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Arte y Espectáculos 2 de octubre de 2017

The Who: rock salvaje que trasciende generaciones

por Hernani Natale

Con más de 50 años de trayectoria, la legendaria banda británica The Who se presentó anoche por primera vez en la Argentina, con un inolvidable show en el Estadio Único de La Plata, en el que demostró la enorme deuda que los géneros más duros del rock, como el punk y el hard rock, tienen con ellos.

A lo largo de una hora y media, el asombroso cantante Roger Daltrey y el enorme guitarrista Pete Townshend, acompañados por una banda a la altura de su historia, echaron mano a un puñado de clásicos que, si bien fueron el germen de las corrientes más extremas del rock, sonaron frescos y hasta se mostraron como un ejemplo a seguir para nuevas generaciones que busquen cultivar la rama más incendiaria de este género.

Ante un público que en su mayoría pareció haber ido a La Plata para ver a Guns N’ Roses pero que terminó rendido ante los pioneros británicos, himnos como “Can’t explain”, “My generation”, “Who are you?”, pero especialmente “Love, reign o’er me”, “Amazing journey” y “Baba O’Riley” dieron probadas y renovadas muestras de por qué esta banda es considerada la tercera pata fundamental de la música de los ’60, junto a The Beatles y The Rolling Stones.

A fuerza de power chords, breves pero precisos solos y brazos girando como un molino que perpetraban toques percusivos por el lado de Townshend, e impecables vocalizaciones por el lado de Daltrey, The Who puso sobre la mesa las cartas necesarias para los fans que en definitiva fueron a buscar buen rock.

Al impactante despliegue físico y musical de los originales miembros del grupo se le sumaron Zak Starkey, en batería, hijo del prócer Ringo Starr, quien por momentos parecía poseído, tanto por sus dotes musicales como por sus movimientos, por el fantasma de Keith Moon, el integrante fallecido en 1978.

El bajo que solía ser de John Entwistle, fallecido en 2002, quedó a cargo de Pino Palladino, quien a diferencia de Starkey en relación a Moon, eligió no copiar el estilo del miembro original y ofrecer un preciso y atinado toque, que se sumó al soporte de la guitarra ejecutada por Simon Townshend, el hijo de Pete.

También hubo un pianista y un tecladista que se sumaron al combo, pero claro que todo el lucimiento quedó para Daltrey, quien mostró carisma, revoleó como en los buenos tiempos el micrófono y demostró un gran manejo de varios rangos vocales en su interpretación de “Love, reign o’er me”; y para Townshend, el virtuoso que también dejó en claro que es el inventor de todas las poses que practica cualquier “guitar hero”.

Si bien el arranque fue una seguidilla de hits con “Can’t explain”, “The seeker”, “Who are you?”, “The kids are allright”, “I can see for miles”, “My generation y “Cry if you want”, a medida que fue avanzando el show la banda pareció haber encontrado el punto exacto para dar una cátedra de rock duro.

“Behind blue eyes”, “Join together”, la dinámica “You better you bet” –uno de los pocos éxitos de su etapa post Keith Moon-, y la folkie “The One”, con Townshend en la voz principal, sirvieron de justo medio para el vendaval que desataría la banda en el tramo final del concierto.

Tras la mencionada descollante interpretación de Daltrey en “Love, reing o’er me”, se sucedió una seguidilla que recordó la ópera rock “Tommy”, con “Amazing journey” y sobre todo con “Pinball wizard” y “See me, feel me”.

“Baba O’Reily”, con su experimento psicodélico de la introducción, y la post-revolucionaria “Won’t get fooled again” pusieron el broche a una memorable noche en la que quedó flotando la frase entonada en la primera de estas dos canciones y que podría resumir a la cultura mod, esa tribu urbana a la que The Who le puso su banda de sonido: “No llores, no levantes la mirada, es sólo vacío adolescente”.

En definitiva, una vara demasiada alta estableció The Who en el escenario de La Plata.

Télam.