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El lector que escribe un diario lee el portal de internet de un periódico importante. Más allá de algunas noticias muy coyunturales –las que esperaba encontrar- pronto tropieza con un mosaico que lo sorprende. Tanto que decide copiar esos titulares.
No se sorprende por la banalidad de su contenido porque sabe muy bien que lo intrascendente no es fácil de juzgar: una desviación de un milímetro en la expansión de un trozo de materia después del big bang puede haber producido la vida en la Tierra. Nada de eso. Se sorprende por la materia de la que están construidas las noticias que supuestamente están ahí a un click, detrás del titular. Están hechas de nada, absolutamente nada. Pero de una nada que se niega como tal y se planta en medio de la pantalla con la atractiva ropa del “último momento”.
POR QUÉ A ALGUNAS PERSONAS LES GUSTA COMPARTIR FRASES EN FACEBOOK: no es una pregunta, ni siquiera una pregunta retórica. Es una afirmación, el resultado de una pesquisa, el informe de una investigación: es el fruto de una tarea absolutamente frívola. Es decir, el fruto de nada.
QUEDÉ EMBARAZADA PESE A LA OPINION DE 7 MEDICOS: el lector que escribe un diario sólo atina a preguntarse: ¿y? E intenta establecer relaciones coherentes entre “quedar embarazada”, “opinión” y el número siete pero no puede. ¿Continuidad? ¿Temporalidad? ¿Causa/efecto? Nada: solo un orden del discurso que organiza la apariencia de sentido como una escenografía arma una calle del lejano oeste en un estudio hollywoodense. Aunque sin la magia de oler el miedo de los dos cowboys en el enfrentamiento final ni atisbar el momento en que la chica del salón saltará a los brazos del vencedor del duelo. Puro papel maché sin apuntalamiento ni proyección.
EL COLECCIONISTA DE RÉCORDS: QUÉ NECESITA MESSI PARA ENTRAR AL CLUB DE LOS 500: quinientos, se responde el lector, sólo puede llegar a necesitar 500 si se está hablando de récords o 499 si el número se refiere a miembros del club. Para qué ir más allá de lo que ya está enunciado, un silogismo fatuo que se enciende y en el solo encenderse se consume.
QUÉ PASA EN UNA PAREJA HETEROSEXUAL CUANDO UNO DE LOS DOS SE ASUME TRANSEXUAL promueve una generalización tan idiota como la de los que ponen frases en FB. ¿Consultó el autor de la nota a todas las parejas de heterosexuales en tal eventualidad? ¿Multiplicó, restó, sacó porcentajes para tener certezas que puedan apuntalar tamaña afirmación? ¿Y de qué le puede servir este dato a una pareja en una situación como esta? A un golpe de cursor, vuelve a satisfacerse el deseo vacuo y quien recorre el portal puede optar por enterarse de que EL SEXO CASUAL MEJORA LA AUTOESTIMA FEMEMINA.
O peor aún, encontrarse con un primerísimo primer plano del semiólogo recientemente fallecido –copia en su diario el lector con registro periodístico- advirtiendo desde el Más Allá, en un perpetuo presente del indicativo: PÓSTUMO DESEO DE UMBERTO ECO: NO QUIERE HOMENAJES POR 10 AÑOS. El lector que escribe un diario siente que a la frase le falta “y si así no lo hicieres…”, aunque no atina a encontrar quién, cómo y por qué medios alguien podría llegar a demandar a los desobedientes.
Varios titulares tan parecidos en el mismo portal, a la misma hora, ya no constituyen casualidad sino construcción de sentido. Un sentido que se apoya en el vacío, un vacío que podría salvarse sólo si de la generalización se pasara al caso y del caso al relato, al cuento, a la historia. Es obvio, piensa el lector que escribe un diario, que la película “La chica danesa” –muy bella, muy bien filmada, muy bien actuada- está en el fondo de la pregunta sobre los transexuales, pero es precisamente el caso, el detalle, el uno lo que hace de la película un hecho artístico y del hecho artístico, la herramienta para iluminar realidades.
El lector que escribe un diario imagina una narración que siga a un fanático de poner frases en FB o a una mujer que multiplique al infinito sus encuentros casuales para tener sexo, en búsqueda de afirmación frente a la amenaza que significa vivir. Imagina una cámara, un escenario, un pincel, un movimiento corporal, una nota musical que se detengan morosamente en un detalle de la historia, en un instante sometido a su lente de aumento, buscando ese punto único, recóndito, esquivo en que puede dispararse el sentido.
Pero no es así, porque lo que se busca en estos casos son las constantes, no las diferencias, ya que sólo las constantes producen efectos, tanto de tranquilidad como de horror. Si algo se extiende –un proyecto político, una enfermedad o su cura- ya puede afectar a todos, al “gran público”, que se devorará la noticia para luego reclamar otra y otra más. Cada bocado engullido desalojará al anterior, en una bulimia monstruosa que echará por el inodoro la sensibilidad e instaurará un vacío perpetuo y anestesiante que se reclama total y sin escapatoria.
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