“Todas las emociones tienen rostro”
Daniel López Rosetti estuvo en la ciudad para presentar su último libro, "Emoción y Sentimientos. No somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan". Habló sobre la importancia de conocerse a uno mismo a la hora de emprender la búsqueda de la felicidad y el impacto de la cultura actual en nuestros cuerpos .
Por Julia Van Gool
La Mona Lisa de Leonardo Da Vinci y una investigación académica sobre la relación entre lo que se escribe en Twitter y la tasa de mortalidad cardiovascular son solo algunos de los ejemplos de los que se vale el especialista en Clínica Médica y cardiólogo universitario, Daniel López Rosetti, para explicar las raíces de las emociones y los sentimientos, sus diferencias, características y hasta antigüedad.
En su último libro, “Emoción y Sentimientos”, uno de los referentes argentinos en lo que respecta a la divulgación científica intenta dar respuestas a las clásicas preguntas existenciales que nos inquietan. Y, hay que admitirlo, lo logra exitosamente.
En un lenguaje de fácil entendimiento, el especialista definido por el escritor Jorge Fernández Díaz -responsable del prólogo- como “un hombre bueno y sabio”, echa luz sobre el funcionamiento de la mente humana y los procesos emocionales que toda persona atraviesa a la hora de tomar una decisión, buscar la felicidad y relacionarse con los demás.
Bajo la premisa de que “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”, Rosetti intenta instalar el debate sobre el “analfabetismo emocional” y la ausencia de un aprendizaje orientado también al conocimiento interno de aquellas particularidades que marcan nuestra individualidad.
En el marco de la nueva edición del ciclo Verano Planeta 2018 y horas antes de presentar su obra ante una sala repleta, el autor habló con LA CAPITAL sobre por qué sostiene que la especie humana actual tiene “cerebro moderno y corazón antiguo” y cómo esto afecta directamente nuestras acciones. Importantes conclusiones que quedan, indefectiblemente, en la cabeza de quien lo escuche.
– ¿Por qué hablar de emociones y sentimientos en un mundo en los que los grandes logros parecieran haber sido alcanzados gracias a la razón?
– Me gusta como lo definiste porque es verdad, pareciera que los verdaderos logros tienen que ver con la razón y realmente es exactamente lo que quiero transmitir en el trabajo. De algún modo u otro la explosión de la capacidad del pensamiento y la razón ha sido tan importante en los últimos años y la generación cultural, técnica y científica ha sido tan exponencial que pareciera que todo tiene que ver con la razón. De hecho históricamente se dice si ‘lo pensaste bien’, ‘pensalo bien’, ‘pensalo dos veces’, ‘¿lo analizaste?’. Cuando, a lo mejor, lo mejor sería decir ‘¿qué sentiste?’ ‘¿lo sentiste adecuado?’ ‘¿qué emoción tenés?’.
– En la tapa, de hecho, lo señala. “No somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”.
– Creo que en la tapa se dicen tres cosas: emoción, sentimientos y esa bajada, “no somos seres racionales, somos seres emocionales que razonan”. En esos tres elementos trato de explicar varias cosas. La primera, emoción no es lo mismo que sentimiento, por eso emoción está en color rojo y sentimientos en azul, algo que no es casual. Emoción está en rojo porque es una vivencia intensa, aguda y que dura poco tiempo. El sentimiento es una vivencia menos intensa, que dura mucho tiempo y a veces toda la vida. Las emociones son parte de un circuito biológico heredado, ancestral, desde el inicio de la existencia del hombre; las emociones son vivencias que tienen rostro porque tienen comunicación no verbal, están desde antes que pudiéramos hablar.
“Históricamente se dice si ‘lo pensaste bien’, ‘pensalo bien’, ‘pensalo dos veces’, ‘¿lo analizaste?’. Cuando, a lo mejor, lo mejor sería decir ‘¿qué sentiste?’ ‘¿lo sentiste adecuado?’ ‘¿qué emoción tenés?'”
– En su libro marca que son seis.
– Sí. Miedo, ira, alegría, tristeza, asco y sorpresa. Todas esas emociones tienen rostro. Un ciego de nacimiento pone cara de miedo cuando siente miedo, y cara de alegría cuando siente alegría y nunca vio un rostro de miedo o alegría. La vivencia en sí misma tiene un rostro expresivo porque existe desde que no podíamos hablar. Y es aguda porque dura poco tiempo. Cualquiera que tenga una alegría o una tristeza sabe que no dura mucho, la sorpresa no dura casi nada, es un instante. Sentimientos son cosas distintas. El sentimiento es una toma de conciencia de un conjunto de emociones que se sostiene en el tiempo. Es un fenómeno más complejo, que se desarrolla en la evolución de nuestra especie un poco después. Los sentimientos son el amor, el odio, la vergüenza, la culpa, la envidia y el orgullo. Todos duran mucho tiempo, pero no tienen un rostro. El conjunto de las emociones y los sentimientos determinan quiénes somos cada uno de nosotros. Nuestra educación, desde el punto de vista formal, promueve el aprendizaje de las cuestiones relacionadas con la razón. Matemática, la Geografía y la Historia, por ejemplo. Está bien, pero no el aprendizaje del reconocimiento de nuestras emociones y el conocimiento de las emociones y los sentimientos de los otros.
– ¿Se pueden entrenar las emociones?
– Se pueden reconocer y canalizar, a través de la inteligencia emocional de una manera más adecuada. Sí, se puede, todo se puede hacer en la medida que posicionemos nuestra atención en eso y lo trabajemos. Todo nuestro cerebro, y ni hablar nuestra mente, son cuestiones plásticas, lo que significa que se modifican con el trabajo. Del mismo modo que se modifica un músculo con la actividad física, se modifican las funciones cerebrales cuando las ejercitamos. Sea desde la memoria como desde el internar entender a lo demás, o como también ser más buenos. Podemos aprender a ser de un modo u otro, expandiendo aquellas emociones y sentimientos que individualizamos y conocemos y tratando de disminuir aquellas que quizás no son buenas. Respecto a esto hay un punto para tener presente: muchos sentimientos no son “buenos” a primera observación. Nadie hablaría bien de la culpa, nadie hablaría bien de la vergüenza, sin embargo, todos tenemos de todo, lo que varía son las proporciones en las que las tenemos. La culpa, por ejemplo. ¿Está mal sentir culpa? No, es correcto sentir culpa porque es la forma que identificamos socialmente que hemos trasgredido y hemos generado un daño. Al sentir culpa y tomar conciencia de ello, es probable que tengamos una actitud correctiva. Lo que no quiere decir que un exceso de culpa no sea dañino; un exceso de culpa nos inmoviliza y disminuye la autoestima, la falta de ella nos constituye en psicópata. Pasa lo mismo con la vergüenza, que nos hace sentir que no hemos alcanzado algo que se esperaba de nosotros. ¿Sirve para algo? Sí, para corregir. Y así todas las emociones y sentimientos que nos constituyen.
– ¿Cree entonces importante que la educación formal cumpla un rol esencial en este entrenamiento y que se tengan en cuenta, por ejemplo, programas que orienten a la inteligencia emocional?
– En distintas partes del mundo ya está sucediendo. Se promueve el aprendizaje de la inteligencia emocional. El problema es que no reparamos en las emociones y los sentimientos. Si reparásemos en eso, probablemente hoy un padre y una madre, con un chico de dos años, puedan jugar a juegos distintos como reconocer qué emociones tienen en una fotografía de cumpleaños. Preguntarle a un chico e interrogar qué “piensa” en emociones y sentimientos podría resultar novedoso y mucho más útil que pensar en condiciones abstractas. Imaginate jugar con un chico a qué siente y qué pudo haber sentido cuando se enojó o se peleó. Es decir, explorar lo vivencial. Todo nuestro aprendizaje es lo que se debe y lo que no se debe, lo correcto o lo incorrecto, lo formal o lo informal; cuánto más importante es decir lo que sentís, qué siento ‘yo’. Al hacer eso estás dando herramientas importantes para reparar en emociones y sentimientos de unos y de otros. Para los de uno se requiere un camino de introspección, conocerse realmente a uno mismo. Y reparar en las emociones y sentimientos del otro implica desarrollar mi capacidad de comprensión empática y mi capacidad intuitiva, que todos tenemos, en reconocer las emociones en el otro.
“Todo nuestro cerebro, y ni hablar nuestra mente, son cuestiones plásticas, lo que significa que se modifican con el trabajo”
– En uno de los capítulos grafica, de una manera muy didáctica, un espacio temporal entre la razón y la emoción. ¿Tenemos, en sus palabras, un cerebro moderno y un corazón antiguo?
– El cerebro del ser humano actual tiene pocas decenas de miles de años de desarrollo, pero a lo mejor hace 3 millones de años el corazón era exactamente igual. Es decir, tenía tres grandes arterias coronarias, que son las que tiene hoy. Pero el cerebro se desarrolló muy rápidamente y sufrió casi una explosión cerebral y en esa explosión cerebral las neuronas se expandieron en forma rápida, generando gran cantidad de conexiones interneuronales y sinapsis, y dieron lugar al pensamiento, a la abstracción, a la ideación, a la teorización, a la capacidad de visualizar una condición de futuro, a la creación de la cultura. Eso determinó que en muy poco tiempo aparezca la cultura con sus cosas positivas y las negativas como el estrés, una consecuencia de la vida moderna. Ese estrés que se desarrolló en tan pocos años, sobre todo en las grandes ciudades y pese a que toda la vida haya existido, aunque es claro que no es el mismo estrés que hace mil años, por lo menos el estrés crónico, no le dio tiempo al corazón a evolucionar. Entonces, en cien mil años aparecieron cantidades de cosas relacionadas con la cultura, pero el corazón es el mismo. Aparece el estrés y el corazón sufre porque es un corazón que no tuvo tiempo de adaptarse, por eso morimos de enfermedades cardiovasculares más comúnmente que otros animales, y de hecho es foco de la enfermedad actual.
– ¿Cree que la gente comenzó a tomar conciencia de eso y por eso manifiestan tanto interés en leer más sobre estas cuestiones?
– Sí porque la vida moderna exige salidas que la gente se da cuenta que no las generan la cuestiones informáticas y los medicamentos tradicionales. Casi cualquiera se da cuenta que todo lo bueno tiene que ver con el bienestar, y el estar bien tiene que ver con el respeto de lo que uno necesita desde la emoción y los sentimientos. Por eso la frontera final y el manejo del estrés no es farmacológico, la frontera del estrés es filosófica.
– En el último capítulo habla de la felicidad. ¿Qué es la felicidad y cómo se puede llegar a ella, si es que se puede?
– El último capítulo es muy pretencioso porque el título ya dice: ‘felicidad’. En medicina se estudia eso, y mucho, de hecho hay trabajos muy serios que cito. Nosotros llamamos en psicobiología y psicofisiología a la felicidad como el bienestar subjetivo percibido. Cuando uno se reúne con amigos o familiares, algunos pueden decir que la felicidad no existe, que son momentos, pero la realidad es que a los momentos se los llama alegría. La felicidad es una sensación de fondo, sostenida en el tiempo de la percepción subjetiva de una buena calidad de vida. Qué es una calidad de vida, que no es nivel de vida que es si yo tengo un millón de dólares. Calidad de vida es si yo disfruto lo que tengo, es la diferencia entre la expectativa que tengo en mi vida y mi realidad vivencial. Si la expectativa está muy por encima de mi realidad vivencial, esa gran diferencia hace que yo tenga una baja calidad de vida. Si yo tengo una expectativa cercana a mi realidad, mi calidad de vida es alta.
“La vida moderna exige salidas que la gente se da cuenta que no las generan la cuestiones informáticas y los medicamentos tradicionales”
– ¿Y cómo se puede hacer para no tener una expectativa tan por encima de nuestra realidad?
– Conocer hasta dónde uno puede llegar. En general, cuanto antes mejor. Hay algo que es un poquito más largo de explicar que es la U de la felicidad que tiene que ver con las edades. Cuando uno es joven, lo que busca es tener determinadas cosas, eso genera ansiedad y probablemente decepción por no alcanzarla. Cuando uno tiene más de 50, no empieza a valorar lo que va a tener, sino lo que tiene.
– Es referente en lo que respecta a la divulgación científica, ¿cuán importante es compartir estos conocimientos y hacerlo en un lenguaje de fácil aprehensión?
– Es esencial porque hablar difícil es muy fácil, es cuestión de pronunciar palabras complejas. Lo que es bueno es hacerlo entendible porque ese es el real objetivo: el entendimiento del común denominador.