coronaria. Verónica González exige la verdad y en el fondo desea recuperar la relación con su hija Rocío. A Gastón, aunque sea minimamente, o el recuerdo en paz de él solo podrá devolverselo la verdad.