Arte y Espectáculos

“Tuve una infancia divina, me crié entre artistas, monos y elefantes”

Marcos "Bicho" Gómez dirige la obra "El Fausto Criollo" en el Auditorium y es el humorista y uno de los acróbatas de "Stravaganza Estados del Tiempo". Habla de su formación en el circo y de los permisos que tiene un clown.

Parecido a ser el hijo de Tarzán, ríe Marcos “Bicho” Gómez cuando se le pregunta cómo fue su infancia, que transcurrió en un circo. En él vivió hasta “los veintiséis o veintisiete años”, evoca y dice que, de aquella primera experiencia, lo que menos le gustaba era viajar. Un detalle que no es menor para la vida nómade que llevan los cirqueros.

“De la vida en el circo me molestaba eso de estar en constante movimiento, de ir de un lugar a otro, armar, desarmar, volver a armar la carpa, prefería tener un circo en la esquina de mi casa”, repasa esos años este artista, que desembarcó este verano en Mar del Plata en doble función: es el humorista de “Stravaganza Estados del Tiempo” (Teatro Arena MDQ) y el director de “El Fausto Criollo”, obra de clown que sube a escena todos los miércoles a las 21.30 en la sala Astor Piazzolla del Auditorium. Y en Carlos Paz, Gómez dirigió a la actriz Lizzi Tagliani.

Pese a los traslados, pese al viaje, el circo fue para “Bicho” su conservatorio de arte, su escuela, su universidad. “Soy cuarta generación de familia de circo. A la distancia para mí fue increíble en todo sentido, fue el lugar en el que aprendí muchas cosas que me ayudaron a ser el artista que soy hoy, toda la acrobacia y el clown” vienen de las horas que pasó en una carpa, entrenando y haciendo funciones.

Su formación siguió luego con “La Banda de la Risa”, un grupo que dirigía Claudio Gallardou y al que ingresó inmediatamente después de dejar el circo. “Ahí empecé mi carrera más teatral”, indica a LA CAPITAL. Justamente, “El Fausto Criollo”, que se quedó con un Estrella de Mar en el rubro Clown, fue de los espectáculos que gestó con “La Banda…”.

Con producción del Teatro Nacional Cervantes, “El Fausto Criollo” es una versión del mismo Gallardou. Narra cómo una troupe de payasos viajará a través del país para representar la trágica historia del doctor Fausto. Está basada en el texto del “Fausto criollo” de Estanislao del Campo, tiene música de la ópera de Gounod y la estructura de la obra “Faust” de Johann Wolfgang von Goethe, pero está contada desde la poética clown.

-¿Qué gran desafío llevar la historia del Fausto a la técnica del clown?

-Este espectáculo lo había hecho con La Banda de la Risa, que fue mi primer grupo de trabajo, un grupo de investigación. Es una historia complicada de llevar a la técnica del clown, pero la adaptación que hizo Gallardou hace que se haga si bien no sencilla pero sí más divertida. Es una historia romántica y dramática a la vez, que está contada en clown. Es una historia que tiene su peso pero que en clave de clown no te das cuenta, pasa todo a ser gracioso o divertido. Cuando me convocaron del Teatro Nacional Cervantes para hacerla me sentí feliz y agradecido.

-¿El clown logra dotar de liviandad a las historias?

-Desde la ternura, desde su nariz, desde su máscara, el clown puede decir muchas cosas. Te pondría como ejemplo a Chaplín. Sus películas tenían un contenido dramático importante, sin embargo uno se reía mucho sin darse cuenta. El clown tiene ese permiso de poder decir las cosas más terribles de una forma distinta.

-¿Dónde se encuentra tu payaso hoy?

-Siempre está jugando en mí, básicamente cada vez que pienso un personaje lo pienso desde mí y yo soy un clown ya innato. Me es sencillo pensarlo desde ahí, porque las cosas circences siempre están, haga lo que haga. Siempre digo que antes yo trabajaba en el circo y que ahora el circo soy yo, yo soy el que hace el clown, el malabarismo, la acrobacia, el que hace de todo un poco.

-¿A la hora de pensar tu personaje en Bailando por un sueño, apareció el circo?

-Me ayudó la cosa acrobática que tengo para poder tener una movilidad más cercana a la de un bailarín. Yo no soy un bailarín pero esto de haber podido mover el cuerpo y de hacer acrobacias me ayudó mucho para el baile.

-¿Cómo es la experiencia en Stravaganza, junto a Flavio Mendoza, otro artista que salió de un circo?

-Stravaganza es un gran show internacional. Me siento muy bien, porque tengo a mi cargo la parte humorística. Flavio es muy generoso y me permite hacer lo que quiero, hago un poco de acrobacia que también me gusta, puedo hacer cosas que me gustan en este espectáculo. Y tiene esa cosa increíble de mezclar show, danza, destreza, vestuario, la cuestión tecnológica… el resultado es asombroso. La gente sale alucinada después de ver el espectáculo.

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