“El tema es muy denso”, arranca Mario Carneglia. Y cuenta cómo llegó a escribir una obra de teatro titulada “Cuando fui puta”, que estrenará como director y actor este domingo 2 de mayo a las 20 en el Teatro Colón.

“Muchas de las historias que he conocido en la etapa de investigación son aterradoras -explica a LA CAPITAL-, por lo que tuve que contrapesar con algunos personajes un poco más juguetones y alocados para poder transitar la historia sin que se convirtiera en una sucesión de momentos desgarradores”.

Aunque la define como una “historia sensible y emocionante”, con momentos de humor y poesía, el nudo combina dos momentos: el de una chica secuestrada y el de una mujer que se infiltra en la organización criminal para intentar rescatarla.

Y recuerda que el puntapié para empezar a crear estos personajes y esta trama emergió tras una charla que tuvo con una persona integrante de la ong La Alameda. “Se ocupan de rescatar a chicas que son obligadas a ejercer la prostitución, me contaron algunas anécdotas que me hicieron interesarme por ese mundo casi desconocido y después de leer, ver documentales y entrevistas se me apareció imprescindible crear una ficción”.

En la obra, que tiene chances de volver a escena en junio y que, si la condición sanitaria lo permite, buscará tener una función mensual en temporada baja, cuenta con las actuaciones de Alita Nuñez, Alexia Buide, Mariana Cammi, Mónica Ávalos, Laura Gómez Ríos, además del mismo Carneglia. La coreografía es de Elizabeth Delfabro y el rol de asistente de dirección lo realiza Romina Pereyro.

El director está al tanto de que el tema de la prostitución divide aguas en el feminismo: están quienes señalan que es una decisión personal y lo consideran un trabajo y, por el contrario, muchas personas ven en la prostitución una situación de violencia y trata de personas.

El usó ese debate a favor de la historia que cuenta: “Nadie estaría de acuerdo con el secuestro y la violación, pero también hay personajes que ejercen la prostitución por propia decisión y defienden su derecho a decidirlo. Ese contraste resulta muy enriquecedor para desarrollar los conflictos de la obra”.

-¿Por qué estrenás en mayo y no en plena temporada?

-El año pasado decidimos no hacer teatro porque no estaban dadas las condiciones a partir de la pandemia. Cuando todo empezó a parecer más alentador, a finales del año pasado, con la perspectiva de las vacunas, nos pareció posible arrancar el proyecto. En diciembre parecía que para esta época ya estaría la mayor parte de la población inmunizada y nos imaginábamos transitando una nueva normalidad. Por el retraso en la entrega de vacunas, el estreno nos encuentra en plena nueva ola de contagios pero ya estamos con el espectáculo terminado y queremos hacer aunque sea algunas funciones con todos los cuidados.

-¿Cómo imaginás el teatro post pandemia?

-Esta situación ha hecho muy visible la necesidad humana del contacto real, más allá de que aprovechemos la tecnología para suplir la necesidad de contacto momentáneamente. Creo que cuando las cosas mejoren el teatro se verá fortalecido por esta avidez de cercanía. También creo que más de un artista va a recuperar el carácter sensible del espectáculo en vivo y abandonaremos por un tiempo la irrupción de las tecnologías en ese convivio vital. No soy muy optimista pero sería grandioso que esta experiencia mundial sirva para que quede a la vista la diferencia entre lo importante y lo superficial, lo humano y lo miserable. Podría ser el puntapié inicial para hacer nacer un mundo un poquito más bello.

-¿Cómo te afectó la pandemia, la cuarentena, el confinamiento?

-Estuve mucho tiempo escribiendo. En realidad no la pasé tan mal. Escribí un libro sobre técnica teatral, un par de obras de teatro y algunas cosas sueltas. Di clases de dirección y dramaturgia por Zoom, hice una huerta… no la pasé tan mal en lo individual aunque muy afectado por el dolor y la angustia del resto de la gente. Lo que más extrañaba era dar clases presenciales y el contacto humano, pero por otro lado estuve mucho en familia, disfruté mucho de mis hijos y descubrí que se puede vivir con menos cosas, menos ritmo y menos autoexigencia.