“Super Dady”, el relato de un Midachi que cuenta el pasado con tono barrial
Llega Dady Brieva al Auditorium con diversos monólogos sobre la vida en los ’60 y ’70 que construyen un fresco común de la historia de un país y, de la mano del actor, ayudan a pensar la identidad.
Dos únicas funciones ofrecerá en enero el actor Dady Brieva. Con el unipersonal “Super Dady (el mago del tiempo)”, llegará al escenario del Teatro Auditorium este martes y miércoles a las 21. Se trata de un espectáculo de monólogos en los que hace hincapié en el pasado: la infancia y la adolescencia en los ’60 y ’70 son parte de las historias que reflota el intérprete. Con esos relatos íntimos y personales, construye un fresco del que nadie queda afuera.
“Cuando vos contás historias cotidianas, contás historias de la gran historia (del país). Cuando decís que tu papá no estaba precarizado, que trabajaba en el Banco Nación y que lo hizo treinta y cinco años, que cuando murió podía entrar el hijo a reemplazarlo y cuando se jubiló le regalaban un reloj, vos estás hablando de una gran historia”, explica en una entrevista con LA CAPITAL.
Dady apela a su memoria para narrar cómo era vivir un tiempo del que casi no queda registro audiovisual, o al menos no queda un registro tan minucioso cómo sí hay en el presente. Es decir, un tiempo anterior a las selfies, a los teléfonos celulares, a las plataformas de streaming y a las redes sociales. Un tiempo con otra clase de tecnología.
“Engancha a una franja etaria que vivió (lo que cuenta) y engancha a la otra franja etaria por curiosidad -sigue-. Es el relato de una época de la que no ha quedado registro porque no había con qué registrar y solamente se puede transmitir por medio del relato, es eso lo que hago con mucho humor, pero transmitiendo vivencias”.
El contrapunto con la actualidad flota en este show, en el que Dady regresa a un género que maneja a la perfección: los monólogos. “Si yo me llego a morir mis hijos se meten en Youtube y tienen al padre grabado, mi papá se murió y yo tengo dos fotos de él y no tengo registro de su voz”, ejemplifica.
Sin pretender ponerse en el rol de historiador, dice que cuenta el pasado “como un Midachi, con el tono popular, con colores y fotografías que tienen que ver con algo bien básico, bien barrial”. La misma manera en que se hizo conocido en el seno de aquel trío cómico que hegemonizó el humor de fines de los ’80 y durante los ’90.
Con este show, Dady sale a defender al relato histórico sin maquillajes, frente a algunas tendencias que -observa- buscan “dinamitar el pasado”. “Hay un ‘para qué recordar’”, dice. Y ejemplifica: “No recordar las fechas importantes de la historia, haber sacado a los próceres en los billetes, son ejemplos tontos (de esa tendencia). Me parece que la historia contada como debería ser contada desde el inicio del descubrimiento de América, entre comillas, hasta ahora pondría blanco sobre negro y que cada uno elija lo que quiera elegir, cada uno es artífice de su propio destino, pero no omitir la historia”.
-Cuando se habla del pasado siempre está la tentación de decir que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Desde dónde contás?
-Valoro el pasado desde el lugar en que lo valoramos todo, en el sentido de cierta gestualidad, solamente eso rescato, después en lo demás cómo vos sabés, había mucha hipocresía, había mucha careteada, mucho ocultamiento de lo que pasaba, solamente hago como cuando vos hacés una ensalada, elijo los elementos a comer y no rescato todo.
-¿Hay una búsqueda de la emoción?
-Es indudable que yo emociono, yo no busco emocionar, cuento algo que empatiza con la gente. A los tipos de mi edad que tenemos hijos grandes, que somos abuelos, el paso del tiempo nos atraviesa a todos y no hablo del paso del tiempo en el sentido de “Uy cómo se va la vida”, sino cómo pasa el tiempo y qué hacemos con ese tiempo que pasa, cuál es el presente y adonde ponemos proa, qué cosas podemos cambiar. La gente se emociona y se caga de risa porque soy ordinario y boca sucia.
-Al hablar de la historia personal como metáfora de la gran historia también te metés con el tema de la identidad.
-Totalmente, se habla de la batalla cultural y no se sabe de qué se habla, la batalla cultural no es leer libros ni ir a ver la Filarmónica al Teatro Colón, la batalla cultural tiene que ver con descubrir la identidad y descubrir la historia de la identidad.