Tuti, el “chancho” que anima la cuarentena de los vecinos
Veri pasea al chancho Tuti en el barrio porteño de Liniers. Foto: EFE | Juan Ignacio Roncoroni.
La entrada de la casa está abierta y puede verse cómo Tuti come plácidamente sus semillas. Lo hace con pulcritud, despacio, sin ansias. Mientras transcurre su hora del almuerzo, una mujer y tres niñas observan al animal desde la calle, a la expectativa, asombradas con la imagen de este pequeño “chancho”.
“Pero esto es una locura”, exclama la mujer, sin apartar la vista de tamaño espectáculo visual. “Mirá la colita”, añade con inocencia una de las niñas, mostrando, como tantos otros vecinos, su incredulidad por una de las mascotas más atípicas de Buenos Aires.
Después de llenarse el estómago, es la hora del paseo de Tuti. Su “madre”, Veri, ata con cuidado una correa en torno al lomo del animal, que desde la lejanía no parece diferente a un perro de tamaño mediano, salvo por su cola rizada y por un peso de nada menos que 70 kilogramos.
En ese rato de ocio, Tuti llama siempre la atención: los niños se paran a saludarlo, al igual que los perros, tan sorprendidos como sus dueños de ver a un cerdo caminando alegremente por las calles de la Ciudad de Buenos Aires.
Al igual que otros muchos países del mundo, el interés por las mascotas “exóticas” es cada vez mayor en Argentina, una fascinación que lleva a muchas personas, como Veri, a adoptar un “minipig” (cerdo pequeño) como animal de compañía.
En una conversación con EFE, Veri admite que muchos vecinos han aprovechado esta extensa cuarentena para conocer de cerca a su mascota, famosa en todo el barrio de Liniers desde que apenas tenía dos meses de vida. Ahora ya cumplió un año y acapara cada vez más atención.
“Cuando Tuti sale a pasear, sale gente que estaba mal en su casa. Imagino por ahí que sale una persona mayor sola, que lo vio por la ventana, y yo escucho todos los días ‘¡un cerdo!’ y ‘¡qué lindo!’. La gente se ríe un montón”, manifiesta entre risas.
Tan sensible como cualquier otro animal
Con todo, la historia de Tuti arranca con una tragedia: nada más mudarse a Buenos Aires, Veri perdió a su perra “de toda la vida”, dejando un vacío insondable en su interior.
Pensó en tener otro perro, pero le parecía demasiado pronto; consideró entonces comprar un caballo, su “sueño”, pero tampoco tenía espacio suficiente para mantenerlo. Al final apareció “de la nada” la posibilidad de tener un “minipig” y, tras mucha deliberación interna, se lanzó a este gran desafío.
Sus primeros días con Tuti no fueron ni mucho menos sencillos. Al principio “chillaba un montón” y no quería subirse encima de nadie, pero en poco tiempo ya era tan cariñoso como cualquier otro animal doméstico.
“Al mes pedía subirse aúpa, era todo sensibilidad y te dabas cuenta desde el primer momento de lo inteligente que era, mucho más que un perro”, recuerda con nostalgia su dueña.
Además de su inteligencia y propensión a dormir “una barbaridad” -quince horas diarias-, Veri destaca la limpieza como uno de los rasgos más característicos de este animal desprovisto de glándulas sudoríparas, por lo que su único olor, inexplicablemente, es el del apio.
“Si lo olés a Tuti, huele a apio. ¿Por qué? Eso no lo sé, porque apio no come, pero es un olor hermoso, es olor a apio, ese es el olor de Tuti”, señala Veri.
No menos relevante para la convivencia es la profunda amistad que une a Tuti con el otro perro de Veri, que el chancho considera como “su padre”, hasta el punto de no querer salir a la calle si no es con él.
“Tuti no sale solo a la calle si no va con el perro. Va el perro adelante y está tranquilo. Si el perro va a doblar la esquina y él, que es así más vago para caminar, lo perdió de vista, lo busca, para, mira, no lo ve, lo empieza a llamar y el perro sabe que lo está llamando y por ahí lo espera”, subraya la mujer.
Famoso en todo el vecindario
Veri admite que no pidió ningún tipo de permiso para traer al chancho a su casa, siendo como es un animal que no molestaría a nadie.
El tiempo parece haberle dado la razón. Lejos de sentirse amenazados por la presencia del pequeño cerdo, desde el principio sus vecinos mostraron muchísima curiosidad y cariño por Tuti, cuya fama se disparó en cuanto empezó a crecer.
“Lo loco era que venía gente que me había visto por la calle o me había sacado dos fotos, y yo ni me había dado cuenta, y después volvían al vivero con nenes chiquitos, diciendo ‘queremos ver a Tuti, porque lo vimos en la calle’, ‘no queremos plan, chicas, queremos ver a Tuti'”, relata su dueña.
En vistas de su enorme popularidad, Veri optó por poner un letrero al lado de su portal y distribuir afiches para invitar a todo el mundo a conocer a su mascota, circunstancia que muchas familias aprovecharon para hacer más divertido el período de aislamiento obligatorio.
Un largo confinamiento que no afectó en absoluto al ánimo de Tuti, más bien al contrario.
“Tuti es feliz de la vida, porque es un animal que necesita estar con otros seres vivos, sean humanos o animales. Si yo decido ir a ver una película o algo, él se levanta de su camita, se pone la cabeza en el sillón y te sube las dos patas de delante y se pone a la par, acostado conmigo, y no se despierta más”, expresa Veri, a quien no le abandona la sonrisa mientras habla de su mascota.
Con o sin pandemia de por medio, es indudable que Tuti seguirá durante muchos años alegrando el día a día de sus vecinos.
EFE.
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